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la esperanza de nuestra redención,

      concede a quienes acogemos gozosos

      a tu Unigénito, Jesucristo Señor nuestro,

      como redentor

      poder contemplarle sin temor

      cuando venga también como juez.

      Esta es la única mención a la segunda venida en las oraciones del Adviento de la forma extraordinaria del rito romano.

      El versículo del Aleluya, que lamentablemente se canta solo los domingos, contribuye a ahondar más en el carácter redentor de la Navidad. Tomado de 4 Esdras 16,53, declara:

      Mañana será abolida la iniquidad de la tierra y el Salvador del mundo reinará sobre nosotros.

      La frase «Salvador del mundo» recuerda la invitación que se va haciendo mientras se destapa la cruz el viernes santo, que dice así en el Misal Romano de 1962: «Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo», y la antigua glosa de salmo 98: «El Señor reina desde el madero» (el destacado es mío).

      La epístola, Romanos 1,1-16, mira no solo a la Navidad sino también a la Pascua, o mejor aún, mira a la Navidad a la luz de la Pascua, presentando la persona de Cristo como descendiente de David según la carne pero Hijo de Dios por la resurrección de entre los muertos. En el evangelio (Mt 1,18-21) el ángel del Señor se dirige a José como «hijo de David», diciéndole que su esposa ha concebido por obra del Espíritu Santo y que debe llamar Jesús al niño «porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Jesús traza su linaje davídico y, por tanto, mesiánico, a través de José, no de María; y, a través de sus obras de salvación, su ministerio terrenal que termina con su muerte y su glorificación, actualiza el significado de su nombre.

      3.4. Conclusiones

      Reflexionando sobre el material recogido en el Misal de 1962, uno se sorprende ante todo por su antigüedad y por su durabilidad. Las lecturas, las oraciones y los cantos se remontan a algunas de las fuentes escritas más antiguas de la liturgia romana y se han mantenido inalterados a lo largo de los siglos. La repetición del grito Excita del salmo 79,3 conecta las semanas y une textos de diversos géneros, impartiendo así continuidad a este tiempo litúrgico. Un número limitado de versículos del salmo 24 y del salmo 84 infunden familiaridad. Las palabras y las melodías de los cantos son espléndidas y permanecen así incluso cuando se cantan entre semana. Las témporas de la tercera semana con sus adecuadas fórmulas y distintivas estructuras son un buen contraste con las dos semanas anteriores. Habiendo pasado de la visión del juicio final en el evangelio del primer domingo, a la llamada a la conversión del Bautista en los dos siguientes, las lecturas de Isaías en las témporas y los relatos del evangelio de la anunciación y la visitación guían a los fieles constantemente al umbral del misterio navideño y les inculca el deseo del nacimiento del niño.

      Pero el Misal Romano de 1962 también tiene deficiencias. No hay prefacios adecuados ni misas adecuadas para los días de semana, excepto los días de las témporas. Contiene oraciones provenientes de una única tradición litúrgicas de las dos existentes de la ciudad de Roma: la papal, la estacional, representada por el Sacramentario Gregoriano enviado a Carlomagno por el papa Adriano, que en Adviento, comprende solo cuatro semanas. Muchas de las oraciones de la otra tradición litúrgica, la presbiteral, conservadas en el Sacramentario Gelasiano Vetus en el que el Adviento consta de seis semanas, no fueron recibidas. El formulario para el cuarto domingo es una construcción artificial ensamblada de piezas de días anteriores. El Leccionario es particularmente débil. Las epístolas y los evangelios están elegidos al azar y no están bien emparejados. Los evangelios sobre Juan el Bautista que encontramos tres de los cuatro domingos pueden ser excesivos, dada la riqueza de otros materiales disponibles. Las lecturas son abundantes y ricas en las témporas, pero desafortunadamente solo las pueden escuchar un número relativamente pequeño de fieles que asisten a la misa entre semana. Sin lecturas de Isaías y de otros profetas y libros del Antiguo Testamento en los domingos, no se presenta a la gran mayoría de los fieles el lugar del nacimiento de Cristo en el largo recorrido de la historia de la salvación, y las esperanzas de Israel y de las naciones que cumple la encarnación no se expresan. Por último, aunque las referencias a la segunda venida se escuchan en las epístolas del primer y cuarto domingo así como del sábado de las témporas, están ausentes en los evangelios después del primer domingo y en todas las oraciones, excepto la oración colecta de la Nochebuena. Estos son defectos que la Ordenación de las Lecturas de la Misa, publicada primero en 1969 y revisada después en 1981, y las tres ediciones del Misal de Pablo VI han sido admirablemente corregidas.

      4. El «Misal» de Pablo VI

      4.1. Domingos

      El número 39 de las Normas Universales sobre el Año Litúrgico y sobre el Calendario afirma:

      El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que, por este recuerdo, se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos.

      Al momento, notamos una gran diferencia con el Misal precedente. Mientras que el Misal Romano de 1962 se enfoca principalmente, si no exclusivamente, a la primera venida, el Misal reformado amplía la visión para incluir también la segunda. Este puede ser uno de los muchos ecos litúrgicos del esfuerzo del Concilio Vaticano II por recuperar e integrar la escatología en el pensamiento católico, en particular la enseñanza sobre la naturaleza escatológica de la Iglesia peregrina del capítulo 7 de la Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium. Las Normas Universales, en el mencionado número 39, agrega:

      El Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre.

      Se trata de una perspectiva alentadora y positiva, en contraste con el planteamiento obscuro de Pío XII que vimos en Mediator Dei.

      4.1.1. Lecturas

      En resumen, la liturgia de la Palabra, al igual que el resto de la liturgia eucarística, ahora es una acción comunitaria, eclesial, en el que cada participante tiene su propio rol. Esto se refleja en los diferentes tipos de libros litúrgicos correspondientes a diferentes ministerios.

      Las lecturas del evangelio tienen una característica propia: se refieren a la venida del Señor al final de los tiempos (primer domingo), a Juan Bautista (segundo y tercer domingos), a los acontecimientos que prepararon de cerca

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