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lugar apesta a vómito —dijo la chica a mi lado. ¡Dios, de verdad no se calla!

      —Puedes irte si no te gusta. Nos harías un favor a los dos, sabemos que no va a funcionar.

      —Quiero mi beso. —Amber se acercó a mí más de lo debido. Me hice para atrás justo a tiempo antes que sus labios impactaran con los míos—. Dicen que besas como los Dioses, Rees.

      —Lo siento, ahora sí que la cagaste. No me meto con fáciles, Amber. La salida está por allí. —Señalé la puerta. Me encontraba un poco más grosero de lo que debía, pero el vino me puso en mi peor modo.

      —¡Te odio, Rees Hamilton! —gritó tan fuerte que mi cabeza dio media vuelta recibiendo sus palabras que importaban poco. Eso estaba bien, si me odia no estará esperando a que la llame más tarde.

      Necesitaba una cerveza, o whisky para calmar esta actitud de las mujeres que me sacarían el cerebro. Aún no entiendo por qué Charlotte salió demasiado fácil. Ella era perfecta, una dama bastante guapa. Su carácter se acoplaba al mío de una manera difícil de explicar. Dudaba encontrar a otra como ella en la Élite.

      —Eso fue duro, Hamilton —levanté la vista sorprendido ante el tono de voz que me hablaba al otro lado de la barra.

      —¿Renny? —Negué con la cabeza al tiempo que veía que colocaba una cerveza frente a mí—. ¿Qué haces metida en un bar?

      Esta soltó una carcajada tirando la tapita al bote de basura. Esto definitivamente no me cuadraba. Tenía puesta la blusa blanca tallada que enseñaba el estómago, los pantalones cortos eran demasiado cortos y sus brazos enseñaban sus tatuajes. Incluso lograba ver una frase en su hombro izquierdo y el del brazo derecho en su totalidad.

      Contemplé los aretes que resaltaban en toda su oreja derecha, como si fueran pequeños brillantes. Renny realmente era todo lo opuesto a mí, llena de tatuajes y aretes.

      —¿Qué parece que estoy haciendo? Supongo que viendo alguna serie tonta en la televisión.

      —Renny, tú y yo…

      —Ahórratelo, Race. Estoy en el trabajo y definitivamente no quiero hablar, no con un vulgar como tú.

      ¿Trabajo? ¿Por qué diablos trabaja en un bar? ¡Carajo! Tomé la cerveza dándole un trago bastante largo. No me gustaba pensar en Renny trabajando en un bar, uno en el que todos estos borrachos le estarían viendo el culo. Me pregunto si va al gimnasio, de ser así, ¿a cuál? Me gustaría verla más seguido. Podría cambiarme a… ¡Oh, no, Hamilton! No me gusta la manera en que mi cabeza está trabajando en estos momentos. Es una pesadilla.

      —¡Race! —Kyle entró meneando su cabello rubio para quitar el exceso de agua. ¿Agua?

      —¿Está lloviendo? —pregunté sin poder ver afuera, el bar era completamente tapado y oscuro.

      —Claro que está lloviendo. ¿Qué creías? Que me derramé una botella de agua para entrar haciéndome el dramático. Estás en Londres, idiota. ¿Qué esperabas?

      Sí, bueno, estaba acostumbrado a que empezara a llover de la nada. No sé por qué todavía se lo pregunto a este hombre que tiene cerebro de manilla. Quitándose la chaqueta, la colocó en el colgador, donde sería bueno ir a colocar la mía, ni siquiera me la he quitado.

      Regresé mi atención a la barra, donde Renny hablaba con otro de los trabajadores que cargaba una charola de botellas vacías de cerveza. Ella reía de la misma manera que estaba riendo conmigo en China Town. Entrecerré los ojos, no me gustaba ver que ella estuviera disfrutando de las palabras de otro, ¡Jesús! No me gustaba para nada.

      Tampoco me gusta cómo me estoy sintiendo de atraído por ella. Debe ser porque no puedo besarla y cogérmela así de fácil.

      —Vamos, Race, quita esa cara. Estás a un segundo de que haga una intervención antes que Ren vea tu cara.

      —Solo… ¿Por qué está coqueteando con él? No es como si fuera alguien —lo señalé de forma dramática—. Vamos, míralo.

