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presente, se toca el corazón. ¿Puede decir algo al respecto?

      Permaneció en silencio un instante mientras echaba un vistazo al salón; luego, alzó la vista en dirección a mí y respondió entusiasmado.

      —Cada vez que los alumnos respiran cuando intentan practicar yoga —dijo—, lo hacen hacia el corazón. Los alumnos respiran hacia el interior del corazón buscando a Dios aquí mismo. Dios está en el corazón. Los alumnos quieren encontrar a Dios, pero sin encontrarlo. Respiran hacia el interior del corazón buscando enemigos.

      —¿Enemigos? —pregunté—. ¿A qué se refiere con “enemigos”? ¿Enemigos del corazón?

      —Los alumnos encuentran enemigos en el corazón. Seis enemigos —respondió—. Kāma, krodha, moha, lobha, mada, mātsarya.

      —¿Qué significan esas palabras? —pregunté.

      Pero no logró hallar el equivalente en inglés. Alguien comentó que tal vez se refería a los celos, la envidia y posiblemente la codicia. Otro creía que hablaba del odio.

      Luego otra persona hizo una pregunta y se cambió de tema.

      Durante los siguientes días, no podía dejar de pensar en estos seis enemigos. ¿Qué eran? ¿Qué es lo que impide que el corazón se abra? ¿De qué son síntoma estos seis enemigos? ¿Cuál es la relación entre la respiración y lo divino? ¿Cómo era que estos enemigos actuaban como obstáculos para alcanzar la libertad? Eran muchas las preguntas que me surgían, pero no tuve la oportunidad de hacérselas a Pattabhi Jois porque su curso de dos semanas estaba terminando. Todo lo que había llegado a entender hasta ese momento era que los seis enemigos se referían a los seis venenos: kāma (deseo), krodha (ira), moha (delirio), lobha (codicia), mada (envidia), mātsarya (pereza). Estos seis venenos son síntoma de un corazón insatisfecho, de una vida signada por el sufrimiento.

      Comenzamos a realizar posturas de yoga en un intento por aliviar el sufrimiento y encontrar una forma de llevar la vida con menos esfuerzo y más flexibilidad. El yoga es un camino para salir del sufrimiento, pero lo que hallamos luego de nuestra primera incursión o período de gracia es una matriz de patrones psicológicos y físicos habituales que se han apoderado de nuestra mente y nuestro cuerpo en obediencia a parámetros fuertemente condicionados.

      Más adelante tuve la oportunidad de preguntarle a Pattabhi Jois cómo lidiar con los venenos del deseo, la ira, el delirio, la codicia, la envidia y la pereza, a lo que contestó con una respuesta que cambiaría radicalmente mi forma de comprender el yoga y la psicología en general: “Entendiendo el corazón a través de la comprensión de los cinco klecarácteras. Al conocer los cinco klecarácteras, no hay más veneno; si no hay más veneno, no hay más ducarácterkha”.

      Con su antídoto de los cinco klecarácteras, Pattabhi Jois hace referencia al Yoga Sūtra, que se le atribuye al sabio Patañjali y describe en detalle los cinco factores que nos hacen seguir girando en la rueda del sufrimiento condicionado. Los síntomas directos de deseo, pereza, codicia, envidia y demás venenos son manifestaciones de factores psicológicos más profundos: los cinco klecarácteras. Estos cinco factores que aumentan nuestro descontento resumen brevemente las enseñanzas fundamentales de la psicología del yoga. Para llegar a las raíces del sufrimiento y sus correspondientes síntomas, hay que examinar los cinco klecarácteras. Todas las prácticas de yoga, incluidas la meditación, las técnicas de respiración, la ética, las posturas y las prácticas devocionales, hacen que el practicante se conecte con el centro del corazón. A lo largo de este camino al corazón, sin duda se presentarán obstáculos. No se puede explorar el cuerpo sin explorar también la mente, porque cuando trabajamos los síntomas del descontento, empezamos a ver que la fisiología y la psicología son inseparables. Los cinco klecarácteras describen la psicología del yoga en resumidas cuentas.

