Скачать книгу

a través de distintos mecanismos: en algunos países, el Rector era elegido por el presidente de la Nación, en otros países el corsé se ajustaba desde las leyes nacionales de educación superior, y en todos, desde el control del flujo de recursos presupuestarios. En este contexto surgieron nuevos movimientos reformistas que sostuvieron con fuerza el estandarte de la autonomía institucional y la democratización del gobierno universitario.

      A pesar de estas diferencias entre el desarrollo del campo universitario en Chile y Argentina, en ambos casos la dinámica institucional y la competencia por los recursos materiales jugó un papel central en la diferenciación de saberes. En otras latitudes, en cambio, la aparición de escuelas sociológicas o económicas prestigiosas ocurrió en espacios escasamente institucionalizados. Johan Heilbron ha destacado que en Francia, desde 1910 hasta la década de 1950 no existían más que cuatro cátedras universitarias conocidas y reconocidas como “sociológicas”, no siempre tituladas como tales y no exentas de discontinuidades en su historia administrativa. La fundación del primer instituto de investigaciones sociológicas en ese país data de 1946 y la concreción de la sección de Ciencias Sociales de L’École Pratique des Hautes Études ocurrió recién en los años finales de la segunda guerra mundial. Esta marginalidad institucional, sin embargo, no obstaculizó la aparición de una pretensión explícita de la Sociología como disciplina dominante, acompañada por una legitimidad intelectual fuera de lo común, alcanzada tempranamente por Émile Durkheim (Heilbron, 1985: 204).

      Aunque en América Latina existieron precoces gérmenes de pensamiento social desde la segunda mitad del siglo XIX, materializados en el ensayismo, las cátedras universitarias y los estudios estadísticos de las oficinas públicas, la aparición de “escuelas” sociológicas o económicas es un fenómeno relativamente reciente, que coincide con la creación de “escuelas” de enseñanza, institutos de investigación o centros regionales, entre inicios de la década de 1950 y mediados de la década de 1960. En un campo universitario dotado de abundantes recursos externos destinados al “desarrollo universitario”, la institucionalización se convirtió en la principal fuente de disputa entre quienes pretendían crear/ocupar los nuevos espacios. Nuestra indagación colectiva nos mostró, así, que la diferenciación disciplinar ocurrió simultáneamente con la institucionalización de las escuelas de enseñanza, en profunda imbricación con la internacionalización y a gran velocidad, circunstancias que tuvieron un peso significativo en la constitución de las tradiciones académicas.

      Esta modalidad de desarrollo institucionalizante que adoptó el campo universitario durante la llamada etapa de “modernización” repercutió directamente en la adquisición de disposiciones por parte de los agentes, pero también en la construcción de un capital simbólico específico, lo que nos conduce directamente al segundo uso de la noción de “autonomía”, que tiene que ver con la existencia de una illusio que diferencia al mundo académico de otros espacios del mundo cultural. En sus Meditaciones pascalianas, Bourdieu dedica unas pocas páginas al concepto de illusio, a la que concibe como una libido específica que comparten los agentes que participan de un campo y que se constituye en la búsqueda del reconocimiento de los pares. “El capital simbólico proporciona formas de dominación que implican la dependencia respecto de aquellos que permite dominar: en efecto, sólo existe en y por medio de la estima, el reconocimiento, la fe, el crédito y la confianza en los demás, y sólo puede perpetuarse mientras logra obtener la fe en su existencia” (Bourdieu, 1999: 217-219). Esa illusio se corporiza en este caso en el prestigio y se materializa en fuentes de consagración que son objeto de disputa: la participación en comités y jurados, la publicación en determinadas editoriales o revistas, los premios y las distinciones, las cátedras y los títulos. Las apuestas están sostenidas, así, por la creencia en el valor de lo que está en juego.

