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Quetzalcóatl y otras leyendas de América. Bastidas Padilla Carlos
Читать онлайн.Название Quetzalcóatl y otras leyendas de América
Год выпуска 0
isbn 9789583043611
Автор произведения Bastidas Padilla Carlos
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Un día, alguien admirado de verlo así, le dijo:
—Con todo lo que Pillán ha hecho contigo, sigues siendo feliz. Hasta envidia ha de sentir por ti.
Huenupan iba a reprocharle al imprudente esas palabras, cuando volvió a presentarse el malgeniado y ruidoso dios: esa vez lo dejó paralizado.
—No podrás moverte y así dejarás de mostrarte feliz y desafiante con mis sentencias.
Huenupan se dobló sobre sus rodillas, cayó al suelo y allí quedó, inmóvil y gesticulante, como llamando a la gente para que lo levantaran.
El pueblo estaba consternado con su jefe con quien Pillán se había ensañado sin lograr abatirlo.
Lo metieron a su casa y allí lo cuidaron amorosamente; después, durante cuatro días hicieron rogativas invocando al generoso dios de las cosechas para que ayudara a su jefe, a quien cada día querían más y admiraban, no obstante sentirse condolidos con su suerte inmerecida.
Se le presentó el dios benevolente, y entrando a la puka de Huenupan y su familia tocándole la frente le dijo que aunque él no podía anular los designios de Pillán, sí podía concederle una gracia para compensar su estado de postración.
—Mientras cierres los ojos o duermas vivirás en otro lugar de tu existencia donde ningún dios podrá alcanzarte. Tendrás allí todas las primaveras que quieras y serán tuyos todos los cielos. Flores serán para ti lo que en la tierra son cardos y espinas. Tu cuerpo será leve y alado si deseas salvar los abismos y remontar el cielo. Bajo un sol amigo, sombras fluyentes serán para ti los vuelos de los pájaros y las mariposas. Sombras amables serán también entre tus manos las suaves corrientes de las aguas, cuando sentado a las orillas de sus cauces te salten a la cara para refrescarte. Descenderás tanto dentro de ti que te olvidarás de tu cuerpo sufriente. Irás tan hondo que, cuando emerjas al mundo real, no vas a desear otra cosa que volver a esos mundos maravillosos y gozosos que acabas de dejar. Así son los que yo te concedo desde ahora. Soñando encontrarás la libertad de ser lo que tú quieras ser. De tu presente o de tus lejanos tiempos o de tu futuro te vendrán los sueños y serás dichoso. ¡Sea, pues, como yo quiero y mando!
Desapareció en medio de una luz verdosa, dejando en el ambiente ese espacio en balanceo que queda después de un encantamiento.
En efecto, cuando Huenupan cerró los ojos y se quedó dormido, quienes lo rodeaban solo lo veían sonreír; no podían imaginar por dónde andaba el alma del durmiente. Se preguntaban si sería cierto que mientras se dormía se podría ser libre y andar por regiones extrañas no parecidas a las de la Tierra, sino a otras que los mismos dioses desearían. No podían saberlo, ni lo sabrían nunca, pues no esperaban que Huenupan se los contara. Seguía sonriendo y, no obstante su mudez, de su garganta le brotaban sonidos y murmullos que parecían venir de más lejos de él mismo.
—¿Por qué se mostrará tan contento y de sus labios no se aparta la sonrisa? —se preguntaban calladamente para no interrumpir su estado de durmiente.
—¿Sería que el dios le dio un brebaje mágico?
Cuando Huenupan despertó vio que sus amigos hablaban en voz baja. Uno de ellos fue por una flauta y empezó a tocarla, como solía hacerlo desde hace algún tiempo sabiendo que a Huenupan le gustaban la música y los cantos.
A su cabecera siempre estaba Ayelén, bella y sonriente. A la usanza, tenía pintada las mejillas de rojo, y con trazos negros los pómulos y los ángulos externos de sus ojos grises.
