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evento, por otro, nos proporcionan no una, sino, a beneficio de inventario, tres sintaxis distintas: una sintaxis intensiva, que tiene por tensión directriz [fuerte vs débil]; una sintaxis extensiva, cuya tensión directriz es [común vs raro]; una sintaxis juntiva, que tiene por tensión directriz [esperado vs inesperado]:

      Por lo que se refiere al desarrollo, la sintaxis tensiva presenta una particularidad muy importante, la reciprocidad de la operación y del objeto. En la sintaxis extensiva, ese dato es el más fácil de sorprender: la sintaxis extensiva opera por selecciones y por mezclas. Pero a las dos preguntas elementales: ¿cuál es el objeto de una selección? y ¿cuál es el objeto de una mezcla?, las respuestas prioritarias son: una selección tiene por objeto una mezcla anterior, en la exacta medida en que una mezcla tiene por objeto una selección anterior. Según Greimas: «En lingüística las cosas pasan de otra manera [que en la lógica]: el discurso guarda en sí mismo las trazas de operaciones sintácticas anteriormente efectuadas»30.

      El cuadro siguiente agota las cuatro posibilidades elementales de combinación del proceso y del objeto:

      Como se ve, es posible seleccionar una selección, así como es posible mezclar dos mezclas y manifestar, recurriendo a la recursividad, una progresividad, la cual es el resorte de la sintaxis extensiva.

      Si aplicamos el mismo razonamiento a la sintaxis intensiva, a la tensión [fuerte vs débil], las operaciones correlacionadas serán, respectivamente, el aumento y la disminución. La combinación del aumento y de la disminución producirá también cuatro sintagmas interdefinidos:

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      La sintaxis intensiva difiere de la sintaxis extensiva en un punto: esta sintaxis dispone de un juego de «sílabas» intensivas que consiste en la combinación de esas magnitudes mínimas que son el más y el menos, las cuales se pueden combinar bajo el mismo principio:

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      Estas «sílabas» intensivas hacen sensible eso que podríamos llamar como el grano mismo del devenir, la moneda menuda de la aspectualidad. Dichas «sílabas» intensivas se hallan bajo la dependencia del tempo: la aceleración las virtualiza, mientras que la ralentización las manifiesta. La complementariedad de esas figuras intensivas y de ese «deletreo» aspectual es fácil de establecer: la «superación» demanda el añadido de un más; la extenuación el añadido de un menos; la moderación el retiro de un más; la nivelación, el retiro de un menos.

      Finalmente conviene señalar que esta sintaxis intensiva no solamente nos trae a la memoria algunas figuras de retórica, especialmente aquellas que apuntan a la proyección del destello en el discurso, sino también la función poética según la concepción de A. Breton para quien la poesía «debe tender cada vez más a ejercer su poder inigualable, único, que consiste en hacer aparecer la unidad concreta de dos términos puestos en relación y en comunicar a cada uno de ellos, cualesquiera que sean, un vigor que no tenía cuando se encontraba aislado»31.

       5. PARA TERMINAR

      El punto de vista y la teoría divergen en su relación con la duración. Una teoría carece de valor si no se inscribe en la duración. Pero eso sería atenerse solamente al plano de la expresión. En cuanto al plano del contenido, durar, en nuestro propio universo de discurso, es renovar o renovarse. La novedad es hoy en día el único valor que los contemporáneos admiten. El dilema entre lo verdadero o lo nuevo ha quedado zanjado si seguimos la opinión de M. Foucault: «Para aquel que tiene disciplina, es preciso que disponga de la posibilidad de formular indefinidamente propuestas nuevas»32.

      ¿Cómo se presenta ese requerimiento renovado de la novedad desde el punto de vista tensivo? La novedad puede advenir según los dos modos de eficiencia ya mencionados: el «sobrevenir» y el «llegar a». Según el «sobrevenir», es decir, como evento, iluminación, gracia inmerecida; si bien los historiadores se dedican con empeño a recuperar su objeto, mostrando que el evento estaba latente. Según el «llegar a», es decir según la progresividad y la paciencia que ella supone. Para la hipótesis tensiva, se trata de mostrar que la novedad toma los caminos diversos de la sintaxis tensiva.

      Según la sintaxis intensiva, la novedad será obtenida por medio de aumentos y de disminuciones. Así, en los años gloriosos de 1960, la lingüística, segura de su método y de sus resultados, se tenía como la disciplina piloto, la que debía asegurar la salud de las ciencias humanas. Greimas acariciaba la misma esperanza para la semiótica. Posteriormente, se produjo un reflujo en las dos disciplinas.

      Según la sintaxis extensiva, la cual procede por selecciones y por mezclas, la renovación esperada puede llegar por aproximación, después por composición de dos magnitudes consideradas hasta entonces como distantes o extrañas la una de la otra. El ejemplo trillado, aunque sin duda inigualable, se refiere al gesto de Newton que identificó la gravedad con la gravitación de los astros y con el fenómeno de las mareas como idénticos, metafóricos.

      Finalmente, la sintaxis juntiva opera por la sustitución de la implicación por la concesión. También aquí, el ejemplo manido se refiere a la querella entre el heliocentrismo y el geocentrismo, también al caso de la lámpara incandescente en la presentación que de él propone Bachelard: hasta la invención de la lámpara incandescente, un cuerpo, una sustancia iluminaba porque ardía, mientras que, con la lámpara incandescente, el filamento ilumina aunque no arde. El aunque y el porque han sido permutados.

      Así, la sintaxis tensiva, por medio de esas tres modalidades, está en capacidad de producir la novedad que exigen hoy todas las disciplinas*. A beneficio de inventario, la hipérbole para la sintaxis intensiva, la metáfora para la sintaxis extensiva, y la paradoja para la sintaxis juntiva, son las vías que puede tomar el sujeto para producir esa novedad que hoy tanto se reclama y es esperada, exigida por un discurso que pretenda ser teórico. De paso, anotaremos que las figuras de retórica, lejos de ser ornamentos del discurso, son más bien sus obreras.

      Con toda seguridad, asoma aquí cierta circularidad. La teoría no accede más que a los objetos que se le parecen, lo mismo que las categorías son preparadas por los modos semióticos y por las opciones de las dimensiones consideradas constitutivas, a saber, la intensidad y la extensidad; pero dicha circularidad es el garante epistemológico de la homogeneidad de la teoría propuesta.

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