Скачать книгу

id="u679eff36-55e7-5c5f-9d45-0686a548f0c5">

      

      POBRES

       CONQUISTADORES

      POBRES CONQUISTADORES

      © Daniel Sánchez Centellas

      Diseño de portada: Dpto. Diseño La Calle

      Iª edición

      © Editorial La Calle, 2018.

      Editado por: Editorial La Calle

      c/ Cueva de Viera, 2, Local 3

      Centro Negocios CADI

      29200 Antequera (Málaga)

      Tel.: 952 70 60 04

      Correo electrónico: [email protected]

      Internet: www.editoriallacalle.com

      Reservados todos los derechos de publicación en cualquier idioma.

      Según el Código Penal vigente ninguna parte de este o

      cualquier otro libro puede ser reproducida, grabada en alguno

      de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitida

      por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico,

      reprográfico, magnético o cualquier otro, sin autorización

      previa y por escrito de EDITORIAL LA CALLE;

      su contenido está protegido por la Ley vigente que establece

      penas de prisión y/o multas a quienes intencionadamente

      reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria,

      artística o científica.

      ISBN: 978-84-16164-64-6

      Nota de la editorial: Editorial La Calle pertenece a Innovación y Cualificación S. L.

      DANIEL SÁNCHEZ CENTELLAS

      POBRES

       CONQUISTADORES

      Editorial La Calle

      ANTEQUERA 2018

      Índice de contenido

       Portada

       Título

       Copyright

       Índice

       CAPÍTULO I LO QUE HAY HACER PARA...

       CAPÍTULO II EL PODER CUANTO MÁS…

       CAPÍTULO III ISLA FINK

       CAPÍTULO IV ¿A DÓNDE SE SUPONE QUE VAMOS?

       CAPÍTULO V NO TODO ES LO QUE PARECE

       CAPÍTULO VI EL DESCUBRIMIENTO

       CAPÍTULO VII LA ILUSTRACIÓN

       CAPÍTULO VIII JEMENE Y TURRANZUO

       CAPÍTULO IX VIAJE RÁPIDO

       CAPÍTULO X CUANTO PEOR, MEJOR

       CAPÍTULO XI LA TRAVESÍA

       CAPÍTULO XII SUBTERFUGIOS

       CAPÍTULO XIII ¡A LA BATALLA!

       CAPÍTULO XIV VUELTA A CASA

       CAPÍTULO XV LA PARTIDA

       CAPÍTULO XVI OCÉANO ALEKTIANO

       EPÍLOGO

      CAPÍTULO I

       LO QUE HAY HACER PARA...

      Una vez la batalla fue declarada por concluida, con la rendición del enemigo (cantada a voces y confirmada con los toques de trompeta como era costumbre), Alekt Tuoran se sintió hondamente aliviado. Más que aliviado, se sintió vivo de nuevo. Sus ojos continuaban desorbitados por el terror, y la piel estaba empapada de un frío sudor; había recibido mandoblazos de refilón, y percibido cómo las saetas silbaban rozando a la altura de sus sienes, mientras el estruendo de las cargas explosivas destrozaban formaciones de hombres. A pesar de haber cabalgado en un sólido caballo, con sus corazas y bien armado, y de haber rechazado con cierta soltura los ataques de jinetes enemigos, se sentía rendido, no vencedor y extremadamente tenso; en realidad, se había visto obligado a participar en este belicoso juego del emperador. Todo para poder tener audiencia inmediata, necesaria e ineludible, pese a que era una época desafortunada: en ese momento su magnificencia acometía la conquista de la ciudad de Eretrin por batalla de extramuros.

      Alekt no estaba hecho para la guerra ni jamás se sintió de la casta de los notables del emperador. En realidad era navegante y solo necesitaba hablar con el emperador en ese preciso momento, en esta época y no otra, para obtener su favor sin titubeos ni dilaciones, por lo cual la recomendación general que le hicieron era casi una orden: «Lucha a su lado en la toma de Eretrin».

      En tiempo de paz, Alekt solía fondear en el puerto de Eretrin, por lo que conocía sobradamente la gran maestría y precisión con la que se construían naves en dicha República. De ahí, que hubiera oído hablar de los informes de la botadura de dos fragatas hermosas y veloces como antes no se habían armado nunca. Dos obras de ingeniería y artesanía, que adornadas con un gusto sencillo en sus mascarones y sus bajorrelieves, garantizaban su capacidad al que las quería conocer por su estilizado y largo bauprés, por sus sólidos palos y su ausencia de cualquier cosa superflua. Si tal tiempo de paz hubiese persistido, en lugar de hacerse con ellas como un infame botín de guerra mediado por el emperador, hubiera podido adquirirlas pacíficamente con una incruenta transacción. Pero las cosas estaban así y él no podía cambiarlas, debía hacer lo que debía hacer, y seguir esa maldita recomendación de sus allegados y familia.

      En

Скачать книгу