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      ¿Es esa la normalidad a la que quieres regresar?

      No, yo no quiero volver a esa clase de normalidad. Hay grandes desafíos por delante, pero si de algo estoy seguro es que yo no quiero volver a la normalidad de una iglesia llevada por la corriente del mundo que no desafíe los poderes del maligno. No. Mi Señor Jesucristo no derramó su sangre por una iglesia así. Él vino para cambiar este mundo para siempre y su iglesia tiene que ser digna de llevar su nombre.

      ¿Somos o no somos el pueblo de Dios?

      ¿Solo lo somos cuando cantamos esa canción o en cada acto de nuestras vidas?

      Dios te ama tanto que te ha permitido vivir en este tiempo, pero para que seas transformado.

      El virus te va a caer bien, porque no será un virus destructivo como el del coronavirus, sino que será un virus constructivo que hará que replantees tu vida y te conviertas en aquel o aquella que Dios tenía en mente cuando te envió a este mundo.

      ¡Alguien se está contagiando de ese bendito virus!

      En lugar de acercarnos a Dios nos hemos alejado paulatinamente de Él.

      Aunque Él ganó para nosotros el acceso al lugar santísimo, aún seguimos parados en el atrio pensando si debemos entrar o no.

      En lugar de un temor reverente, lo cambiamos por un pavor a su presencia, porque sentimos que puede ser fuego consumidor si llega a nuestras vidas y se da cuenta de nuestra tibieza espiritual.

      Y es por eso que seguimos confundidos porque Dios sigue estando tan distante.

      Por eso es que hoy en día seguimos viviendo en cadenas aunque ya Cristo nos hizo libres.

      Seguimos viviendo en frustración cuando Jesús nos enseñó a vivir en gozo.

      Experimentamos terribles soledades, a pesar de que Dios nos dijo que nunca nos dejaría, nunca nos desampararía.

      Seguimos en cautividad, a pesar de que Jesús ya llevó cautiva la cautividad.

      ¿Es esa la normalidad a la que quieres volver?

      ¿Y si Dios está usando este tiempo precisamente para quitar de ti todo lo que ha evitado que te parezcas a Él? ¿Aun así quisieras volver atrás?

      La multitud de gente que caminaba en el desierto estaba yendo hacia el lugar prometido por Dios, pero querían volver a la normalidad de Egipto.

      Se acordaron de los ajos y las cebollas que comían allá. Perdieron la perspectiva. En lugar de seguir mirando hacia lo que Dios estaba haciendo, se quejaban por lo que aun ellos no podían mirar, entonces pensaron que era mejor volver a la normalidad de la esclavitud.

      ¿Es eso de verdad lo que estás ansiando?

      ¿Te pareces al pueblo de Israel, queriendo volver a la esclavitud en lugar de reafirmar tus pasos que conducen a una tierra que fluye leche y miel?

      Los que tienen destino de tierra prometida, no pueden jamás seguir añorando la normalidad de Egipto, jamás.

      Pero tienes que tener fe para saber con certeza que lo que viene es mucho mejor que lo que estás dejando atrás.

      Yo no quiero una normalidad de gente apática e indiferente.

      Yo no quiero una normalidad de jóvenes que no están viviendo una experiencia espiritual.

      Yo no quiero una normalidad de familias quebradas, disfuncionales, divorcios por montones, miles de abortos diarios, droga que se consume a mares, violencia y crímenes, vicios que están destruyendo a nuestra juventud, no, yo no quiero esa normalidad.

      Nos habíamos acostumbrado a todo eso y ya no veíamos cristianos orando e intercediendo ante el trono de la gloria y rescatando gente de esas condiciones.

      No te acostumbres a esas realidades. No te acostumbres a esa normalidad, porque hay algo mejor esperando por ti. El reino de los cielos que vino a enseñar Jesucristo no es como los reinos de la tierra.

      La tierra prometida no se parece en nada al Egipto espiritual.

      La leche y la miel son mejores que los ajos y las cebollas de la esclavitud.

      Los frutos gigantes son mejores que los azotes y el sometimiento.

      Pero hay que vencer gigantes y derribar muros. Es cierto.

      Hay que sobrepasar epidemias y derribar temores.

      Hay que levantarse con valentía y poner la mirada en el futuro con Dios y entonces sabremos que todo esto valió la pena, que el desierto no fue el final, que llegaremos a esa tierra que Dios nos ofrece y no seremos los mismos que éramos antes.

      Y déjame hacerte una advertencia. Dios tuvo que matar a toda la primera generación de israelitas que no creyeron que lo que venía era mejor y tuvo que levantar otra generación de gente de fe.

      Y Dios lo puede hacer otra vez. Él puede acabar con una generación temerosa e indolente y solo los Josues y Calebs seguirán adelante y entrarán a aquel lugar.

      ¿Quieres volver a la normalidad?

      ¿O te estás preparando para entrar en la nueva tierra, en el lugar prometido, en el futuro de Dios, en el mejor tiempo de tu vida?

      Y así como el mundo estará cegado a la realidad de las bendiciones eternas, entre ustedes no será así, porque ustedes verán la gloria del Señor por su fe. Recibirán poder cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo, y serán testigos de Cristo hasta lo último de la tierra.

      El mundo no podrá ver las maravillas que están destinadas únicamente para los hijos de Dios.

      El mundo no podrá ver las revelaciones espirituales que surgen desde los cielos, pero Dios ha preparado grandes cosas para los que le siguen.

      El mundo no podrá entender las cosas espirituales y no podrá aceptar este precioso evangelio, pero nosotros no nos avergonzamos de esta palabra porque es poder de Dios para salvación y nosotros caminamos hacia la salvación eterna por el poder de la sangre de Cristo que nos ha limpiado de todo pecado.

      ¿Aun quieres volver a la normalidad?

      No dejes que tu corazón se turbe

      “No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay, si así fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a donde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomas: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿Cómo podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14: 1-6)

      El ser humano por naturaleza ha tenido una marcada tendencia a mirar hacia atrás para lamentarse o culpar al pasado por lo que le está sucediendo en el presente o simplemente para usar ese pasado como un mecanismo que le haga creer que aquello que vivió fue mejor.

      Por el contrario, Dios nos quiere siempre llevar hacia el futuro, aprovechando lo que hemos vivido, pero como experiencias enriquecedoras que nos sirvan para seguir construyendo algo mejor para el mañana.

      Por ejemplo, el pueblo de Israel caminaba hacia la tierra prometida, pero su mirada estaba en los ajos y las cebollas de Egipto.

      Los discípulos miraban hacia atrás al reinado de David para pedir que se restaurara el reino a Israel en ese tiempo, pero Jesús miraba hacia adelante diciéndoles: “recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos.” Es decir, proyéctense hacia lo que ha de venir.

      El Nuevo Testamento siempre apunta hacia lo nuevo.

      Nuevo nacimiento, nuevo pacto, nuevas criaturas, nuevo y único sacrificio en Jesucristo, un nuevo corazón, un espíritu renovado, un nuevo camino, una nueva esperanza, un nuevo comienzo, odres nuevos, vino nuevo, vestido nuevo,

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