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Del vientre a la muerte. Chandra Choubey
Читать онлайн.Название Del vientre a la muerte
Год выпуска 0
isbn 9786078704002
Автор произведения Chandra Choubey
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Así fue como emprendí esta aventura de entender nuestro universo; tratar de comprender la mente humana, cómo funciona y cómo se puede entrenar. Quiero compartir aquí este experimento-entrenamiento de nuestra mente pero, como en toda prueba, sólo sabremos que en verdad funciona si lo llevamos a cabo. Así que bienvenidos a la comprensión de la mente humana y al experimento con ella.
¡Experimentemos con la vida! Lo peor que puede pasar es que todo siga igual. El experimento da resultados. Una buena acción siempre da un buen resultado; si hemos hecho bien las cosas y aun así no conseguimos los frutos esperados, es porque quizá la acción estaba bien hecha pero no era una buena acción. Todas las acciones, no sólo deben estar bien hechas, sino que deben ser buenas acciones. Atrévete a participar en este experimento. «Los barcos están seguros en los puertos, –como dijo William Shedd–, pero no están hechos para estar en los puertos». No seas barco de puerto. No busques la seguridad, no tengas miedo. Un mar en calma nunca hizo buenos marineros; así que navega en alta mar, navega ante las adversidades de la vida. Este es tu destino. Naciste para esto, para navegar en alta mar. Cúmplelo.
4
¡Conoce tu mente! Pasado en presente
«Matamos lo que amamos, lo demás no ha estado vivo nunca».
Rosario Castellanos
Nuestras experiencias durante la infancia irremediablemente marcan nuestras vidas. Allí se hallan las vivencias más fuertes, las más recónditas; éstas determinan, de una forma u otra, lo que vivimos y dejamos de vivir, lo que vemos y dejamos de ver, lo que escuchamos y dejamos de escuchar, lo que sentimos y dejamos de sentir. Desde este punto de vista, todos nuestros comportamientos están correlacionados con lo vivido en la infancia; es desde esta memoria que desarrollamos nuestras vidas. Es decir, si hemos vivido el abandono por parte de nuestros padres, tendremos tendencias fuertes para hacer lo mismo con nuestros hijos. En nuestra infancia no somos justos, sino que justificamos nuestras acciones porque no entendemos los hechos, los interpretamos; no aceptamos nuestros errores, culpamos a otros. La tendencia es buscar a alguien que responda por nuestras acciones. No vemos la realidad sino que la confundimos con nuestra percepción. Hay una confabulación interna en la mente que lentamente nos va destruyendo, cada día, a veces, hasta llevarnos a la tumba. Entendamos nuestra mente y cómo funciona.
Las vivencias (particularmente de la infancia) y las experiencias de la vida, hacen que una gran parte de nuestra mente esté ciega. Sí, ciega. Únicamente vemos lo que queremos ver. Lo demás no existe. Está fuera del alcance de la mente. Un ejemplo de dicha ceguera es cuando estás buscando un objeto perdido; miras por todos lados y no lo encuentras. Después, de repente, lo hallas frente a ti. Sí, en el mismo lugar donde habías buscado antes, y crees que alguien lo puso allí. No, nadie lo puso sino que tu ceguera no te permitió verlo, pero tú estás seguro de que alguien lo cambió de lugar.
Una gran parte de nuestra mente corresponde a una «zona ciega», mientras el resto pertenece a un «área consciente»; es decir, la zona ciega no nos deja ver las cosas; no quiere verlas. Ve al mundo como quiere verlo, según «su realidad», según «su contexto» y no como es. Esa parte no sabe lo que no sabe, mientras que el «área consciente» ve las cosas, tiene plena claridad de las acciones. Para darnos una idea, esta zona ciega la podemos equiparar con el punto ciego del espejo retrovisor de un automóvil, ese espacio donde puede caber un coche y el conductor no alcanza a verlo; por ello, si no observa con mucha atención puede chocar. Aunque esta zona de un vehículo es muy reducida, llega a ocasionar accidentes. Imaginemos lo que puede ocurrir si nuestro cerebro tiene una ceguera en más de sus dos terceras partes. Es debido a esta falta de visión que no escuchamos, sólo oímos. Y cuando oímos, solamente oímos aquello que queremos oír. Nuestras nociones, nuestra educación, las experiencias, las circunstancias, nos llevan a fijar unas ideas y éstas hacen que no escuchemos, que no veamos lo que es, sino lo que nosotros queremos ver. Sólo esto. Nada más. Nada menos. Exclusivamente vemos lo que queremos ver. En cierta forma, son los contextos de nuestras vivencias, nuestra infancia en particular, que –en gran medida– determinan nuestras percepciones, nuestras «realidades».
