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Reino Unido. Un cargo que mi abuelo dejó hace unos pocos meses. Cuando mi abuelo falleció, papá se vino abajo un tiempo. No sé qué es perder a un padre, pero sí a mi abuelo.

      Perder a tus seres queridos es un dolor insoportable, es la idea de no volver a verlos, su risa, su voz y en mi caso… Sus regaños.

      —De seguro serás bueno. ¿Ya escogiste dónde harás tu maestría?

      —No. Estoy viendo aún eso, y tú, mademoiselle, tienes planes para conquistar el mundo de la moda, ¿no es así?

      —Sir Hamilton —dijo en estilo muy antiguo, como esa, su época de Shakespeare que tanto le gustaba jugar cuando éramos niños—, una dama como yo no presume de sus talentos con tanta facilidad, pero os aprecio mucho el comentario.

      —Mademoiselle, pero no es un comentario, le he preguntado por sus increíbles talentos por conquistar el mundo.

      —Sir Hamilton, el mundo ya lo tengo conquistado. ¿Qué me dice de usted? ¿Acaso puedo conquistarlo?

      Cualquiera en la faz de la tierra diría que mi hermana y yo teníamos cierta atracción el uno hacia el otro, siempre bromeando acerca de coquetear. Mi hermana era eso, era mi clon y pensaba que era la mujer más hermosa de la tierra por el simple hecho de ser igual a mí, mejor dicho, yo a ella. ¡Diablos con los minutos que nos separan!

      —Disculpen —levantamos la vista a la chica que estaba en nuestra mesa parada con un celular en la mano. Estaba con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Race Hamilton?

      Preguntó solo por compromiso, porque esa chica sonaba muy segura. Asentí, regresándole la sonrisa al ver que se emocionaba haciéndoles señas a dos amigas más. Estas se acercaron rogando por una fotografía. No tenían que rogar, igual me la tomaría. Tomé a la rubia por la cintura y a la del cabello pintado por el otro.

      Estaba acostumbrado a esto, aun así, era extraño cuando le pedían a Holly que se unieran, los gemelos Hamilton éramos muy conocidos en Inglaterra, tanto por mis carreras como por la carrera de modelaje de Holly.

      —No puedo creerlo, Race Hamilton. Una locura la fiesta en la fraternidad, te vimos con Renny Scott, no quisimos interrumpir. Ella nos da un poco de miedo —dijo la rubia observándome con esos ojos saltones completamente maquillados. Las chicas eran bonitas, pero su comentario no me gustaba para nada.

      —Ella es dulce —dije, regresando a mi asiento.

      —¿Dulce? —Las tres soltaron una carcajada—. Fría y perra es la palabra correcta.

      Me di la vuelta para verlas a las tres. No quería que nadie hablara de Renny, menos cuando no estaba para sacarles la madre por lo que estaban diciendo. Suspiré antes de señalar a Holly que ya exhibía una sonrisa. ¡Vaya hermana la mía! Estas mujeres eran de lo peor, tal vez por eso no las entendemos. Entre mujeres se entienden y se odian la mitad del tiempo.

      —¡Qué tengan feliz tarde, señoritas!, si nos permiten, regresaré a mi hermana.

      —Claro, no queríamos interrumpir. —La rubia seguía con su tono seductor, como si quisiera que la invitara a salir. Dándome un beso en la mejilla, dejó una servilleta en la mesa que estaba seguro contenía su número de teléfono.

      Cuando las chicas se fueron, Holly soltó una carcajada, observando el pedazo de papel que no tomaría. No pude ocultar mi vergüenza mientras arrugaba la servilleta, las chicas aún me estaban observando, pero me valió madres. No estoy para el tipo de mujeres que andan de perras por todos lados y hablando mal de otras mujeres, eso no es fino.

      —Entonces, quedamos en fiesta de hielo —dije para desviar la conversación.

      —Sí, ya sabes que el alcohol es tu responsabilidad, yo veré la decoración con mamá y la comida.

      Nos metimos en una conversación acerca de los preparativos, de cuáles cosas especiales tener y como arreglaríamos todo. La verdad es que me gustaba muchísimo celebrar mi cumpleaños, ponerle temática y hacerlos especiales. Quizá era más por Holly, pero ya tenía esa costumbre.