Los amigos de Huenupan se preguntaban, maliciosos, si por donde andaba el durmiente con el pensamiento no andaría también con Ayelén.
Sonreían juguetones y la joven no sabía por qué.
—Nada ni nadie ni nunca podrán abatir a nuestro jefe —dijo uno—. Mírenlo, hasta en dormido se ve feliz. El dios, que no podemos nombrar para que no le vuelva a hacer más daño, no ha de estar muy contento: no pudo con él…
Pillán lo oyó. Se puso rabioso, pero se cansó del caso de Huenupan, y para evitar ser pasto de los maliciosos comentarios de los hombres, para no perder autoridad, se les apareció con aire tranquilo y majestuoso, aunque tenía los ojos ardientes cuando gritó con voz tonante, imperatoria:
—¡Huenupan, levántate! ¡Vuelve a ser como eras antes!
Estalló un relámpago que obligó a todos a cerrar los ojos; al abrirlos, parpadeantes, vieron que Pillán se había esfumado.
Despertó Huenupan y para sorpresa de todos se incorporó como si nada le hubiera pasado.
Se palpó los brazos, las piernas, se tocó la cabeza y gritó de júbilo, y el júbilo se extendió por todo el pueblo.
Los mapuches celebraron el portentoso acontecimiento con fiestas, comidas, bebidas, bailes alrededor del árbol de canelo, cantos y regalos para su jefe exultante de alegría y salud.
En algún momento de la fiesta, le pidieron al toqui que les contara cómo era soñar, y él les narró las cosas maravillosas que había visto y vivido mientras dormía; entonces, excitados por el frenesí del festejo, dijeron que querían también tener esos sueños y rogaron al dios de las cosechas que les otorgara ese don.
Se les apareció y les dijo:
—Les concedo lo que piden; pero no se engañen, no todo lo que sueñen serán cosas agradables.
Soñarán catástrofes y muertes y se verán convertidos en fieras o en pájaros.
Volarán muy alto y caerán llenos de horror.
Se ahogarán en corrientes tumultuosas o en superficiales vados.
Se precipitarán a los abismos.
Matarán y huirán angustiados sin poder aumentar la velocidad de sus piernas para ponerse a salvo de los perseguidores.
Desearán alas de pájaros para escapar de los peligros y les nacerán alas de murciélagos que no podrán, por más que las batan, levantar el peso de sus cuerpos.
Los ahogarán los bosques cerrándose sobre ustedes.
Andarán perdidos por caminos tenebrosos, azotados por el frío que del cielo caerá en escarcha sobre sus ojos sangrantes.
Pero también tendrán los sueños de Huenupan que en adelante soñará como todos ustedes, con los sueños más variados.
Sea, pues, como yo mando y para siempre.
Adiós.
Y así fue como los hombres empezaron a soñar sueños y pesadillas, según sus vidas personales, según sus conciencias y según el mundo que podría ser otro sueño. Quién sabe…
(Leyenda venezolana)
No todo el tiempo los hombres vivieron acompañados por sus ineludibles e indómitas sombras. Digamos mejor que, en tiempos muy antiguos, los hombres no tenían sombra. Esta leyenda habla del motivo por el cual un remedo bidimensional y oscuro de los hombres se adhirió a ellos y se proyectó al espacio como una admonición para que no olvidaran sus maldades anteriores y los castigos que, merecidamente, recibieron de los dioses.
***
Esta historia empieza a orillas del río Orinoco, en lo que hoy es Venezuela. Por allá vivía una tribu caribe que había logrado coexistir en paz con todo lo que los rodeaba. Unidos por el espíritu de la hermandad, los bienes los compartían con quien estuviese necesitado de algún auxilio. Unos a otros se ayudaban en las faenas de la vida diaria y en comunión disfrutaban del derroche de belleza y fertilidad que esa tierra les brindaba.