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advertía a Roca en una carta sobre la injerencia europea en Egipto, que “ha tenido por principal fundamento el deber de proteger los valiosos intereses europeos radicados en aquel país. En este sentido tenemos que estar atentos los estados Sud Americanos que se hallan poco más o menos en la misma situación, es decir, obligados por la inmigración, por los empréstitos, concesiones de navegación, de ferrocarril, etc., etc.”. (Carta de L. V. Mansilla al Exmo. Señor presidente, Brigadier General Julio A. Roca, París, octubre 24 de 1882, Archivo General de la Nación.)

      Capítulo II

       La escuela y la formación de la nacionalidad,

       1884-1890

      Maestros indiferentes y alumnos que ignoran el idioma

      En diciembre de 1887 Estanislao Zeballos, presidente del Consejo Escolar del XI Distrito de la ciudad de Buenos Aires, alertó en su informe al Consejo Nacional de Educación (CNE) sobre una inquietante realidad de las escuelas. A su juicio, allí se descuidaba el cultivo de la adhesión a la patria y no se atendía a la formación de la nacionalidad:

      Zeballos calificaba la actitud de los maestros de apática e indiferente hacia los asuntos nacionales y concluía que aquel era “un mal orgánico extensivo a toda la república y que esteriliza los sacrificios y los anhelos de la nación por formar un apostolado de la noble profesión del maestro”, ya que ni la escuela ni su magisterio estaban contribuyendo a la formación de la nacionalidad.

      La orientación nacional de la enseñanza no era considerada una cuestión problemática; se entendía que esa orientación existía en la educación primaria desde las primeras escuelas patrias. La formación se centraba en la capacitación y aunque incluía conocimientos de lengua, historia, leyes u organización política, no se los consideraba como instrumentos específicos para la formación de la nacionalidad. Esto es lo que expresa el indignado comentario de Sarmiento sobre los propósitos italianizantes del Congreso Pedagógico Italiano, reunido en Buenos Aires en 1881:

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