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      Aún en contextos escolares nutritivos que reducen los niveles de ansiedad, existe un porcentaje de estudiantes que presenta disposiciones genéticas o contextos familiares que activan cuadros ansiosos en ellos, por eso es importante preguntarnos ¿Cómo se puede apoyar a un estudiante con un cuadro ansioso en la escuela?

      A continuación, presentamos algunas sugerencias que permitirán al psicólogo escolar difundir nociones correctas y adecuadas del cuadro, comprender los objetivos generales de la intervención y apoyar el trabajo en red de los distintos actores involucrados.

      La ansiedad constituye un cuadro a la base de otros trastornos y puede ser muy contagiosa. Por eso, es muy importante reconocerla a tiempo y darle la relevancia que amerita.

      ¿Cómo se puede detectar el trastorno de ansiedad? El niño ansioso presenta un miedo difuso y generalizado, acompañado de una sensación de incapacidad. Frente a la situación ansiógena, se enrojece y le tiembla la voz; presenta sudoración en las aletas nasales y en las palmas de la mano; su respiración se acelera y se muestra entrecortada; y en situaciones extremas, los labios se tornan de color morado.

      La ansiedad pareciera generar un efecto de bloqueo y desorganización ante la información que recibe el niño, quedando su mente en blanco y captando las frases en forma parcelada, sin lograr un hilo conductor entre las ideas.

      El niño ansioso, frente a la evaluación, se centra en la evaluación misma y en los efectos que tendrá en su futuro. Como consecuencia de esta anticipación ansiógena, se termina preocupando justamente de lo que no debiera poner atención, impidiéndole rendir en la prueba que justamente lo angustia. La misma percepción de esta situación genera mayor ansiedad y sentimientos de incompetencia en él, dando lugar a una actitud ansiosa frente a la evaluación, que se traduce en un círculo vicioso que finalmente no logra romper.

      En términos generales, la persona ansiosa evalúa los estímulos externos e internos en forma negativa y amenazante, y siente una imposibilidad de controlarlos, lo cual dispara el círculo de la crisis de ansiedad.

      A nivel psíquico, la persona se encuentra nerviosa, inquieta, con malestar. Está irritable, le preocupa el futuro e interpreta sus sensaciones de forma hipocondríaca. Duerme angustiada y el llanto le alivia. Estos síntomas afectan tanto su percepción como sus pensamientos (cogniciones); el sujeto presenta una selección de la atención anómala para justificar su estado, y realiza una atribución externa de los eventos, que lo lleva a incrementar la ansiedad.

      A nivel corporal, el cuadro se acompaña de un correlato somático por hiperreacción neurovegetativa: la persona suele presentar palpitaciones, taquicardia, astenia, disnea, mareos, opresión torácica, dolores, inestabilidad, cefaleas, parestesias o temblores, sudoración, hipertensión o hipotensión, anorexia o bulimia, sequedad de boca, estreñimiento o diarrea, poliuria, distermias o trastornos sexuales.

      Según Jongsma (2000), algunas claves para detectar a estos niños y adolescentes son:

      • Excesiva preocupación o miedo que excede en forma evidente el nivel esperable para la etapa del desarrollo del niño.

      • Alto nivel de tensión motora, manifestada como inquietud, cansancio, temblores o tensión muscular.

      • Hiperactivación del sistema autónomo, presentando ritmo cardíaco acelerado, respiración entrecortada, vértigo, boca seca, náuseas y diarrea.

      • Hipervigilancia, manifestada a través de una constante sensación de inquietud y un estado general de irritabilidad.

      • Un miedo específico que empieza a generalizarse, cubriendo un área extensa de la vida del niño, al punto de interferir significativamente en su actividad diaria y la de su familia.

