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cosas humanas por más acabadas que sean, son defectuosas, le cupieron a este escrito los descuidos de saltar algunas claúsulas que se puede fácilmente suplir o por otros manuscritos o por los mismos impresos».

      Como códice auxiliar (para remediar los defectos del códice base de Alcaudete) nos sirve el manuscrito de Alba de Tormes: Archivo Carmelitas Descalzos. Lo que va entre paréntesis cuadrados o corchetes se toma de este de Alba de Tormes. En casos señalados recurrimos a la edición príncipe (=ep). Alcalá 1618.

      Al final del libro tercero y de toda la obra publicamos los que figuran en varios manuscritos como capítulos 46 y 47, y así aparecen en este mismo de que nos servimos. Pueden verse acerca de esto otros detalles en la pequeña introducción que anteponemos a dichos capítulos.

      En la edición hemos puesto las notas imprescindibles a pie de página. En compensación añadimos al final un simple glosario que ayude al lector a recorrer la Subida sin tropiezos lingüísticos. En las Concordancias de 1990 puede el lector repasar los usos de tales voces en Subida y las podrá configurar con más detalles.

      Para otro tipo de dificultades en la lectura, el autor, consciente de la profundidad de su libro en el que dice encontrarse «doctrina sustancial y sólida» (Prólogo, 8), da un consejo obvio, de cuyo cumplimiento se promete una clarificación progresiva: «Y por cuanto esta doctrina es de la noche oscura, por donde el alma ha de ir a Dios, no se maraville el lector si le pareciere algo oscura. Lo cual entiendo yo que será al principio que la comenzare a leer; mas, como pase adelante, irá entendiendo mejor lo primero, porque con lo uno se va declarando lo otro. Y después, si lo leyere la segunda vez, entiendo le parecerá más claro, y la doctrina más sana» (Ib). El mismo Juan de la Cruz solía explicar oralmente el texto del libro a sus religiosos en Granada (Baltasar de Jesús: BMC 25, 356).

      La lectura amorosa y reiterada de Subida producirá el efecto benéfico que produciría la exégesis del propio Juan de la Cruz sobre su texto.

      José Vicente Rodríguez

      Breve bibliografía en castellano

      De la inmensa bibliografía sanjuanista, indicamos a nuestros lectores sólo lo más esencial.

      Vida. Aconsejamos como reconstrucción muy aceptable (no obstante sus no pocas lagunas): Crisógono de Jesús, Vida de San Juan de la Cruz (obra póstuma), BAC, Madrid 1946; actualmente en la 12ª edición 1991. Como obra muy completa que abarca la vida, la palabra, el ambiente: Dios habla en la noche, EDE, Madrid 1990. Libro espléndido con 870 ilustraciones y biografía completa. Como obra abundante, la de Efrén-Steggink, Tiempo y Vida de San Juan de la Cruz, BAC, Madrid 1992, discutible y discutida en no pocos puntos. Libro de estilo ameno, el de J. M. Javierre, Juan de la Cruz, un caso límite, Sígueme, Salamanca 1991.

      Obras completas: ediciones preparadas por Lucinio Ruano, BAC, Madrid 199113; por Eulogio Pacho, Monte Carmelo, Burgos 19934; por José Vicente Rodríguez-Federico Ruiz, EDE, Madrid 19935. Como obra cumbre Concordancias de los escritos de san Juan de la Cruz, edición preparada por Juan Luis Astigarraga-Agustín Borrell-Francisco Javier Martín de Lucas, Teresianum, Roma 1990.

      Introducciones:

      AA.VV., Introducción a la lectura de san Juan de la Cruz, Junta de Castilla y León, Salamanca 1991 (con buena selección bibliográfica al principio); F. Ruiz Salvador, Introducción a san Juan de la Cruz. El hombre, los escritos, el sistema, BAC, Madrid 1968; J. V. Rodríguez, San Juan de la Cruz, profeta, enamorado de Dios y maestro, Madrid 1987; E. Pacho, Iniciación a san Juan de la Cruz, Burgos 1982; San Juan de la Cruz. Temas fundamentales 1 y 2, Burgos 1984.

      Recomiendo las Actas del Congreso Internacional sanjuanista celebrado en Ávila en septiembre de 1991 y sus tres volúmenes: Filología (I); Historia (II), Pensamiento (III), publicados por la Junta de Castilla y León en 1993. Verdadera enciclopedia del sanjuanismo.

      Trata de cómo podrá una alma disponerse para llegar en breve a la divina unión. Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa para que sepan desembarazarse de todo lo temporal, y no embarazarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu, cual se requiere para la divina unión, compuesta por el Padre fray Juan de la Cruz, Carmelita Descalzo.

      ARGUMENTO

      Toda la doctrina que entiendo tratar en esta Subida del Monte Carmelo está incluida en las siguientes canciones, y en ellas se contiene el modo de subir hasta la cumbre del monte, que es el alto estado de la perfección, que aquí llamamos unión del alma con Dios. Y porque tengo de ir fundando sobre ellas lo que dijere, las he querido poner aquí juntas, para que se entienda y vea junta toda la sustancia de lo que se ha de escribir; aunque al tiempo de la declaración convendrá poner cada canción de por sí, y, ni más ni menos, los versos de cada una, según lo pidiere la materia y declaración. Dice, pues, así:

      CANCIONES

      en que canta el alma la dichosa ventura que tuvo en pasar por la oscura noche de la fe, en desnudez y purgación suya, a la unión del Amado

      [1] En una noche oscura,

      con ansias, en amores inflamada,

      ¡oh dichosa ventura!,

      salí sin ser notada,

      estando ya mi casa sosegada.

      [2] A escuras, y segura,

      por la secreta escala, disfrazada,

      ¡oh dichosa ventura!,

      a escuras, y en celada,

      estando ya mi casa sosegada.

      [3] En la noche dichosa,

      en secreto, que nadie me veía,

      ni yo miraba cosa,

      sin otra luz y guía

      sino la que en el corazón ardía.

      [4] Aquésta me guiaba

      más cierto que la luz del mediodía

      adonde me esperaba

      quien yo bien me sabía,

      en parte donde nadie parecía.

      [5] ¡Oh noche que guiaste!

      ¡Oh noche amable más que la alborada!

      ¡Oh noche que juntaste

      Amado con amada,

      amada en el Amado transformada!

      [6] En mi pecho florido,

      que entero para él solo se guardaba,

      allí quedó dormido,

      y yo le regalaba,

      y el ventalle de cedros aire daba.

      [7] El aire de la almena,

      cuando yo sus cabellos esparcía,

      con su mano serena

      en mi cuello hería,

      y todos mis sentidos suspendía.

      [8] Quedéme y olvidéme,

      el rostro recliné sobre el Amado,

      cesó todo, y dejéme,

      dejando mi cuidado

      entre las azucenas olvidado.

      PRÓLOGO

      [1] Para haber de declarar y dar a entender esta noche oscura por la cual pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del amor de Dios cual se puede en esta vida, era menester otra mayor luz de ciencia y experiencia que la mía; porque son tantas y tan profundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales, por que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de perfección, que ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir.

      [2] Y, por tanto, para decir algo de esta noche oscura, no fiaré ni de experiencia

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