      Kyle le dio una mirada al chico. Tenía una camisa polo con el logo del bar. Su bandeja, ahora vacía, y su cara de saber exactamente lo que quería de la pequeña Renny Ren, como si fueran íntimos. Hasta este momento, lo poco que sabía de Renny era casi una nada. Ella era un misterio completo.

      —Tiene un mes trabajando aquí, él casi un año. Son amigos nada más. Tienes que controlarte un poco, voy a empezar a pensar que te estás enamorando de Scott.

      —¡Enamorarme! ¡Vaya mierda, Kyle! Sí que eres ocurrente. Eso nunca pasará y lo sabes.

      Una parte de mí me gritaba que estaba loco, que ya estaba en picada con esta mujer, pero la parte cuerda de mi cabeza me decía que todo estaba bajo control. No iba a caer por ella, solo tenía que salir de la duda de quién era Renny Ren. Quitarle el encanto del misterio que la rondaba.

      —¡Renny! —gritó Kyle—. La más fría que encuentres.

      Estaba a segundos de preguntarle a qué se refería con fría y qué le estaba pidiendo a ella. No le estaba especificando nada. ¿Cómo diablos iba a saberlo? A pesar de que estaba perdido, Renny entendió a la perfección. Tomando una cerveza fría, la destapó y entregó a Kyle con una sonrisa. Esté se la agradeció, regresando su atención a mí. Este debe ser lenguaje de bar, uno que en mi vida había escuchado antes.

      Kyle empezó a contarme sobre las alineaciones en la carrera de la próxima semana, a la cual no podría asistir por no haber estado en la primera ronda hace un mes. Estaba esperando a que empezaran otra vez para sentir la adrenalina en mi piel. Necesitaba regresar a la pista de una manera más formal y no en una pequeña carrera de entrenamiento.

      —Allí está mi mujer —la sonrisa de Renny desapareció inmediatamente con un gesto de rechazo en el rostro. Brat se acercaba a ella de un modo posesivo. La tomó de la cintura con ademanes sobreprotectores, algo dentro de mí se despertó en ese instante. ¿Enojo? ¿Celos? No lo sé, solo que esta sensación estaba a punto de estallar.

      Renny saludó a todo el grupo de hombres, todos con esa actitud de machos que tanto odiaba. Los conocía a todos, eran lo peor del motocross. Dos de ellos corrían en mi categoría, Brat y Jack, el resto en categorías menores, pero en algún momento nos juntamos en la pista.

      —Lo odio —dije, desviando la mirada.

      —Es raro. —Kyle se acercó a mí para que nadie más pudiera escuchar—. Pensé que habían terminado su relación, al parecer…

      Me puse de pie sin pensarlo, caminando en dirección a ellos. Renny se sorprendió cuando me vio. Sí, señorita, no estoy del mejor humor, menos cuando te veo con otro.

      —Brat —saludé con un movimiento de cabeza—, chicos. Tengo una pregunta que hacerte. —Toda mi atención estaba puesta en Renny. Le hice un movimiento invitándola a salir de ese grupo. Ni siquiera sabía que iba a preguntar, lo único que necesitaba era sacarla de allí. ¡Lejos de él, maldición!

      —Estoy trabajando, tendrá que ser en otro momento.

      Renny dio media vuelta para entrar a la barra una vez más. El otro empleado llegó para dejar las cervezas en la mesa de cada uno. Contuve la respiración al ver que Brat y compañía se reían del rechazo olímpico que me hizo Renny.

      —Sigue riendo, idiota —dije señalándolo con el dedo—, cuando ella sea toda mía, estarás llorando por haberla perdido.

      La risa de todo el grupo se intensificó. Todos a su alrededor gritaban vulgaridades y me insultaban, en ese momento me sentía bien con sus insultos, quería decir que lo había hecho bien. Estaba acostumbrado a ellos, nunca nos llevamos bien, pero tampoco nunca me involucré con nadie en este lugar.

      —Renny es simplemente sexo fácil —me detuve a medio camino, analizando sus palabras que sonaban una y otra vez en mi cabeza—. Le encanta retorcerse en mis brazos de placer, le encanta gritar mi nombre cuando se viene. ¿Crees que puedes

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