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ya sea por la slow food, los derechos de la naturaleza o la conservación de las semillas, por no hablar del biorregionalismo y la comunización. (8) Y su número crece. Hasta un 12 % de los ciudadanos económicamente activos en Suecia, Bélgica, Francia, Holanda e Italia trabajan en algún tipo de empresa social, aparte de la enorme cantidad de trabajo no remunerado que ya se practica en el hogar y en la economía solidaria.

      Este es un libro optimista, pero no de una manera ingenua. Si debo convencer a alguien de que lo que está por venir es el presagio de esa nueva economía que necesitamos de forma tan urgente, debo analizar antes las poderosas pero ocultas razones por las que no es posible volver a la normalidad.

      Con el ánimo de saber por donde van los tiros fui al Palacio de Westminster en Londres. Habían invitado a Charles Hall, un profesor de ecología norteamericano, a que diese una conferencia sobre el retorno energético por energía invertida (Energy Return on Energy Invested, EROEI). Según decía, el principio central de esta idea es que se necesita energía para obtener energía, y si ese proceso supone un gran esfuerzo, y por tanto, un coste importante, no se invertirá en ello y no será posible disponer de la energía necesaria que haga funcionar el sistema. El profesor Hall nos mostró cómo a través del tiempo ha variado el número de barriles de petróleo que se obtienen para la actividad economía, por cada barril invertido en la extracción:

19301:100
19701:25
19901:15

      Hall señalaba que la mayoría de las soluciones energéticas que se pregonan hoy día, desde las arenas bituminosas en Alberta a los paneles solares en España son inferiores al umbral 1:15 por debajo del cual la inversión nunca es rentable. Y para concluir señalaba que “no se puede tener una economía sin energía. ¡La energía hace que funcione el sistema!”, y recordaba a Tom Murphy cuando añadía que los “combustibles de mala calidad significan un crecimiento de mala calidad”. Nunca olvidaré el silencio que siguió a su exposición. En ese momento, un veterano miembro del Parlamento se puso de pie, agradeció el profesor Hall su “interesante presentación” y añadió, “pero, por supuesto, para un político electo, reducir la riqueza es algo imposible de vender”, y se sentó. A continuación, el profesor Hall, el científico, dijo que él era un hombre de números, que no era un político, y se sentó, también. Finalmente, nos fuimos todos a casa.

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