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ni cabida. Al mismo tiempo, pensábamos que teníamos que inventar o usar un nuevo lenguaje para comunicarnos con nuestra generación o incluso con les más jóvenes. Pensamos que la visibilidad era fundamental, que había que animar a todes a salir del clóset, que nos merecíamos vivir con orgullo.

      ¿Qué hacer?

      Un ciclo de fiestas con buena música, con un espacio para conversar, con intervenciones artísticas y que invitara a la comunidad LGBTIQ explícitamente. Y que sea un club, un espacio de pertenencia.

      ¿Por qué el nombre Brandon?

      Es un homenaje a Brandon Teena, un varón trans asesinado en los Estados Unidos, víctima de un crimen de odio. En el año 2000 se estrenó en Buenos Aires la película Los Muchachos no lloran (“Boys Don´t Cry”) que relata esa historia. Vimos la película con Jor, salimos completamente conmovidas y decidimos ponerle su nombre en homenaje. Tengo que aclarar que en ese momento no entendimos que era un varón trans, creímos que era una lesbiana muy chonga, “confundida”, pero de todos modos leímos que una persona había sido asesinada por encarnar una identidad que la sociedad decidió que había que castigar hasta la muerte.

      Queríamos, al ver un flyer, que todes supieran que el lugar era una propuesta para putos, tortas y bisexuales. Mandamos a coser dos banderas del orgullo enormes que colgamos en unas vidrieras que había en la fachada del lugar e invitamos a distintes artistas a hacer instalaciones.

      También queríamos, en pos de esa visibilidad de la que hablábamos antes, que la palabra GAY apareciera en el flyer. Y como empezamos una vez por semana, los miércoles, le pusimos “Brandon, miércoles Gay-Day”. Era un lugar muy chiquito de un amigo mío y estaba estratégicamente ubicado sobre avenida Córdoba casi Gascón. Luego pasamos a viernes y fue “Brandon, viernes Gay-Day” y luego sábado. Así finamente le quedó “Brandon Gay-Day”. Sinceramente lo veo hoy y me parece absolutamente problemático el nombre: ver la palabra Brandon seguida de la palabra GAY es realmente chocante. Para nosotres en ese momento la palabra GAY resumía todo y claro, viéndolo retrospectivamente, entendemos que eso habla de muchas cosas: nuestra imposibilidad de decirnos LESBIANAS, no entender lo PUTO como categoría política identitaria (creo que en ese momento nadie lo pensaba así), la subestimación de la bisexualidad como identidad reivindicable o vindicable y, por supuesto, la invisibilización absoluta de las identidades travestis, trans e intersex. La palabra “queer” aún ni la conocíamos. En oposición a los estereotipos estéticos de la época, decidimos que nuestros flyers tuvieran ilustraciones en lugar de fotos, trabajamos una paleta de colores pastel y de tamaños siempre diferentes. Las ilustraciones eran de estilo bastante naif, producto de la intención de contrastar con lo que circulaba, combinado con cierta estética de algunas páginas muy arties de una Internet incipiente y mi escaso pero entusiasta manejo de las herramientas del Illustrator. También invitamos a colaborar a muches diseñadores gráfiques amigues que seguían esta línea estética/ideológica.

      Las primeras fiestas/reuniones que hicimos en “Cápsula” (así se llamaba ese primer lugar) fueron con muy poca convocatoria pero de a poco y con muchísimo esfuerzo, la gente comenzó a venir. Recuerdo con mucho afecto las recorridas por la ciudad con las mochilas pesadas llenas de flyers que repartíamos por los lugares donde creíamos que podían transitar nuestros potenciales nueves asistentes. Las Galerías Bond Street y la 5ta, los bares del bajo, Belleza y Felicidad y algunos locales de Palermo, el Festival Buen Día y mucho entregado en mano, en la calle. Todas esas interacciones cara a cara, digamos “analógica”, nos dieron la oportunidad de conocer mucha gente y de poder explicar el proyecto sin mediación del medio tecnológico. Queríamos que nadie vuelva a sufrir esa sensación de infinita soledad de estar en el closet, la vergüenza, el miedo, el estigma, el maltrato, no saber adónde ir, dónde están tus pares.

      Queríamos que Brandon tuviera una pista de baile y también un espacio con otra música y otro volumen. Con sillas o sillones y mesas para poder conversar. Le decíamos “el salón charlador”. Queríamos que además del baile, al que reivindicamos y militamos como bandera, pudiéramos también tener ese espacio para conversar e intercambiar ideas, generar alianzas, inventar nuevas estrategias, pensarnos, escribir y leer poemas. Algunas semanas después de la inauguración, Violeta se sumó al equipo. Éramos entonces Jor, Violeta Uman, Filipe y yo.

