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      Los cielos se han abierto otra vez.

      Las redes se tienen que echar de nuevo pero en el nombre de Jesús.

      Hay un nuevo poder manifestado en la plenitud de la venida del Espíritu Santo.

      La palabra de Dios siempre es nueva, viva, eficaz, poderosa y eterna.

      Hay un nuevo Pedro que predica en pentecostés y cinco mil vienen a los pies de Jesucristo.

      Para Pablo el que está en Cristo definitivamente es una nueva criatura, las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas.

      Hay un vestido nuevo para los que están en Cristo.

      Al final de los tiempos habrá cielos nuevos y tierra nueva para el deleite de las nuevas criaturas.

      La Biblia no es un montón de historias separadas. En realidad la Biblia es un relato extraordinario de la obra de Dios en el mundo que tiene que ver con la creación, la caída y la redención.

      Si tú logras ver el cuadro completo, podrás comprender que cada relato, cada historia, cada parábola, cada mensaje tiene que ver con esta gran historia. Una historia en la que nosotros somos protagonistas directos.

      Y todo está conectado y de esa forma podemos llegar a comprender que Dios siempre ha obrado y seguirá obrando en esta historia que tiene un final feliz para los creyentes.

      En el pasaje de Juan 14:1-6, Jesús está con sus discípulos en uno de esos momentos clave, cuando les está hablando aquellas palabras que quedarían para siempre como un legado en sus corazones.

      En menos de 24 horas Él iba a ser arrestado y llevado a juicio en sus últimos momentos de vida.

      Iba a ser torturado, azotado, golpeado, injuriado y clavado en una cruz. Y sus discípulos empiezan a entristecerse. Están quizás atónitos sin saber cómo responder a las palabras de Jesús quien está a punto de dejarlos.

      Podría ser una sorpresa para los discípulos que quizás esperaban otra cosa, pero no era una sorpresa para los cielos.

      Recuerden, Él había venido con una misión, y este anuncio no era más que el cumplimiento de la misión de Jesús hasta el final.

      Jesús vino desde los cielos para buscar y salvar lo que se había perdido.

      La tarea era muy clara y de no ser por el cumplimiento de esa misión, nosotros los creyentes en Jesús, seriamos los más dignos de lástima en el mundo entero. Pero en lugar de eso, somos los más afortunados porque tenemos un Salvador, que vino desde el cielo mismo para deshacer las obras del maligno, para romper con la maldición del pecado, para darnos salvación y vida eterna.

      Jesús enseñó pero Él no vino solo a ser un buen maestro.

      Jesús predicó pero Él no vino solo para ser un buen predicador.

      Jesús sanó pero Él no vino desde los cielos solo para ser un buen sanador.

      Jesús hizo montones de milagros, pero Él no vino desde los cielos solo para que lo conocieran por esos milagros.

      Él es el Único Salvador de este mundo, Él es el Único camino al Padre, Él es el Mesías esperado y no hay ninguna otra esperanza que Jesucristo El Dios de dioses y Rey de reyes.

      Los discípulos podrían estar temerosos ante la perspectiva de quedarse sin Jesús. Pero Él les estaba enseñando algo mucho más grande que quizás no comprendían aún.

      Recuerden que Jesús no vino para quedarse físicamente para siempre. Es necesario mirar el cuadro completo.

      En algunos otros pasajes de la Escritura, cuando vemos a Jesús anunciándoles a sus discípulos su muerte, vemos que ellos no ponen mucha atención a eso. De hecho hay pasajes en los que ellos están pensando quien será el mayor, quien se sentará a su izquierda y a su derecha, o el mismo Pedro le dice que no es necesario que vaya a la cruz.

      Probablemente podían pensar: hemos visto tu gran poder, te hemos visto hasta levantar muertos de su tumba, ¿quién va a poder matarte, Jesús?

