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imperial buscaba minimizar la violencia, pues prohibía a los Estados imperiales asistir a aquellos que perturbasen la paz. El emperador, por medio de los nuevos tribunales supremos del imperio, podía emitir «mandatos de intercesores» que calificaban de «enemigos del imperio» (Reichsfeinde) a los que infligieran la ley. Aunque los Estados imperiales debían ayudar a restaurar la paz, este sistema descartaba de forma explícita la movilización para la guerra ofensiva. Es más, recurría a usos medievales consolidados, pues requería una acción gradual que hiciera primero advertencias públicas de que debía desistir antes de poder utilizar la fuerza. Este proceso se ha confundido a menudo con dejación de funciones y, en determinadas circunstancias, hace difícil distinguir cómo y de qué modo el imperio pasaba de la paz a la guerra.

      El imperio y la paz europea

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