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(Jer 4,10) le sirve para exhortar a examinar muy bien las palabras del Señor desde la óptica divina (2S 19,7); los estragos que producían en el pueblo los magos y aríolos que había entre los hijos de Israel (1Re 28,3) le lleva a hablar de discípulos y allegados del demonio en sus días y a decir: «Y cuán perniciosos sean éstos para sí y perjudiciales para la Cristiandad, cada uno podrá bien claramente entenderlo» (3S 31,6); la estratagema de Gedeón y sus soldados con la antorcha dentro del cántaro que luego se rompería (Jue 7,16-20) le sirve para explicar cómo la fe, figurada por los cántaros, contiene en sí la divina luz (2S 9,3); las órdenes recibidas por Josué de destruir todo cuanto hallase en Jericó, chico y grande (Jos 6,17-21) las traslada a la destrucción de todos los apetitos o afectos desordenados del alma (1S 11,8).

      Abrahán es para Juan de la Cruz modelo de cómo hay que obedecer y entender las promesas de Dios y de cómo la palabra de Dios es eficaz y su generosidad desbordante (2S 19,2; 31,1; 3S 44,2); ejemplo de desapego de las cosas temporales encuentra en la persona del profeta Samuel que por eso fue, además, «tan recto e ilustrado juez» (3S 19,4); ponemos también como personajes bíblicos a personajes de las parábolas tales como Lázaro y el rico epulón para expresar «falta de caridad con los prójimos y pobres» y otros males sin cuento que nacen de la glotonería (3S 25,5); de otro par de personajes de parábola: el fariseo y el publicano se sirve para delatar los daños que se siguen de poner el gozo de la voluntad en los bienes morales (3S 9,2; 28,2-3).

      Omitimos otros personajes, pero el personaje bíblico –y extrabíblico– por encima de todos es Cristo Jesús. Más adelante al indicar los temas principales de la obra señalamos la cabida que tiene Cristo Jesús en la trama de la Subida. Después de Cristo Jesús el personaje principal que aparece en la Subida es María Santísima. Principal en sí misma y por la principalidad que se le atribuye en un texto clave proponiéndola como la realización divina más completa de esa unión con Dios a que va enderezando las almas y a cuya explicación se endereza su pluma: «Dios sólo mueve las potencias de estas almas, para aquellas obras que convienen según la voluntad y ordenación de Dios, y no se pueden mover a otras; y así, las obras y ruegos de estas almas siempre tienen efecto. Tales eran las de la gloriosísima Virgen Nuestra Señora, la cual, estando desde el principio levantada a este alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo» (3S 2,10)[26]. Como personaje también bíblico y extrabíblico y funesto, del que habla no poco Juan de la Cruz, y con el que tuvo descomunales batallas, habría que citar al demonio[27].

      16. La experiencia y la ciencia

      La Biblia es la fuente principal, pero pasada por el filtro de la experiencia religiosa y espiritual del autor. Experiencia personal y ajena a la que se remite no pocas veces del modo más explícito (1S 5,5; 2S 21,7; 22,16; 26,17 [«de que tenemos muy mucha experiencia»]; 31,2; 3S 2,4; 5,2; 13,9; 36,2), y otras muchas de un modo más difuso, pero seguro.

      No en vano uno de sus más cercanos compañeros y confesor suyo, su secretario y amanuense, Juan Evangelista, declara: «Fue este santo de grandísima oración y muy dado a ella como se verá por sus libros, los cuales le vi componer, y jamás le vi abrir libro para ello, sino del trato que tenía con Dios, que se echa bien de ver que es experiencia y ejercicio, y que pasaba por él aquello que allí dice» (BMC 13, 585).

      De su ciencia da bastante testimonio, además de su conocimiento de la Biblia, su saber filosófico-teológico esmaltado de alguna que otra cita de Aristóteles (2S 8,6; 2S 14,13); Boecio (2S 21,8; 3S 16,6); Ovidio «el poeta» (3S 22,6); Agustín (1S 5,1); pseudo Dionisio (2S 8,6); Gregorio (3S 31,8); Tomás de Aquino (2S 24,1). Otras veces, sin descender a nombres concretos, cita «los filósofos»; «los teólogos»; «los espirituales» (en cuanto escritores); o, simplemente, se refiere a la filosofía, o, de modo más genérico aún dice: «llaman», «se cree», etc. Todas estas citas y alusiones son indicativas de sus conocimientos, de su ciencia, pero sabía, evidentemente, mucho más de lo que estos detalles pueden sugerir, ya que se trata de un autor estudiadamente y, por buen gusto, sobrio y que no quiere alardear para nada de aquel tipo de erudición que era la peste de su siglo, como se puede ver ridiculizada en el prólogo cervantino de Don Quijote.

