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misma,

      cuán seca para los prójimos y

      cuán pesada y perezosa para las cosas de Dios»

       (1S 10,4).

      Además de situaciones negativas y dolientes, el ¡Oh! le sirve al alma para cantar jubilosa su buena ventura. En la poesía esta partícula mínima está subrayando su buena suerte: ¡oh dichosa ventura!, en la primera canción y repitiéndola en la segunda, en el tercer verso también. La estrofa quinta es el no va más del encarecimiento:

      ¡Oh noche que guiaste!

      ¡Oh noche amable más que el alborada!

      ¡Oh noche que juntaste

      Amado con amada,

      amada en el Amado transformada!

      A través de estos elementos gramaticales tan diminutos, además de percibir temas importantes, entra el lector en sintonía con el autor, asociándose a su pathos mental, psicológico y espiritual más que a su discurso lógico en tantas ocasiones. La empatía es uno de los mejores caminos para una lectura plena y correcta.

      Indicamos unos cuantos de esos temas –realidades y verdades– más sobresalientes:

      – Cristo palabra definitiva y única del Padre (2S c.22). Es uno de los mejores y más ricos capítulos escritos por Juan de la Cruz; fue alegado en el Concilio Vaticano II.

      – Cristo paradigma de perfección para caminantes (1S 13,3-4).

      – Cristo camino, ejemplo y luz (2S 7,9-12).

      – Cristo hermano, compañero, maestro, precio y premio (2S 22,5-7), Esposo y Amado (1S 14,2; 15,2).

      – Estilo pedagógico de Dios (2S c.17). Se perfilan las directrices a que se atiene ordinariamente Dios en su condescendencia con sus criaturas.

      – Biografía del alma sujeta a los apetitos desordenados que, en realidad, no son sino amor desordenado (1S cc.4-12).

      – La unión con Dios (2S c.5): tema central de todos los escritos sanjuanistas. Al ir escribiendo siente la necesidad de cortar el hilo de la exposición para situar esta realidad y hacer más inteligible lo que ha dicho hasta ese punto y lo que dirá de ahí en adelante (2S 4,8).

      – El mundo teologal (2S c.6). Ya queda dicho algo anteriormente; hay que añadir que, después de varios tanteos mentales, termina por implantar en este capítulo el esquema y el camino teologal, de modo que todo lo que sigue hasta el último párrafo de la obra no tiene otro sentido que hacer vivir la vida teologal frente a todos los objetos de las potencias del hombre, ya que «las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, que tienen respecto a las dichas tres potencias, como propios objetos sobrenaturales y mediante las cuales el alma se une con Dios según sus potencias, hacen el mismo vacío y oscuridad cada una en su potencia: la fe en el entendimiento, la esperanza en la memoria y la caridad en la voluntad» (2S 6,1).

      – Trascendencia de Dios (2S 4,4) y su presencia (2S 5,4, 6-7).

      – Los fueros de la razón natural (2S cc. 21 y 22).

      20. Advertencia final para la comprensión del libro

      Esta obra no es un manual para llevar a nadie a la conversión inicial. Trata de vida espiritual y por lo mismo supone que ya se tiene esa vida para cuya potenciación y beneficio se escribe.

      La marcha monte arriba y noche adentro se va desarrollando en tres tiempos: a) en el bautismo se recibe gratuitamente la unión inicial con Dios, germen y semilla de la plenitud a que se ha de llegar; b) la muerte del hombre viejo acaecida en y por el bautismo se sigue produciendo constantemente a lo largo de la existencia por medio de la vida teologal; c) por la acción de Dios y la colaboración del hombre se va alcanzando la unión perfecta con Dios. De todo este proceso habla acaso más claro en CB 23,6, haciendo ver cómo el itinerario de la perfección y unión con Dios en desposorio y matrimonio espiritual es itinerario bautismal, es decir, iniciado en el bautismo con la infusión gratuita de la unión germinal con Dios (Véase también LB 3,24).

      Aquí en Subida pone las mismas bases citando dos textos del evangelio de San Juan: dio poder para ser hijos de Dios... a los que son nacidos de Dios (Jn 1,12-13) y el que no renaciere en el Espíritu Santo y del agua, no podrá ver este reino de Dios (Jn 3,5) y comenta: «Esto es, a los que renaciendo por gracia, muriendo primero a todo lo que es hombre viejo, se levantan sobre sí a lo sobrenatural, recibiendo de Dios la tal renacencia y filiación, que es sobre todo lo que se puede pensar» (2S 5,5).