      • Ansiedad o preocupación excesiva, debido a la amenaza de abandono por parte de los padres, de que lo culpabilicen, que le nieguen la autonomía o estatus, que haya fricción entre los padres o interferencia en sus actividades físicas

      La reacción ansiosa puede ser inhibitoria de las conductas del niño o, por el contrario, aumentar la impulsividad e hiperquinesia. Ambas estrategias, que el niño utiliza inconscientemente, le permiten lidiar con los sentimientos intolerables que le genera el estímulo ansiógeno.

      Cuando la ansiedad está circunscrita a una sola situación o estímulo y va acompañada de una conducta evasiva frente al estímulo, estamos en presencia de una fobia. Esto podemos reconocerlo porque el niño se escapa, a través de movimientos evasivos o mediante una actitud distraída y lejana.

      Frente a manifestaciones ansiógenas de un niño o adolescente es necesario - antes de tomar cualquier medida- detenerse y dialogar con él, descartando posibles causas contextuales que justifiquen su actitud aparentemente desproporcionada. Cuando el niño o adolescente presenta cambios bruscos de ánimo o conducta es necesario pensar en otro tipo de problemática, como bullying o abuso sexual.

      Para que las estrategias de intervención frente a la ansiedad sean eficaces, es necesario que el colegio, la familia y el niño cuenten con orientaciones claras y comprendan la dinámica del trastorno. Si ellos reciben una explicación acerca de cómo funciona la ansiedad y sus efectos en el niño(a), tendrán mayores posibilidades de proponer ideas y aplicar las estrategias con resultados positivos.

      Una explicación que se puede entregar al colegio, al niño(a) y a su familia es la siguiente:

       "De todas las cosas que percibimos,hay cosas que son más preocupantes o nos producen más tensión, nos dan más miedo. Si bien todos tenemos una cierta capacidad para enfrentarnos a las cosas que nos dan tanto miedo -para que éstas no ocurran o bien no nos den tanto miedo una vez que ocurran-, hay personas a quienes las cosas les dan mucho más miedo… No es que no tengan capacidad para imaginar lo que pueden hacer frente al miedo, sino que el miedo es mucho más grande para ellas. Es como si tuvieran un umbral distinto, más bajo, para sentir miedo; tienen un "nivel de captación de miedo" más alto que el resto.

       En general, la gente se angustia cuando se rompe el frágil equilibrio entre lo emocional y lo racional, y el lado emocional los invade, a tal punto que no les permite reaccionar bien ante situaciones adversas.

       Hay familias y niños que suelen percibir el mundo con más miedo, y son capaces de imaginarse muchas cosas que les pudiesen pasar. A veces esto pasa por una suerte de costumbre de estar imaginando cosas malas que puedan pasar; otras, porque ya les han pasado cosas malas y se quedaron asustados, o porque son muy inteligentes, creativos y con fantasía, y se imaginan cosas, o porque son muy sensibles y se dan cuenta de más cosas. Lo cierto es que de tanto imaginarse cosas malas, les invade el miedo,que se vuelve incontrolable. Los miedos muchas veces son de cosas posibles, pero que es tan poco probable que ocurran, que finalmente terminan siendo un gasto de energía enorme.

       En estos casos, uno tiene que usar su inteligencia para mandar los miedos. Hay que decir "stop" y aprender a pensar en cosas que te producen tranquilidad, como hacen los budistas.

       A veces es necesario tomar un remedio para que no te preocupen tanto las cosas; el "tónico-quita-miedos" permite disminuir la ansiedad y pensar sobre ella: pero además, debemos aprender a mandar los miedos y no dejar que los miedos nos controlen a nosotros. Uno tiene un cierto poder para controlar su cabeza y "barrer el pensamiento de miedo" de ella. Por esto, haremos uso del tónico-quita-miedos mientras aprendemos a controlar nuestros miedos".

      Los distintos ámbitos y niveles de intervención debieran orientarse hacia la consecución de los siguientes objetivos generales. Se trata de bajar el nivel desadaptativo de la ansiedad, así como enseñar a manejar la ansiedad en el futuro.

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