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en el siguiente orden de sucesión: surgió primeramente en las fuerzas marítimas, para luego extenderse a los ejércitos de tierra y al campo aéreo. Además, el desarrollo del poder militar dio lugar a otro rasgo de gran importancia: cada ciclo ha sido acompañado de una guerra: la guerra de los Treinta Años (1618-1648), cuando Holanda se impuso a los Habsburgo de Austria en la rivalidad comercial. Las guerras napoleónicas (1792-1815), que impusieron los intereses de Gran Bretaña sobre los de Francia. La guerra euroasiática (1914-1945), cuando triunfaron los intereses de Estados Unidos sobre los de Alemania.

      Otra característica de los ciclos hegemónicos ha sido la reestructuración del sistema interestatal después de cada guerra: la Paz de Westfalia (1648), después del triunfo de Holanda sobre los Habsburgo de Austria, el Congreso de Viena y el surgimiento de la Santa Alianza (1815), después de la derrota de Francia por Inglaterra. La restructuración del sistema interestatal impulsada por Estados Unidos es destacada más adelante.

      Esta extensión secular se debe a que el surgimiento y mantenimiento del poder hegemónico supone inversiones de larga duración en transporte, comunicaciones, infraestructura militar y políticas necesarias para conseguir la relativa supremacía en el nivel de eficiencia económica conducente al control del mercado mundial. Dicha eficiencia culmina en las guerras de 30 años, que establecen de manera definitiva la hegemonía y ulterior reestructuración del sistema interestatal

      Defensa retórica del liberalismo global

      Restructuración del sistema interestatal

      Luego de su triunfo sobre Alemania, Estados Unidos, en cuanto nueva potencia hegemónica impulsó una reestructuración del sistema interestatal funcional a sus intereses económicos y políticos. En este sentido, se destacan los Acuerdos de Yalta, entre Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña (1945), que fijan los territorios de influencia política en los mismos lugares donde se encontraban sus respectivas tropas al término de la Segunda Guerra; Bretton Woods y Naciones Unidas (1944 y 1945); el Plan Marshall (1947); la otan (1949), y el Tratado de Seguridad entre Estados Unidos y Japón (1951).

      Desde el punto de vista del comportamiento de los ciclos Kondrátieff, esta reestructuración corresponde a una fase A ascendente, que se prolonga aproximadamente desde el término de la Segunda Guerra hasta 1968-73. Es la fase que los franceses denominaron “les treinte glorieuses”, el punto culminante de la hegemonía de los Estados Unidos y la mayor expansión de la riqueza conocida hasta entonces.

      Durante esta fase de contracción, así como en la antecedente de expansión, Estados Unidos intentó reestructurar sus competencias políticas mediante la aplicación de diferentes medidas. Al respecto, sobresalen el lanzamiento por parte de la Naciones Unidas de la Década del Desarrollo (1970), la formación del Foro de Davos (1970), el Grupo de los 7 y la Comisión Trilateral (1973) y, posteriormente, el Consenso de Washington, que formalizará, casi en forma de decálogo, los mandamientos de acuerdo a los cuales debe regirse la globalización neoliberal que los Estados están obligados a seguir (1990).

      Hay que señalar que el declive de Estados Unidos como potencia hegemónica, y de las potencias hegemónicas en general, se origina en su creciente incapacidad para seguir manteniendo el liderazgo en innovación tecnológica, producción, comercio y finanzas, en la caída del poder político y militar aplastante y en el deterioro de su legitimidad política para transferir los costos de la producción a las zonas periféricas de la economía-mundo, esto es, las más pobres y políticamente más débiles.

      El declive de Estados Unidos

      y la fase B del ciclo Kondrátieff

      Sin embargo, a diferencia de la pérdida del poder hegemónico de Holanda e Inglaterra, el declive de Estados Unidos estaría ocurriendo cuando los principales Estados de las zonas centrales de la economía-mundo también se encuentran sumidos en una fase B del ciclo Kondrátieff. Esto constituye un fenómeno nuevo en la historia de “los largos siglos” pasados. La asunción del liderazgo hegemónico por parte de Inglaterra en el siglo xix, que sucedió al de Holanda en el siglo xvii, no aconteció en medio de una caída de todo el sistema-mundo capitalista. Esto constituye entonces una novedad en la larga evolución del sistema.

      En medio de esta crisis global es posible vaticinar el desahucio del dólar estadounidense como reserva monetaria mundial, sucedido por un mundo con una multiplicidad de monedas de reserva que permitirían una permanente fluctuación de las tasas de cambio, lo cual induciría a un congelamiento del financiamiento para nuevas actividades productivas. Al mismo tiempo, Wallerstein sostiene que ya no es posible evitar la declinación del poder hegemónico de Estados Unidos, después del fracaso de la política militar unilateralista llevada a cabo entre 2001 y 2006, durante la administración del presidente George W. Bush.

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