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se escribió en pequeño, con un pantógrafo defectuoso, lo que aparecería impreso en grandes letras que horrorizarían al mundo, en este largo y angosto lienzo, la mañana del 11 de septiembre de 1973. Más o menos los mismos contendientes, más o menos el mismo resultado, más o menos las mismas muertes, más o menos la misma vergüenza, pero ahora todo a escala gigantesca.

       IX. El sentido del concepto ciencia en Chile

      Constatar que, en el último siglo, en Chile, tanto como fruto del extendido positivismo como del extendido marxismo, se ha realizado una sinonimia entre «ciencia» y «verdad», parece una cuestión interesante. La oposición a la metafísica y a la superstición, primero, y a la ideología, después, constituyeron a la palabra «ciencia» en una voz nimbada de un elemento sacro, mítico y legitimador. Autodesignarse como parte de la ciencia o de lo científico se hizo idéntico a considerarse como parte de los buenos y de los ilustrados.

      Es cierto que en el último decenio, en que el escepticismo ha ido ganando terreno, hablar de ciencia –especialmente en las disciplinas sociales– ha ido teniendo ya diferentes connotaciones: primero se ha dudado, luego se ha mirado como a un ingenuo, por último algunos han considerado como digno de compasión a quien se ha permitido usar esa palabra arcaica, resabio de tiempos quizás más jóvenes y felices, en todo caso menos cuerdos y resignados. Hoy por hoy es palabra muy peliaguda; quien diga «ciencia» puede pasar al mismo tiempo por incauto y por dogmático; una y otra cosa, porque se sigue pensando que cuando alguien usa el término está queriendo decir «verdad indiscutible».

      Escépticos ingenuos, incapaces de hacer la crítica radical de los fundamentos del propio escepticismo y de rehacer consecuentemente un proyecto epistemológico viable que se asiente sobre la crítica de la crítica y sobre los fundamentos últimos (sobre lo necesario) más allá de los cuales el pensamiento no puede ir. Platones incapaces de remontar la pendiente de la caverna, encerrados en la ironía y cerrados a la mayéutíca, enceguecidos por la luz y resignados al universo de las siluetas sombrías, satisfechos de su fatua comodidad gnoseológica.

      Para emerger de la caverna –que es simultáneamente pantano enterroso– para relanzar la reflexión, quizás la única forma es replantear en otros términos la cuestión de la ciencia y, más en general, la cuestión epistemológica. Salir de la antinomia ciencia-verdadera versus metafísica ideológica, es salir de la aporía. Recibir del escepticismo todo lo que puede dar y exigirle que se trascienda a sí mismo en la negación dialéctica que culmina en el cogito cartesiano (ontológicamente), en el principio de no contradicción (lógicamente), en la sensación de mejor y peor (existencialmente).

      Me parece que Popper y Habermas han sido capaces de colocar la discusión en otro plano. Es interesante y puede ser útil considerarlo. Ahora bien, qué significa ubicar el problema epistemológico en otro plano; cuáles son los aportes que en tal sentido habrían realizado Popper y Habermas.

       X. El desprestigio de la ciencia

      La antinomia ciencia-verdadera versus metafísica-ideológica, antinomia que pasó de la filosofía a la política, identificándose los polos con liberación y dominación, está envenenando el quehacer académico de nuestro país; está envenenando al menos las ciencias sociales y las humanidades.

      Si ya la oposición en su cuna filosófica era muy discutible, en el tránsito hacia su consideración y manipuleo político se hizo nefasta. Eso sí fue origen de ingenuidad y dogmatismo. Por otra parte, el opuesto escepticismo se ha hecho fuente, no de docta, sino de pedante ignorancia.