      La Subida es algo así como un libro vivo que se constituye en guía de caminantes en la noche, de escaladores que lo van repasando como quien repasa un plano o un mapa. Las mil contingencias del camino van siendo encajadas y superadas con su ayuda. Alguien se ha preguntado ¿es «practicable» la Subida?[34]. Y después de situar perfectamente la pregunta se contesta: «El verdadero contenido de Subida, sin tener que adaptarla para nada, es la vida teologal cristiana, vivida hasta el fondo, con todo lo que comporta de dones divinos, y a la vez de conversión interior y de gestos existenciales que comprometen al creyente frente a personas y cosas»[35]. Subida es practicable por los «cristianos que vivan una experiencia fuerte de Dios vivo y verdadero, trascendente y amigo, y que sean capaces de responder con amor concentrado que todo lo subordina a ese Dios colmante y trascendente» (ib).

      La vocación del cristiano es la de montañero y escalador del Monte de las bienaventuranzas, del Tabor, del Calvario y del Monte Carmelo, ya que el verdadero Monte de Dios que es Cristo «es monte grueso y monte cuajado» (CB 36,10). No estará de más recordar que los alpinistas acostumbran acometer la ascensión de los picos más elevados durante la noche, con el fin de alcanzar la cumbre al despuntar el día; así la subida mística del Monte Carmelo será comenzada al atardecer y continuada bajo un condensarse las tinieblas, hasta el irradiar del Sol inmenso[36]. Así se conjunta, como hemos dicho, el simbolismo del monte y el de la noche que Juan de la Cruz funde en uno y que ha acertado a sintetizar en el ritornelo «quedarse a oscuras y sin nada» (1N 3, n.1 [tres veces], n.2 [cinco veces]). Caminar en la noche es subir al monte y subir al monte es ir haciendo la noche.

      21. Nuestra edición

      Perdido o destruido por el propio santo o desconocido el paradero del autógrafo sanjuanista de Subida, nos servimos del texto fundamental del llamado códice de Alcaudete (Jaén), actualmente en el Archivo Silveriano de Burgos. El códice es de la máxima garantía como copia hecha por el secretario y amigo del alma de Juan de la Cruz, Juan Evangelista. Del mismo amanuense es también la copia, conservada en el Sacromonte de Granada, de la primera redacción del Cántico (o Cántico A-1), de la Llama y de la mayor parte de las poesías.

      Al frente del códice de Subida podemos leer: «Este manuscrito se halló en nuestro convento de Alcaudete y me lo fió el P. Prior Fr. Francisco Tadeo de S. Juan Bautista por el tiempo necesario para hacer la impresión de N.P.S. Juan de la Cruz. Fr. Andrés de la Encarnación».

      El ms. tenía ya cuando lo examinó Andrés de la Encarnación (1716-1795) varias lagunas por falta de algunas hojas: «Bien es verdad que nos queda el vivo sentimiento de no estar concluso y que el largo espacio de casi dos siglos (escribía esto en 1763) nos robó en el medio once hojas (de la 291 a la 301, ambas inclusive) y otras muchas de su terminación. Así los referidos folios del medio, como los del fin, se han suplido de otro que se conserva en nuestro convento primitivo de Duruelo, que es también de venerable antigüedad».

      La gran edición de Obras del Santo por la que tanto se desvivió Andrés de la Encarnación no se logró. El códice, según parece, se devolvió al convento de Alcaudete y allí se conservó hasta mediados del siglo pasado. Dispersados los bienes del convento, con ocasión de la exclaustración, también se perdió la pista del manuscrito. Felizmente apareció, como cuenta el P. Silverio de Santa Teresa: «El códice ha rodado por muchas librerías de lance, hasta que un buen día, llevado de mi impenitente costumbre de registrar puestos de libros y papeles viejos, di con él, y logré adquirirlo, con el contento que es de suponer» (BMC 10, p.288).

      El juicio de valor del ms. dado por Andrés de la Encarnación es certero y cada día se demuestra

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