Es en el área consciente que ocurren eventos placenteros y felices de la vida: nos enamoramos, nos casamos, tenemos hijos; el «área consciente» nos lleva al altar y a decir: «Yo te tomo a ti como mi esposa. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe». Y es la misma mente que, cuando entra en su zona de ceguera, años más tarde, es capaz hasta de matar a su pareja. Sí, a la que juró amar y respetar todos los días hasta que la muerte los separara. La muerte sí los separó, pero ésta fue provocada por la propia pareja. No es una metáfora: esa persona cometió un crimen. Varias de las personas –divorciadas– me han confesado que hubieran preferido la muerte de su pareja a divorciarse. La ceguera mental, pues, llega a provocar odio al grado de que una de las partes decide eliminar físicamente a la otra, a quien prometió serle fiel, apoyarla en las buenas y en las malas, amarla y respetarla todos los días de su vida… hasta que la muerte los separara. La pregunta es: ¿qué hay en la mente humana que llega a este grado de odio en el que se desea acabar con la vida de la persona a quien prometió amor eterno, con quien tuvo hijos, con quien pasó los mejores momentos de la juventud y de la madurez?
Tratemos de entender un poco esta ceguera mental. La parte ciega de nuestra mente no busca justicia, sino que justifica sus acciones. No entiende el hecho sino que lo interpreta según su conveniencia. No construye, sólo destruye. Incluso llega a la propia destrucción porque no está consciente y, cuando se da cuenta, ya es demasiado tarde.
Es por ello, que cuando hay una discusión en una pareja, una de las partes tiene que estar en el punto consciente para resolver esa disputa. Si los dos están en su «zona ciega», pueden desencadenar una guerra mundial. Sí, así comienza la gran guerra en la familia, con el detalle más insignificante. Te cuento un caso:
Una pareja decidía una noche a dónde ir a cenar. Las opciones eran ir a la casa de los papás de la mujer o con unos amigos de él. Decidieron cenar con los últimos. Todo iba bien, pero el problema empezó cuando regresaron a casa. Con unas copas de más, retomaron el tema inicial, ella le reclamaba por qué tenían que ir siempre a casa de sus amigos y no donde sus papás. Él contestó que ya estaba harto de ir a la casa de sus suegros. Ahí surgió el chispazo que iba a prender el incendio que los devoraría a los dos. Lo que ellos no entendían era que cuando fueron a la cena, los dos o uno de ellos estaban en su punto consciente. Y ahora, de regreso, los dos, ya con la ceguera mental aumentada por algunas copas de más, están a punto de destruirse, pues ninguno está dispuesto a ceder. Uno ataca y el otro contraataca. Uno ofende, el otro le «devuelve el favor». Ya son las seis de la mañana y siguen enfrascados en la discusión, en esa guerra que quieren ganar a toda costa. No advierten que lo único que ya no está en discusión es el motivo de la cena, ya son otros asuntos. Tienen una memoria envidiable cuando quieren destruir. Han sacado temas de años anteriores, de décadas atrás, con el afán de ganar. Ella dice: «¿Por qué sacas cosas de hace cinco años?» Y él le contesta: «¡Porque tú estás sacando cosas de hace diez!». La destrucción está en su auge, pero la batalla debe suspenderse momentáneamente porque uno tiene que ir a trabajar, con la promesa de que esto continuará.
Lo que sucede es que los dos están en sus zonas ciegas. Ninguno está dispuesto a condescender porque cuando la mente entra a la ceguera, no sabe tolerar. Un pequeño problema se convirtió en una guerra que devorará a otros, directa o indirectamente. Los hijos serán las primeras víctimas. En esta lucha de ganar por ganar, todos van a perder. El objetivo de ambos contendientes es mostrar quién humilla más. ¡Quién grita más! Quién tiene la mejor memoria. Quién destruye más. Así las cosas, ése será, quizá, el preludio de la pérdida de una familia. Todo comenzó porque en lugar de irse a dormir, escogieron el momento menos adecuado para discutir el asunto. Debieron haberse ido a la cama y comenzar el siguiente