      Se hace necesario emprender una indagación «arqueológica» capaz de desentrañar los orígenes y la evolución de la idea de ciencia en la intelectualidad chilena y no solamente como plasmada en escritos, muchas veces producto de influencias extranjeras, sino más bien como idea plasmada en una mentalidad colectiva; idea que se hizo proyecto y arma de combate. Ir en dicha investigación descubriendo de qué manera y hasta qué punto se produjo la simbiosis de un proyecto de conocimiento y de un proyecto de transformación social y cómo de este modo la lucha política cotidiana fue forzando y corrompiendo (aunque asimismo vivificando) el proyecto epistemológico.

      La palabra «ciencia» se desvirtuó, fue mosqueada por un manoseo demasiado libertino, fue prostituida sin llegar a ser totalmente profanada, fue convertida en una meretriz sagrada. Lo político devoró en los hechos a las ciencias sociales, o tal vez no fue así, no las devoró, porque jamás las dejó ser; no les permitió autonomía ni adultez, manteniéndolas siempre niñas prisioneras, siervas obedientes a sus designios.

       XI. El proyecto científico

      El primero de los factores que han constituido la transformación del concepto ciencia de su acepción decimonónica a la que posee la filosofía contemporánea, es la ruptura con su carácter metafísico para transformarse simplemente en concepto epistemológico. «Ciencia» deja de identificarse con destino superior de la humanidad.

      El segundo es la comprensión del quehacer científico formando parte de un marco existencial más amplio y por tanto su coparticipación con los intereses que mueven al ser humano. Esto en un doble sentido: epistemológicamente, los intereses del conocimiento; sociológicamente, los intereses materiales que orientan el quehacer de los científicos.

      El tercero es que no se pretende ya más que la actividad científica sea dadora de sentido, sino que solamente procedimiento de investigación y búsqueda de conocimientos útiles.

      El cuarto es la desidentificación entre «ciencia» y «verdad»; la identificación en cambio de lo científico con lo refutable a partir de lo empírico.

      El quinto es que ni el concepto ni el quehacer científico se oponen a ilusión o prejuicio o superstición o ideología sino más bien se diferencian de filosofía, humanidades, disciplinas formales, literatura.

      Pero estoy únicamente entregando elementos marcantes; ello no quiere decir que todas las ramas científicas hayan logrado, ni puedan lograr, el mismo nivel de constitución. Tampoco quiere decir que no exista un determinado enaltecimiento de la ciencia como el mejor método para adquirir conocimientos y que no se crea, muy a menudo, que las sociedades del futuro basarán sus decisiones sólo en consideraciones de carácter científico y más aún que su organización misma será una suerte de metáfora de lo que es la metodología científica.

      Eduardo Devés, 1986.

      1 Augusto Salazar Bondy, Qué es y cómo funciona la concientización (Lima: Causachun, 1975), 86.

      2 Jean Ladriere, El reto de la racionalidad, (Salamanca: Sígueme), 23.

      3 Esto es particularmente relevante para la historiografía política. Muchos rechazan el positivismo pues se abordan temas donde lo empírico ciertamente no es todo, pero, por otra parte, los investigadores dan a sus conclusiones valor de dogmas, pues son frecuentemente coherentes con sus intereses de grupo o partido.

       Los que van a morir te saludan

      Historia de una masacre.

      Escuela Santa María, Iquique, 1907

      Desde varios años atrás la zona del salitre (pampa y costa) venía siendo fuente de conflictos en la República que se acercaba al centenario. La cuestión social allí seguía una dinámica relevante por su nitidez y su fuerza. La acción de las mancomunales, en particular la de Iquique desde 1901, de los centros de estudio anarquistas, del Partido Demócrata, no eran simplemente en vano. Se desarrollaban estas organizaciones en un feraz caldo de cultivo; su labor hacía hervir este caldo con mayor intensidad. La creación de periódicos, de centros de atención médica, de cooperativas, de escuelas, de grupos culturales; su penetración en las filarmónicas, en las organizaciones mutuales, en las municipalidades; la presencia en los centros de trabajo, su permanente agitación de las

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