      17. ¿Cómo leer el libro de la Subida?

      La Subida del Monte Carmelo tiene una cierta mala prensa y algunos la consideran como la causante de que no pocos lectores no hayan seguido leyendo a Juan de la Cruz. Así lo cree nada menos que Gabriel de Santa María Magdalena[28]. Otro gran teólogo y filósofo brasileño M. Teixeira-Leite Penido cuenta lo que le pasó a él mismo: «E quem escreve, bem se recorda como, ao ler pela primeira vez a Subida, lançou de si e teve Joaô da Cruz por feroz e desumano»[29]. Pero añade a continuación, cuando se recuperó de aquella impresión pasajera: «Nem feroz nem desumano: O corâçao dos santos è liquido, dizia um deles, o Cura d’Ars...».

      Hay también quienes se empeñan en que habría que cambiar el orden de los libros en las ediciones; así se evitaría que los lectores tropezasen inicialmente con la Subida; que lean primero el Cántico, y después podrán afrontar mejor la Subida[30]. No sé si esto es muy psicológico o es una falacia. Nosotros ofrecemos lo primero la Subida; la llamada de las cumbres es siempre una vocación de esforzados. En la Subida no hay más adusteces o exigencias fuertes que en el evangelio. Quien sea capaz de entender los llamados evangelios, o pasos evangélicos difíciles, no tiene por qué tropezar en la Subida. Juan de la Cruz ya le pronostica en el capítulo considerado por algunos como el más fuerte: «Y estas obras (consignas de renuncia evangélica) conviene las abrace de corazón y procure allanar la voluntad en ellas. Porque, si de corazón las obra, muy en breve vendrá a hallar en ellas gran deleite y consuelo, obrando ordenada y discretamente» (1S 13,8).

      Para evitar inconvenientes que puedan surgir en la mente de ciertos lectores, y para una buena comprensión del proyecto total de la obra son de capital importancia los dos esquemas mencionados: poético y pictórico, ya por lo que son en sí mismos ya también por el hecho de que el libro queda incompleto, sea en Subida, sea en Noche. De ahí el valor especial de los versos y del diseño por contener todo el itinerario espiritual seguido en la experiencia del alma, tal como lo ha trazado el autor, aunque después no esté completo en el comentario en prosa, por haber quedado inconclusas ambas obras.

      Para saber leer correctamente lo que nos queda del libro y descubrir los horizontes a que apunta hay que situarse en el punto de mira en que se situó el autor al escribirlo.

      Todo suena a pasado. Los pretéritos de los verbos dan su testimonio: salí es el verbo principal de las tres primeras canciones, aunque esté sólo escrito en la primera. Otra corona de pretéritos: guiaste, juntaste, quedó, quedéme y olvidéme, recliné, cesó, dejéme, dan el mismo testimonio. La serie de imperfectos: veía, miraba, ardía, guiaba, esperaba, sabía, parecía, guardaba, regalaba, daba, esparcía, hería, suspendía fija la atención en el transcurso y continuidad de la acción, pero ya la enuncian como algo pasado y que ahora está siendo relatado autobiográficamente por el alma enamorada.

      Esta clave de lectura que en otra parte he llamado «desde la cumbre»[31] se clarifica aún más si atendemos a la declaración explícita puesta por el autor al principio del libro de la Noche oscura: «Antes que entremos en la declaración de estas canciones conviene saber aquí que el alma las dice estando ya en la perfección, que es la unión de amor con Dios, habiendo ya pasado por los estrechos trabajos y aprietos, mediante el ejercicio espiritual del camino estrecho de la vida eterna que dice nuestro Salvador en el evangelio (Mt 7,14), por el cual camino ordinariamente pasa para llegar a esta alta y dichosa unión con Dios».

      Esta llamada de atención es aplicable no sólo a los dos libros de la Noche sino a los tres de la Subida que están intencionalmente bajo el peso y la luz del mismo poema.

      Este modo de escribir, histórico biográfico, requiere de quien se acerque al libro esa actitud lectora y bien despierta para distinguir al historiador-biógrafo espiritual del práctico, guía actual y montañero del alma que va siendo encaminada a la meta.

      El lector tiene ciertamente que valerse por sí mismo, pero ha de dejarse llevar por el autor, que no disimula su preocupación porque se le entienda correctamente. De aquí sus

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