      Avidyā puede definirse como “no participar de la vida tal como es”. Proviene de la raíz vidyā, que en latín deviene vidéo y, volcada al inglés como video, significa “ver”. Cuando colocamos el prefijo a- delante de una palabra en sánscrito, esta se convierte en lo opuesto; en este caso, a- significa no ver las cosas con claridad. La avidyā describe un estado de la mente y el cuerpo ajeno al momento presente y que ignora la realidad como lo que verdaderamente es.

      Raga (apego) es el deseo de repetir experiencias agradables. Dvecaráctera (aversión) es la tendencia a alejarse de lo desagradable. Día tras día, de un momento a otro, nos movemos abruptamente entre raga y dvecaráctera, patrones reactivos de la mente y el cuerpo que nos impiden estar presentes, ya sea por querer aferrarnos al placer o por querer evitar el displacer.

      Asmitā es la elaboración de las historias personales del “yo, a mí y lo mío”. Refiere a la construcción de un ser en torno al cual gira nuestro mundo perceptual. Cada vez que hay apego o aversión, surge una historia del “yo”. Estas historias del “yo, a mí y lo mío” se crean cuando identificamos el intelecto con la consciencia pura y generamos en nuestra experiencia una brecha entre lo que está ocurriendo en verdad y la necesidad profundamente arraigada de pasar por el filtro de nuestras historias personales aquello que está sucediendo. El hecho de que percibamos constantemente nuestra experiencia a través de la lente del “yo” nos separa de lo que está surgiendo en el momento presente y, en consecuencia, genera ducarácterkha, un sentimiento de falta y alienación.

      Abhiniveśa es el miedo a soltar la historia personal del “yo, a mí y lo mío”. El miedo a la muerte abarca más que la pérdida de este cuerpo; llega hasta el corazón de nuestro apego más profundo: las historias del “yo” y la consecuente creencia en un ser sustancial y perdurable. El abhiniveśa es la sed de seguir existiendo. Es el miedo a soltar toda forma de apego y aversión. ¿Por qué? Porque la construcción del ser nos aleja de lo que está ocurriendo en el presente al separar la experiencia en “yo” y “eso”, en sujeto y objeto. Cuando soltamos la construcción continua de un ser o incluso la necesidad de ser “alguien”, somos libres de ser quienes somos. Cuando somos enteramente nosotros, nos olvidamos de la necesidad de ser el centro de nuestro mundo perceptual y así podemos comprender a otros y a nuestro entorno con mayor sensibilidad, compasión y franqueza.

      En esencia, Pattabhi Jois describió lo que experimentan muchos practicantes de yoga a medida que su práctica madura, es decir, que no se pueden trabajar exclusivamente los aspectos físicos del yoga dejando de lado la dimensión psicológica de la práctica. Obviar el papel que desempeña la psicología para modelar y determinar nuestra forma de estar en el mundo sería pasar por alto las capas más profundas de la práctica del yoga, aquellas capas que a la larga nos hacen repetir las típicas secuencias de angustia y descontento. Sin duda, podemos experimentar ciertas transformaciones físicas que ocurren cuando realizamos posturas de yoga, pero caer en patrones habituales más profundos requiere un período de atención sin preferencias ni aversiones: una mente que pueda estar presente con lo que sea que surja en el campo de la consciencia. De lo contrario, nuestros patrones habituales más profundos producirán síntomas recurrentes, conocidos en sánscrito como granthi, que se refieren literalmente a los nudos de la mente y el cuerpo. En un principio estos nudos se dan a conocer por medio de síntomas que generan descontento, es decir, por medio de los seis venenos.

      Los venenos, cuando permanecen inconscientes, conducen a acciones torpes que producen karma, aquella infalible actividad

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