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Entretanto, Austria, Rusia y los otomanos siguieron siendo Estados imperiales. Había ahora seis imperios en un único continente. «Imperio» dejó de significar «orden mundial» único y pasó a ser el título otorgado a un monarca que gobernaba un gran Estado.

      NUEVOS MUNDOS

      La España imperial

      Los aspectos hegemónicos del imperialismo europeo de finales del siglo XIX eran más evidentes en la dominación global que compartían incluso los países más pequeños del continente, en particular la dominación del Congo por parte de Bélgica. Esta nueva era imperial, iniciada con las conquistas portuguesas y españolas de finales del siglo XV, era, en esencia, diferente con respecto a la idea imperial encarnada por el imperio. España es el caso más interesante, pues adquirió el mayor imperio europeo (previo al británico) mientras su rey era también emperador del Sacro Imperio con el nombre de Carlos V.

      La península ibérica medieval estaba gobernada por múltiples reinos rivales. Los documentos del rey de Asturias emplearon términos como basileus o rex magnus durante el siglo X. Tales reinos eran imperialistas en el sentido hegemónico de la palabra, pues se basaban en las victorias asturianas sobre los musulmanes. Ese mismo impulso explicaría el uso intermitente del título totius Hispaniae imperator a partir de finales del siglo XI y durante el XII. Hacia 1200, los autores cristianos peninsulares rechazaban la idea de que su país hubiera sido nunca parte del imperio carolingio debido a la derrota de Carlomagno en los Pirineos en 778. Los emperadores del Sacro Imperio, al contrario de lo ocurrido en las cruzadas, no desempeñaron ningún papel en la reconquista de la península ibérica.

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