      Pero en Juan 14 Jesús nota que el corazón de sus discípulos empieza a sentir esa ausencia, y entonces los consuela diciéndoles: no dejen que su corazón se turbe, crean en Dios, crean también en mí.

      ¡No dejes que tu corazón se turbe!

      Cree en el Padre, cree en el Hijo y tendrás descanso en tu corazón. Buenas nuevas. Evangelio puro.

      No es tanto creer en ti mismo. Es creer en el Padre y creer en el Hijo Jesucristo.

      Jesús desde el principio ha querido decirle a la humanidad que Él no vino a solucionarles todos los problemas del mundo. De hecho, Él afirmó que vivimos en un mundo de aflicción. Es ese el mundo en el que nos tocó vivir.

      Pero lo que sí está diciéndonos Jesús es que, aunque estemos rodeados de problemas, no permitamos que esos problemas aniden en nuestro corazón. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.

      Por eso es que necesitamos tan urgentemente la palabra de Dios, porque ella nos da seguridad y confianza para no permitir que los problemas que nos rodean aniden en nuestro interior.

      Desde el mismo momento en que permitas que los problemas del mundo afecten tu corazón, así mismo pueden afectar tu fe.

      Un barco se hunde cuando el agua que lo rodea penetra en él. Si esto no sucede, el barco navegará sobre esas mismas aguas sin tener contratiempos.

      Ante la multitud de noticias negativas que hemos escuchado durante este tiempo, pareciera que podemos anegarnos en ese mar infestado de dolor, de angustia, de llanto y de un aroma de muerte y desolación indescriptible. Pero cuando acudimos a la Biblia siempre encontramos en ella una palabra que cambia la perspectiva del dolor y lo convierte en fortaleza para seguir superando obstáculos.

      Seguir a Jesús significa también comprender sus palabras y vivirlas en todo momento.

      En medio de un mundo de aflicción, encontramos a Aquel que lo ha vencido.

      En medio de un mundo de temor, escuchamos de parte de Jesús el llamado a no dejarnos vencer por ese sentimiento.

      En medio de un mundo de ansiedad, recibimos de parte de Jesús la paz que trajo desde los mismos cielos.

      El contraste es evidente. Para cada dificultad siempre hay una palabra que trae consuelo, seguridad y fortaleza.

      Es por eso que la iglesia es la que tiene que tomar el mando en este tiempo para traer esperanza a un mundo desesperado. Somos los líderes de la Iglesia quienes tenemos ahora la palabra para cambiar las circunstancias, de la misma manera que lo hizo Jesús cuando vino a un mundo de esclavitud, de injusticias y de desamor. Y fue Él mismo quien derribó una a una esas barreras y nos enseñó la manera adecuada de enfrentar cada momento con valentía y seguridad. “El hecho es que tendemos a ver el mal en los demás pero no en nosotros mismos.”

      Hace un tiempo recibí la llamada de una mujer. Me dijo esto: he orado tanto por mi mamá, pero no se ha sanado, creo que he perdido mi fe.

      ¿Te das cuenta? Si los problemas nos abruman y no podemos ver el cuadro completo, esto puede afectar nuestra fe.

      ¿Recuerdan cuando Jesús le dijo a Pedro que el enemigo le pidió permiso para zarandearlos como a trigo? (Lucas 22:31) La oración de Jesús no fue para que el enemigo no les hiciera daño, o que se arrepintiera de zarandearlos. La oración de Jesús fue para que su fe no faltara. Esa fue la oración de Jesús en el momento de la crisis.

      Por estos días muchos se están sintiendo zarandeados por los problemas de la vida, y es por esto también que la fe está faltando en muchos que han decidido separarse del camino que traían en Jesús. La fe está tambaleando en muchos que aun creían que estaban firmes.

      Hay una multitud de creyentes de lugares cómodos, de tiempos buenos, de sillas acolchonadas, calefacción y buen entretenimiento. Pero esos mismos “creyentes” corren cuando las condiciones cambian y ya no están dispuestos a reunirse en las esquinas,

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