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embargo, el monarca le respondió con el silencio, y, cuando el pintor partió de vuelta a Italia, ordenó quitar ambas telas del retablo –«que son para de cerca y de lejos, como dijo su autor», repetiría después Sigüenza con mordacidad– y las mandó poner entre las dos aulas del colegio[75].

      Si la ballena vomitó a Jonás,

      a los dos juntos vomitó Cajés:

      borrasca es de colores la que ves;

      el dinero se pierde aquí no más.

      Si a Nínive por orden de Dios vas,

      ¿por qué veniste [sic] a dar en mí al través?

      Tan mal pescado el que te almuerza es,

      que de comido dél vomitarás.

      A Jonás la ballena le tragó;

      y pues los cuatrocientos por él di,

      Jonás y la ballena tragué yo.

      Y por sesenta y siete que perdí,

      a los tres nos tragó quien la pagó,

      ¿Quién se podrà poner contigo en quintas,

      después que de pintar, Quevedo, tratas?

      Tù escriviendo ni atas, ni desatas,

      i assi haces lo mismo quanto pintas.

      Poesia i pintura son distintas

      i ambas cosas en ti son poco gratas,

      pidiendo tuertos ojos, cojas patas,

      satiras varias y diversas tintas.

      Imita al mismo Ovidio, al mismo Apeles;

      tu pintura sera qual tu poesía:

      bajos los versos, tristes los colores.

      Veremos en tus tablas i papeles

      ser igual el poder i la osadía

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