      Ahora bien, si –como decíamos– en el caso de América Latina esa “illusio académica” se construyó al mismo tiempo que la institucionalización del campo, era lógico que el prestigio institucionalmente reconocido se convirtiese en uno de los capitales simbólicos más importantes en juego. Incluso en los períodos de radicalización política, que favorecieron la tendencia a “tomar” las instituciones por asalto. En el caso de Argentina, los momentos de innovación académica o recambio generacional se verifican como entrelazados con las relaciones de poder dentro de las universidades, que fueron fuertemente marcadas por las intervenciones militares de 1955 y 1966. En esta misma época en Chile se forjó una “illusio académica” más estable y profesionalizante, no por ello menos sostenida por grupos de poder universitario. El momento de innovación surgió en 1967, cuando estalló la Reforma Universitaria y se configuró una nueva illusio académico-militante, cuya libido también estaba puesta en los cambios institucionales que conducirían a la “nueva universidad”, garantizada con la ocupación física de los edificios por parte de los estudiantes.

      El tercer uso de la noción de autonomía académica se relaciona directamente con los efectos de la “internacionalización” del campo científico y las distintas fuerzas que operan en la circulación internacional de las ideas. Estudios recientes han analizado las tensiones del concepto de “internacionalización” (Garretón et al., 2005; Patel, 2010) y la lucha que se libró desde la segunda posguerra entre las potencias mundiales por la apropiación del proceso. Esto favoreció la reproducción de imágenes estereotipadas del mundo que pretendían universalizar concepciones científicas o culturales que eran, en realidad, producidas en contextos locales y particulares (Kuhn, 2010: 407). Para Vessuri, sin embargo, el concepto de “internacionalizacion” puede ser usado también para referir a formas alternativas de cooperación, precisamente encaminadas a contrarrestar el peso de los poderes científicos que concentran el “reconocimiento mundial” –se refiere a redes de investigación, acuerdos universitarios, conferencias regionales de educación superior, entre otras (Vessuri, 2010)–. Dado que la “internacionalización” contiene la idea de “nación”, como unidad de análisis, muchas veces es considerado un concepto que expresa un proceso del pasado, que habría sido sucedido por una era “verdaderamente global” caracterizada por la desaparición de esas barreras. La utilización del término aquí enfatiza, básicamente, nuestra convicción de que la dinámica de los espacios nacionales sigue siendo relevante para comprender el funcionamiento del sistema académico mundial en su conjunto.

      En este nivel de análisis, la autonomía se pone en discusión en relación con la capacidad de las comunidades intelectuales periféricas para construir conceptos innovadores y una agenda propia de investigación. Para diferenciarla de otros tipos de heteronomía que hemos abordado más arriba (respecto del Estado, en relación con otras prácticas culturales u otras formas de conocimiento en el ámbito nacional), hablaremos de “dependencia académica” para referirnos a situaciones de dominación que devienen de la posición de un campo académico en el sistema académico mundial. En este caso estaremos evaluando hasta qué punto la estructura desigual de ese sistema incidió (y sigue incidiendo) en la producción en campos académicos periféricos y en sus posibilidades de hacer circular internacionalmente sus conocimientos. Procuraremos distinguir situaciones histórico-concretas de dependencia académica, señalar momentos de expansión de la autonomía y analizar, también, algunas estrategias de acumulación de prestigio internacionalmente reconocido, que rara vez han significado consagración en los centros académicos mundiales, pero sí han sido eficaces para reposicionarse en el ámbito regional o local. Intentaremos mostrar que la autonomía académica de los circuitos periféricos no puede ser medida en una perspectiva internacional comparativa en función de supuestos niveles de “originalidad” científica (y mucho menos en función de la participación en los medios de consagración concentrados por las academias centrales), sino en relación con la capacidad endógena de estas comunidades de producir conocimientos y participar en formas alternativas de circulación.

      Los estudios sobre dependencia académica se han sostenido por lo general en la tradición dependentista latinoamericana y los modelos de análisis han replicado, en buena medida, el enfoque centro-periferia de la economía mundial. Syed Farid Alatas sostiene que el “imperialismo académico” es una estructura de pensamiento surgida del imperialismo político-económico, pero que se fue desarrollando de manera cada vez más indirecta al compás de los procesos de descolonización. La dependencia académica se manifestaría

Скачать книгу