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viva, es importante estudiar, practicar y enfrentar continuamente las enseñanzas básicas que ofrecen los maestros y los textos. Sin una práctica dedicada y un verdadero compromiso con la tradición del yoga, el yoga se vuelve una tradición únicamente de interés anticuario. Escribe el poeta Czeslaw Milosz: “¿De qué sirve la poesía si no salva naciones o pueblos?”. (10) ¿Acaso no podemos preguntar lo mismo respecto del yoga?

      Cuando tomamos las ideas que se nos enseñan en el marco de las tradiciones del yoga como verdades fundamentales, el yoga se vuelve dogmático y opresivo. Por eso nunca falta un practicante que, como Rama en el Yoga Vāsicaráctercaráctera o Arjuna en la Bhagavad Gītā, pregunte: “¿Qué tienen que ver estas prácticas exclusivas con mi sufrimiento y mi vida frente a la muerte? ¿Qué es esta vida en la que me encuentro inmerso?”. Para el alumno que aborda la práctica y las enseñanzas con una mente abierta y crítica, la práctica y el despertar se alejan más de un conocimiento ideológico u ortodoxo y se acercan más a una respuesta radicada en el aquí y ahora a las grandes preguntas de la vida. El yoga no se trata de amoldarse a las definiciones de la práctica que tienen otras personas, sino simplemente de una respuesta auténtica a las preguntas que nos presenta nuestra propia vida, nuestro propio camino. Si el yoga apunta a la verdad de la existencia, esa existencia deberá estar disponible para nosotros en todo momento, no como un sistema de creencias nuevo ni como una utopía que llegará en una vida futura, sino como algo que podamos tocar, mantener y descubrir por cuenta propia.

      Todo sucede por primera vez, pero de un modo eterno.

      El que prende un fósforo en el oscuro está inventando el fuego.

      El que desciende a un río desciende al Ganges.

      El yoga es atemporal. Esto no significa que sea eterno o efímero, sino simplemente que está disponible siempre en cada momento que surge, cuando nos adentramos en la esencia de quiénes somos. Las grandes preguntas de la vida y la muerte se hallan en la quietud de la mente y en las acciones directas de un ser libre de sí mismo. Aunque en un principio parezca una paradoja, el practicante de yoga no es otra cosa que la gran amplitud del universo. El Ganges se vuelve el eje central del propio cuerpo; y la esencia del cuerpo se manifiesta como los grandes ríos de la tierra, el vasto cielo y los vientos de la respiración. Practicamos cualesquiera sean las condiciones en que nos encontremos: deprimidos, fluidos, contaminados, claros, transparentes, lentos, o espesos como el barro.

      EL DESCENSO DEL CENTRO DE GRAVEDAD

      La práctica de las posturas de yoga, a la que suele hacerse referencia como hacarácterha yoga, forma parte del campo del tantra yoga. El término tantra es una combinación de dos raíces: tan (emerger, arquear la urdimbre o hacer algo con suma precisión) y tra (proteger). El tantra comienza con un reconocimiento meticuloso de la respiración y sus aspectos energéticos en el centro del cuerpo. Por ejemplo, lo que en un principio parece ser el ritmo obvio de la respiración acaba mostrándonos los vientos sutiles que crean dicha respiración, la naturaleza transitoria de todos nuestros pensamientos y sentimientos, y la no separación entre la respiración y la gran vibración que existe en toda realidad viviente. Esta atención precisa interrumpe nuestras habituales distracciones mentales, que son la causa principal del ducarácterkha.

      Aunque hay mucha confusión respecto del tantra como práctica sexual o modelo de visualización esotérico, aun cuando algunas formas de tantra incluyan efectivamente dichas prácticas, en su sentido más amplio el trantra corresponde al estudio de la relación energética entre la mente y el cuerpo, a fin de que la mente abandone sus hábitos de distracción para entablar una relación más profunda con los componentes básicos de la naturaleza. Cuando empezamos a trabajar con la mente y el cuerpo, nos volvemos plenamente conscientes de los movimientos energéticos que se producen en el cuerpo: las sensaciones, la temperatura, el sistema nervioso, la respiración. La práctica central del tantra consiste en aprender a trabajar con las energías de la mente y el cuerpo. El tantra es esencialmente psicológico porque debemos aprender a soltar el impulso de los hábitos mentales de distracción y reacción para poder sentir los cambios energéticos en el cuerpo y seguir su movimiento. El cuerpo puede ser estudiado y sentido, esculpido y examinado, hasta que se lo comienza a tratar como un microcosmos del vasto universo. El estudio de la realidad empieza con el cuerpo porque no existe un mundo percibido que sea independiente de la mente y el cuerpo.

      En el hacarácterha yoga, el centro del cuerpo es la base del diafragma pélvico. Tal como lo hace una rueda (chakra) o círculo, el diafragma pélvico se extiende por encima de los extremos densos de la pelvis: los dos isquiones, el hueso púbico y el coxis. Al igual que ocurre cuando miramos la base de una maceta desde arriba, la simetría interna del suelo pélvico es circular y posee un centro vacío que se halla por encima del perineo. Al final de una espiración, se produce una contracción detrás de la cavidad abdominal que termina en el centro del suelo pélvico. A esta se la conoce como mūla bandha (adhesión de raíz), donde la respiración hace que se contraiga el suelo pélvico y la mente está lo suficientemente presente para experimentar esta acción. He aquí dos puntos claves: en primer lugar, el ciclo de la respiración se organiza para lograr una espiración completa; y, en segundo lugar, la atención propia se mantiene lo suficientemente firme y centrada para permanecer presente hasta el final de dicha espiración. Este es tan solo un ejemplo de la unión de la mente, la respiración y el cuerpo. El tantra es la ciencia de prestar atención, y las prácticas de atención básicas empiezan en el cuerpo a través de la respiración. Al igual que muchas prácticas de yoga, la técnica física y la psicología no pueden separarse.

      El centro del suelo pélvico es también el centro de gravedad para un ser humano. En yoga, siempre nos movemos hacia el centro de las cosas, ya sean pensamientos, sensaciones, sentimientos o ciclos de respiración. Todo movimiento se inicia en el centro del suelo pélvico, y la respiración en tanto patrón energético se completa al detenerse en mūla bandha para volver a comenzar allí donde finaliza. La muerte y renacimiento del ciclo de respiración se percibe físicamente con mayor intensidad en el diafragma pélvico cuando entramos en contacto directo con el impulso inicial, la ampliación y la contracción y desintegración final de cada movimiento que se siente en el fluir de cada respiración. En las posturas de yoga y las prácticas de respiración, prestamos atención al diafragma pélvico no solo porque desafía nuestra capacidad de mantenernos presentes respecto de una sola cosa, sino también porque constituye el centro del cuerpo humano y abre una ventana microcósmica hacia el centro de la realidad.

      En el centro del cuerpo humano hallamos el centro de todas las cosas, ya que, cuando la respiración,

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