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Tras una introducción en la que la autora realiza un repaso a su trayectoria intelectual y a los temas esenciales del análisis visual, el libro ofrece por primera vez en lengua castellana algunas de las intervenciones más relevantes de la producción de Mieke Bal, llegando hasta los textos más recientes sobre los ensayos visuales, el análisis fílmico y el trabajo de comisariado. En cierta manera, es un mapa de los diferentes conceptos y problemas que han preocupado a Bal durante su larga carrera profesional, así como de cuestiones centrales del análisis cultural y los estudios visuales. El libro se divide en cuatro grandes partes que analizan el estatus de las imágenes y las metodologías de estudio, así como algunos desarrollos de la cultura visual y la cultura expositiva: La primera se centra en el estatus del análisis visual en la actualidad. Tras plantear su pertenencia a la disciplina de la historia del arte, Bal intenta desarrollar una metodología capaz de dar cuenta de la problemática de las imágenes y lo visual. A través de intervenciones teóricas y de análisis de obras de arte, se plantean cuestiones clave de metodología como el esencialismo visual, la temporalidad el concepto de preposterous o la política de la representación especialmente desde las lecturas de Rembrandt y el género. La segunda está centrada en el tiempo y en el modo en el que los artistas plantean, a través de su obra, ejercicios de análisis cultural. La tercera plantea una visión particular del arte político más allá del realismo, el activismo y la representación temática. Es lo sensible, lo estético, los afectos y las emociones lo central en el desarrollo de un arte político. En la cuarta reflexiona sobre su labor como artista y comisaria a través de tres ensayos sobre el arte de mostrar y el discurso de la exposición y el museo. Por último, en la pequeña conclusión La práctica del análisis visual, muestra la necesidad del análisis visual en el mundo contemporáneo.

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Dada la voluntad de difusión y acción eficaz que hizo ostensible la religiosidad del Siglo de Oro, puede entenderse naturalmente su fascinación por los instrumentos audiovisuales de adoctrinamiento y la función óptica de la comprensión. El acto de ver o mirar una pintura devota no era simplemente algo que le sucedía a la obra después de su ejecución por parte del artista, sino que ésta había sido creada para portar un mensaje distintivo e impactar en la imaginación. Enfatizar precisamente esta función comunicativa del cuadro, que está más allá de la mera experiencia estética, es un modo de equiparar imagen y oratoria. De hecho, este libro confirma que la retórica puede ayudar a determinar hasta qué punto las ideas tomadas de la elocuencia sagrada influyeron sobre los modos de ver en la Alta Edad Moderna hispánica, y cómo la percepción visual del público condicionó la predicación contemporánea.
Las conclusiones abren novedosas y enriquecedoras vías para la comprensión del arte y la cultura visual del Siglo de Oro, atestiguando, por un lado, una relación cierta entre los tratados españoles de pintura de la época y la oratoria clásica, y, por otro, afirmando la existencia de una teoría «española» de la imagen sagrada en los textos de predicación y espiritualidad de la época.

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