      —Vestido azul como de bailarina con unos tacones impresionantes y tú, un traje blanco con azul. Louis se pondrá uno también.

      Creo que optaría por uno blanco con negro, un poco más varonil que el celeste o azul. Seguramente a Renny le gustará más el negro, el azul sería objeto de burlas. No reaccioné hasta que Holly mencionó algo acerca de las invitaciones, no podía invitar a Renny. La boda fue una excepción, pero no podía simplemente seguir con eso de llevarla a todas partes.

      Cerré los ojos unos segundos tragándome la maldita idea de mi realidad, mañana tenía una cita con Amber Woodgate, no era una de las favoritas de papá por ser pariente de Harry Woodgate, el que en algún pasado remoto intentó quitarle a su novia. Cuando hablo de novia, hablo de mamá, ya se imaginarán que a papá no le gusta para nada esa familia.

      Con excepciones, Cora, la hermana de Harry que está casada con Blake, el mejor amigo. En su época, William, Lui y Blake eran invencibles y muy unidos. Algo al estilo de Holly, Louis y Rees, solo que mis dos invencibles se casaron y me dejaron como un solitario eternamente metido en medio de ambos.

      ¡Genial!

      Le mandé un mensaje a Kyle para ver si él podía conseguir el número de Renny, definitivamente tenía que pedirle perdón. Si no fuera por Louis, seguiría pensando que su reacción fue bastante exagerada. Pero, ¡vamos! Le falté el respeto completamente, me merecía que me tirara el té chai y arruinara mi chaqueta.

      Le di otro trago a mi vino tinto, eso era lo único que podía mantenerme cuerdo en estos momentos. Esta mujer no cierra la maldita boca. Amber Woodgate se la ha pasado hablando toda la tarde desde que nos juntamos en un café cerca del Royal. La invité a salir como era debido, porque era la siguiente en la lista, de todas con las que había salido desde que la lista llegó a casa hace un año tengo que admitir que esta es la peor.

      Si sus conversaciones fueran un poco más interesantes no estaría emborrachándome a las cuatro de la tarde con vino tinto de alta calidad, ni siquiera estaba disfrutando de los aperitivos que el mesero sirvió en esos platitos de porcelana. Normalmente, disfrutaba muchísimo comer, también disfrutaba de las pláticas de muchas de las chicas de la élite, pero de esta, paso.

      —La cosa es que Yon, el instructor chino que estaba el año pasado, fue un grandísimo pesado con todo mundo, fue por eso que lo sacaron del Royal.

      ¡Maldición! ¡Ya no la aguanto! Está hablando una cantidad de idioteces en las que ella cree que tiene la razón como todos en esta puta élite. Si se me permite opinar, eso no es ni la cuarta parte verdad. Yon era genial y se fue por otras razones y no porque fuera pesado.

      Odiaba que criticaran a las personas sin una base sólida, era desesperante que todo se basara en cotilleos que dejaban mucho que desear.

      —Era coreano y se regresó a su país. No era pesado, solo es su forma de ser. —Me puse de pie empinándome la copa a fondo blanco. Al diablo con el Rees paciente. Esta era mi octava copa y ya estaba surtiendo efecto—. Te invito a una copa al bar de la esquina, ya me aburrí de este lugar.

      El bar de la esquina era nuestro frecuente con Kyle, no era un lugar al que una chica o chico de élite iría. El vino me había dejado con ganas de más, necesitaba alcohol o deshacerme de ella. Una de dos.

      —¿Bar? ¿Un lunes por la tarde?

      —Bueno —tomé mi chaqueta—, si no quieres venir, no vengas, yo iré. Adiós, Annie.

      —¡Es Amber! —dijo, poniéndose de pie, molesta—, y si voy a ir, Rees. Es mi tarde contigo, no voy a desperdiciarla solo porque estás siendo un idiota.

      Me encogí de hombros ignorándola al tiempo que dejaba un par de billetes en la mesa. Quizá era más de lo que la cuenta valía, pero al diablo, quería irme de

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