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definición razonable reúne dos direcciones que a nosotros nos parecen distintas: (i) la pareja hipótesis-verificación apunta a la formulación de una pertinencia que perdura cualquiera que sea la calidad de la verificación, siempre provisional. Para las infortunadas ciencias humanas, los resultados definitivos son raros y la mayor parte de los conceptos avanzados desaparecen no bajo los golpes de una refutación rigurosa, sino simplemente por indiferencia. (ii) Si la pareja hipótesis/verificación es transitiva y afecta al lenguaje-objeto, la coherencia es reflexiva y recae sobre lo que se convierte, por desplazamiento de la atención y del interés, en un metalenguaje. ¿Esta unicidad es fatal?

      Conviene subrayar que así es como se piensan y se presentan las teorías ellas mismas, pero nosotros sabemos que la parábola lévi-straussiana del bricolaje vale igualmente para los trabajos del espíritu3. Así, la teoría greimasiana conjuga dos modelos, cuya escala de aplicación es, en principio, diferente. Por una parte, el modelo fonológico propuesto por Troubetzkoy y Jakobson; por otra parte, el análisis del cuento popular ruso realizado por V. Propp. Ahora bien, es claro que el modelo fonológico no tenía en su inicio vocación de tratar el cuento popular: los rasgos fonológicos no son del mismo orden que las características propias de los actores del cuento popular. Propp mismo toma en cuenta «funciones» y no «rasgos». A propósito del número de modelos, nos contentaremos con indicar que la física está regulada por dos modelos distintos: la teoría newtoniana y la física quántica.

      Tal como nosotros la concebimos, la hipótesis tensiva toma en préstamo de Hjelmslev, aunque dándoles la vuelta, dos parejas de categorías que no son mencionadas en los Prolegómenos: (i) la pareja [intenso vs extenso], a los que les modificamos las valencias. Según Hjelmslev4, la magnitud extensa afirma una «dirección», lo que no es el caso de la magnitud intensa. En líneas generales, para Hjelmslev, las magnitudes extensas conciernen al aparato del verbo; para la semiótica tensiva, las magnitudes intensas son del orden del afecto, y con ese título, rigen las magnitudes extensas. Por otra parte, nosotros vinculamos la pareja [intenso vs extenso] con la distinción entre los estados de alma y los estados de cosas, reconocida en Semiótica de las pasiones5:

intensidad regente ↓ estados de alma extensidad regida ↓ estados de cosas

      El segundo préstamo se refiere a la distinción [intensivo vs extensivo] que concierne a la estructura paradigmática de los sistemas. A partir de la división de una zona semántica en tres casillas, Hjelmslev introduce la distinción siguiente:

      Esta elección de un solo término de la zona como base del sistema depende de un principio según el cual una sola casilla debe ser elegida como intensiva, mientras que las otras casillas son extensivas. La casilla elegida como intensiva tiene tendencia a concentrar la significación, mientras que las casillas elegidas como extensivas tienden a expandir la significación sobre las otras casillas hasta invadir el conjunto del dominio semántico ocupado por la zona6.

      Esta distinción permite ampliar el dominio de pertinencia de la elasticidad: esta no se limita a la praxis discursiva puesto que es parte comprometida en la constitución de los sistemas. Si la intensidad tiene como articulación elemental el contraste [fuerte vs débil], la extensidad por su lado tiene el contraste [concentrado vs difundido]. Así:

intensivo extensivo
concentrado difundido

      Si admitimos ahora que estamos a cada instante en presencia de un análisis, entonces conviene postular un término /x/ anterior a dicho análisis, término que se convierte en condición del análisis en cuestión. A ese término /x/ que el análisis viene a escindir lo designamos como tensividad a fin de marcar en la terminología la jerarquía de las categorías. Esta distinción sirve de base a la tipología de los valores que será esbozada más adelante. La tensividad, pues, no tiene contenido propio: no es más que el lugar de encuentro, el punto de fusión, la línea de batalla donde la intensidad se apodera de la extensidad, donde un plano del contenido intensivo se une a un plano de la expresión extensivo. La teoría misma se convierte en semiosis.

      Semiótica 1, en el mismo artículo mencionado anteriormente alude a la presencia del metalenguaje en la teoría, e identifica esta última como una «jerarquía de metalenguajes». Sin embargo, en la medida en que la intensidad subjetal de los estados de alma se anticipa a la extensidad de los estados de cosas, se trata más bien de un protolenguaje, tal como lo deja entender Cassirer: «Sin el hecho de que un sentido se manifieste en algunas vivencias perceptivas, la existencia permanecería muda para nosotros»7. Todo pasa como si el enunciado fundador enunciase: «En el principio era el afecto…».

       2. LOS MODOS SEMIÓTICOS

      La noción de modo es abordada por la lingüística, la gramática y la semiótica, pero cada vez con un matiz particular. En el Curso de lingüística general (CLG), Saussure distingue, con el propósito de señalar la diferencia entre las relaciones paradigmáticas y las relaciones sintagmáticas, los términos in praesentia, efectivos, de los términos in absentia, virtuales. Semiótica 1 añade un tercer modo: la actualización. Finalmente, Tensión y significación8 lleva esta cifra a cuatro, confiando a la potencialización la tarea de recoger y guardar las trazas del discurso. Desde el punto de vista gramatical, en el estudio titulado Ensayo de una teoría de los morfemas, Hjelmslev demanda a los modos que «administren» la realidad:

      En los modos, la dimensión más resistente es la de no-realización/realización (significación dubitativa o asertiva, expresada en muchas lenguas por la entonación, por ejemplo la interrogación), y la segunda dimensión es la de realización deseada y la de su negación (hay, por ejemplo, realización deseada en el imperativo)9.

      Este recuerdo sucinto requiere dos observaciones: (i) la cuestión de los modos es una cuestión abierta; (ii) los modos aparecen como el plano de la expresión de una semiosis que tiene por plano del contenido las modalidades, y singularmente la modalidad estructurante del poder-hacer, la cual distribuye dos esferas existenciales: la esfera transitiva del «yo puedo» y la esfera intransitiva del «yo no puedo». Así, los modos afectan a la narratividad por cuanto esta última tiene por pivote la carencia.

      2.1 El modo de eficiencia

      Tarde o temprano, la reflexión necesita imágenes. Nosotros representamos la actividad discursiva como un campo de presencia en el cual las magnitudes semióticas entran y salen. Si permanecen fuera del campo de presencia que, en nombre de alguna regla vigente, las rechaza, las declara prescritas, se las considera virtualizadas; si permanecen en el interior del campo de presencia, se dice que están actualizadas, a la espera de ser realizadas. El tratamiento de estas significaciones constituye un capítulo completo sobre el sentido.

      La entrada en el campo de presencia puede realizarse de dos maneras diferentes: según el «sobrevenir» [survenir], o bien según el «llegar a» [parvenir]. En esta dupla de modalidades aspectuales, el «sobrevenir» es el término marcado. Para darnos cuenta de la medida de su importancia, conviene suponer, siguiendo a Cassirer, la primacía de la afectividad, que recibe la denominación, discutible en francés, de fenómeno de expresión: «Pues toda realidad efectiva que captamos no es, en su forma primitiva, la de un mundo preciso de cosas, erigido ante nosotros, sino más bien la certeza de una eficiencia viviente, experimentada por nosotros»10. En razón de esa prevalencia del «sobrevenir», el sujeto es primero un sujeto del padecer, es decir, después de catálisis, un sujeto que no puede no

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