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se tiene en cuenta el valor de los cultivos utilizados con este planteamiento, el coste neto de la restauración de los suelos es finalmente negativo. (50)

      Los herbívoros, al moverse así, en grandes manadas, pisotean y compactan los suelos a la vez que los fertilizan con elevados niveles de desechos concentrados y ricos en nutrientes. Este planteamiento se pone del lado de la naturaleza de una manera integral; contribuye al crecimiento de las plantas y reestablece los medios de subsistencia con más ganadería, mientras incrementa las poblaciones de vida silvestre a través de una gestión holística. La hierba depende para su proceso de descomposición de los herbívoros. Cuando desaparezcan esos grandes animales como el kudú y el búfalo del Cabo, los pastos se descompondrán mucho más lentamente por la oxidación. Millones de toneladas de vegetación seguirán en pie, morirán de pie, la luz no podrá llegar a los brotes que acaban de nacer y al siguiente año, las plantas morirán. Con la desaparición de la hierba solo quedará un suelo desnudo y un desierto cada vez mayor.

      Para Allan Savory, las pezuñas, la boca y los sistemas digestivos de los animales hacen esta misma tarea con mayor eficacia en un proceso que no consume combustibles fósiles y que puede repetirse de forma continua, sin coste alguno. Los grandes herbívoros rompen la corteza del suelo, pero sin dañar el subsuelo, y eso permite que la tierra absorba agua, respire y que germinen y sobrevivan más plantas. El efecto es más intenso cuando los animales se concentran en grandes manadas, que es como se comportan cuando están bajo la amenaza de los depredadores. En ese sentido, la Operation Hope gestiona el ganado, según Savory, de “forma depredadora amigable. No matamos leones, leopardos, hienas, perros salvajes ni guepardos porque su presencia es crucial para mantener activa la vida salvaje y en consecuencia para la salud de la tierra”. El ganado se guarda cada noche en cijas portátiles a prueba de leones (conocidas como kraals en el sur de África). Los animales grandes también compactan lo que encuentran bajo sus pezuñas, “cualquiera que haya tenido un caballo encima de sus botas sabe a qué me refiero”, bromea Savory, pero lo que aumenta la germinación es la correcta intensidad de esa compactación que permita a la semilla entrar en contacto con el suelo. Esa necesidad es la razón por la que los jardineros pisan la tierra alrededor de los brotes o de las semillas.

      Los rumiantes también devuelven material herbóreo a la superficie del suelo antes de que ese mismo material hubiera vuelto a donde los animales ya no estaban. Basta ver a una vaca o a un búfalo cómo pisotean el suelo o dejan estiércol para saberlo. En pocas palabras, la conversión de material vegetal en basura o estiércol es esencial para mantener la descomposición biológica. Las máquinas diseñadas para imitar a los animales no pueden hacer eso.

      Aquellos pastizales que dependen de las precipitaciones de temporada requieren una perturbación periódica para su existencia, pero que no sea ni poca ni mucha. El exceso de pastoreo depende también del tiempo, no solo del número de animales. Cuando se pisa en demasía el suelo termina convertido en polvo y aumenta la erosión provocada por el viento y el agua; y, como sucede con la mayoría de las cosas, cuando los animales están allí mucho tiempo, el estiércol y la orina se vuelven contaminantes, una lección que aprenden pronto los ganaderos que engordan animales de forma industrial. No es tan importante si hay una vaca o mil vacas, explica Savory, lo que importa es el tiempo que pasan allí. Los momentos de elevado impacto físico (pisar, defecar y orinar) se intercalan en cortos períodos frente a otros mucho más largos, para que puedan recuperarse las plantas y la vida del suelo. Como orientación, puede afirmarse a tres o menos días de pastoreo sigue un periodo de tres a nueve meses de recuperación; pero, debido a esa gestión holística, los pastores de la Operation Hope no siguen regímenes temporales abstractos. Cada pedazo de tierra y cada porción de tiempo, son únicos.

      Aunque Savory describe estos puntos de vista como una muestra de sentido común, lleva cincuenta años luchando para que este enfoque reciba apoyo científico. Durante la mayor parte de su vida, ha tenido que lidiar con la intensa oposición de los investigadores agrícolas decididos a “demostrar” que su planteamiento no funcionaba. La aceptación tardía, por parte de esa tendencia dominante, de las ideas de Savory representa un cambio profundo en la manera en que la ciencia entiende las transferencias de energía y nutrientes en la ecología de los ecosistemas.

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