      Al tiempo Cápsula nos quedó chico y nos tuvimos que mudar. En cuanto pudimos contar con algo de recursos para pagar sonido, empezamos a invitar artistas que hablaran de nuestras cosas, que representaran nuestro universo como Dani Umpi, Gaby Bex, Adicta, Leo García y a muchas bandas –algunas ya no existen– que estéticamente nos resultaban afines como Miranda! o Tonolec. Pronto conocimos a Mariano Seoane, Flavio Rapisardi y a Silvia Delfino y con ellos aparece la palabra y el concepto QUEER en nuestro horizonte y nos sentimos identificades.

      Así nos fuimos moviendo por la ciudad, de un lugar a otro cada vez que nos iban quedando chicos los espacios, siempre con la mismos objetivos: proponer un lugar amable, en donde te sientas bienvenide, sin sectores VIP (estaban muy de moda en esa época), con Djs de calidad que pasaban house, garage, pop electrónico, con pequeñas obras de teatro o desfiles antes de largar la pista y el salón charlador. En fin, un lugar de pertenencia.

      En el año 2002 hicimos nuestra primera “carroza” en la marcha del Orgullo LGBT. Ese mismo año (creo, puede fallar) también comenzamos un ciclo de lecturas junto a Leonor Silvestri. El ciclo era nómade y había poesía, narrativa, lo que se nos diera la gana.

      Articulamos con las chicas de She Devils, Pat Pietrafesa y Pilar Arrese, que ya habían editado El aborto ilegal asesina mi libertad: el histórico disco junto a Fun People. También hicimos actividades con el colectivo Suscripción, un grupo de arte interdisciplinario con Sebastián Bruno, Eubel, Andi Nachon, Gastón Pérsico y Cecilia Szlkowicz y con Belleza y Felicidad; particularmente mucho con Fernanda Laguna.

      En 2003 nos invitaron a curar un ciclo de cine LGBTIQ semanal por unos meses. El ciclo finalmente duró tres años. Muchas personas nos ayudaron a programar y conocimos una cantidad inmensa de títulos y artistas. Trabajamos con el Goethe Institut que nos permitió acceder a su videoteca y así conocimos a Gabriela Massuh, que luego nos invitó a organizar varias cosas en conjunto. Después de la proyección invitábamos a une DJ amigue o poníamos música nosotras (con Jor nos habíamos bautizado como Djs Tortafritas).

      Ese mismo año nos pusimos a estudiar programación web (HTML) y Flash y programamos y diseñamos nuestra página. Tenía una galería de arte virtual, nuestra agenda, noticias del mundo LGBTIQ, galería de fotos, galería de flyers, la programación de los ciclos de cine y las sinopsis de las pelis. Realmente era un portal LGBTIQ enorme y muy difícil de mantener actualizado.

      Todo lo que fuimos haciendo fue muy intuitivo, ninguna tenía formación en perspectiva de género. Siempre supimos que no estábamos dispuestas a transar con nada que pusiera en riesgo a nuestres asistentes. Se entraba gratis hasta cierto horario, hacíamos listas de descuento para entrar (la gente se anotaba por mail) y cobrábamos entradas muy baratas para que nadie se quedara afuera. Siempre pusimos nuestras condiciones y en general la gente se sorprendía mucho de que fuéramos tres pibas al frente del equipo. Nos peleamos con dueños de boliches al punto de levantar una fecha y armar barricada (la fiesta) en la vereda de enfrente, colgando la bandera del Orgullo entre los árboles y gritando ¡Brandon! para que la gente se cruce cuando iba llegando. He llegado a saltar desde la cabina de luces arriba de un grupo de patovas que se llevaban a un chico de los pelos y, por supuesto, no repetir ese lugar nunca más. Cuando la palabra no fue posible, hemos puesto el cuerpo.

      En 2004 un amigo nos sugiere formalizar nuestra estructura y se propone ayudarnos a organizarnos como Asociación Civil y hacer la presentación en IGJ.

      Es casi fin de ese año y Brandon es invitade a formar parte de un festival en San Telmo. No recuerdo por qué ni Viole ni Jor podían estar ese día. Me tomo un cerveza y me empieza a doler la panza. Me voy a mi casa, vivo a la vuelta de donde estaba montado el escenario. Termino en el hospital, morfina, traslado e internación en el Galván.

      El 30 de diciembre de 2004 me despierto en el hospital y todas las enfermeras lloran. Pregunto que pasa. CROMAÑÓN. Y me dicen, mientras enciendo la tele, que el cantante

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