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muchas parejas de aserradores, aparte de lo que cortaban a serrucho en el Carare tenía una contrata de polines para el ferrocarril, que eso sí los trozaban y los labraban era a pura hacha; pero, más que todo, cuando el primo mío vino aquí a esta tierra fue con la misión de venir a cortar abarco, coco abarco, que es una madera muy especial que aquí ya está extinguida. Tiempo después apareció una empresa que venía de Barranquilla, y sacaban la madera, porque ya se usaban las motosierras y las usaban para tumbar el árbol y descogollarlo, después lo tiraban al río [...] río abajo lo llevaban a Barranquilla, y allá con una máquina los soltaban y los limpiaban y los echaban pa´ otro país (León, D. Entrevista 4 con líder de la ACVC. 5 de septiembre, 2017).

      Para ese entonces, algunos colonos llegaban río abajo o río arriba, otros por las carreteras y trochas construidas por las empresas petroleras o siguiendo a los mineros y aserradores; o viceversa, los mineros y aserradores siguiendo a los colonos. Algunos mineros en busca de oro descendían de Remedios y lograban cruzar hasta Yondó, Barrancabermeja y San Pablo. Los aserradores compraban madera; con ello, los colonos podían «hacer una finquita», o lo que llaman «un fundo». Este poblamiento tuvo como soporte una gran biodiversidad de flora, fauna y gran cantidad de ciénegas y afluentes fluviales, un paisaje hídrico que le da a sus pobladores una identidad ribereña:

      … en la propia selva entonces teníamos la guagua, los cafuches, los micos, el pescado en los caños, ¡muy rico el pescado! [...] el guti, el conejo, el ñeque que llamamos y las aves, el pajuil, la pava, la gallineta [...] Había mucha abundancia, por carne no se sufría. Usted tenía su anzuelo e iba y lo tiraba y venga pa acá: usted en media hora se cogía 10 doradas, doncellas, blanquillos, ¿pa qué más? [...] cuando eso había mucho pescado en el río, ahorita no hay tanto por la minería, un almuerzo era arroz, yuca, plátano cocinado y pescado o carne de monte [...] siempre la comida gracias a Dios nunca nos ha faltado (León, D. Entrevista 1 con lideresa de la ACVC. 25 de agosto, 2017).

      Los ríos Ité y Tamar, que desembocan en el río Cimitarra e integran la cuenca media del río Magdalena, han sido fundamentales en la construcción del territorio campesino. En sus cuencas, además de los paisajes, geoformas, coberturas y la gran biodiversidad, se han formado comunidades campesinas cuyos modos de vida y visión sobre el territorio han cambiado al ritmo de las dinámicas de aprovechamiento de los ecosistemas y de las relaciones con otros actores. En contraste con la explotación petrolera, la extracción ilegal de oro y el cercado y apropiación de los espacios del agua por parte de ganaderos y palmeros, los colonos han construido una identidad campesina en estrecha relación con uno de los pocos reductos ecosistémicos que quedan en la región.

      Figura 1.1. Mapa del valle del río Cimitarra. Tomado de Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Asociación Campesina del valle del río Cimitarra (2014).

      Precisamente el contacto de los colonos con los baldíos permitió identificar tres zonas de producción: sectores fértiles, semifértiles y estériles. En las partes más fértiles, quienes sabían sembrar frijol, maíz y plátano conseguían tener animales de cría como gallinas y cerdos. En las partes semifértiles, que se inundaban entre abril-mayo y agosto-noviembre, se implementó el cultivo de arroz. Finalmente, en las zonas con poco material orgánico abundaban los cultivos de yuca o pequeños descubiertos para la cría de ganado. Asimismo, a lo largo del río, al lado de los cultivos de plátano y yuca estaban los tejedores de atarrayas y pescadores. De esta forma, se fueron integrando distintas costumbres entre los agricultores: unos sabían pescar y salar el pescado, otros preparaban mazamorra y conservaban la grasa de los cerdos o «entrojaban» (guardaban) el arroz, tal como lo explicó uno de los colonos:

      Cuando nosotros llegamos a la ciénaga el potencial era pescado. Nosotros [...] los antioqueños no sabemos mucho, de pronto pescar por ahí con anzuelo y allá tocaba era con canoas y atarrayas. Pues nos demoramos mucho tiempo para nosotros empezar a disfrutar de eso también, porque no teníamos ni camino pa llegar a la ciénaga. A nosotros nos tocó fue empezar de ceros. Cuando le agregamos a esas dos hectáreas otro pedacito de monte que derribamos pa sembrar arroz, cogimos el arroz y lo guardamos, lo entrojamos en una parte del ranchito donde vivíamos [...] Entonces se optó por cultivar arroz y todo mundo nos dedicamos a eso: en todas las finquitas se cultivaba arroz, yo conocí en la tierra de los Medinas que en una sola cosecha se cultivaron 250 cargas de arroz, entre varios socios, porque también la siembra era artesanal, a barretón y cogerlo a mano, lo que se llama raspao, quizás cuando ya entraron a cultivar arroz grande en las partes de la costa y en la parte del Tolima se cayó la producción de arroz artesanal aquí en esta región, entonces ya no se pudo cultivar más (León, D. Entrevista 4 con líder de la ACVC. 5 de septiembre, 2017).

      Otra de las huellas profundas dejadas por el territorio en la memoria de los colonos está vinculada con las enfermedades tropicales. La salud y la enfermedad estuvieron estrechamente relacionadas con las incursiones en nuevas áreas de colonización, pues aumentaban los accidentes y riesgos de contraer enfermedades. Las endemias, como paludismo, fiebre amarilla y hepatitis, se sumaban a las mordeduras de serpientes como la patoquilla o patoco, la coral negra, blanca, amarilla, la veinticuatro, la boga, la mapaná o mata gota, el verrugo y la talla xx. Para hacerle frente a estos problemas de salubridad, los colonos manejaban una amplia variedad de especies nativas de flora y fauna para contrarrestar los efectos mortales de las afectaciones que experimentaban. De estas plantas se destacan las siguientes: guaco, escubilla, mataandrea, caña, limón criollo, valdivia, raíz de limón, la fruta del cedro, la cascara de quina, el caldo de mico, la hiel de guagua, doncella y dorada.

      Esta doble condición es una de las particularidades que distinguen el valle del río Cimitarra y que desde las memorias de los campesinos se hace evidente su dimensión geográfica, biodiversidad, prácticas de uso de la tierra y riquezas naturales:

      Para mí, el valle del río Cimitarra significa un territorio amplio, lógico, de vida, de vida para muchos años, o sea muchos años, y de vida porque es que el valle del río Cimitarra tiene muchos elementos de vida, como el agua, o sea las partes hídricas, todavía tenemos riquezas naturales como las mismas montañas, ¿cierto? En este caso bosques, porque es que a veces uno habla de montañas y entonces algunos entienden que es una cordillera altísima por allá con rocas y eso. No, hablamos de bosques, de quebradas, y esto significa un centro, un territorio para vivir en un futuro no lejano, porque ya estamos trabajando sobre ello, que el pueblo y las comunidades vivamos una vida digna (León, D. Entrevista 19 con líder de la ACVC. 24 de febrero, 2018).

      En conclusión, las tierras baldías en el valle del río Cimitarra fueron refugio y alternativa para muchos campesinos que migraron de antiguas zonas de poblamiento, a mediados del siglo xx, y se fue intensificando hasta comienzos de los años ochenta. Esto se tradujo en la formación de diferentes focos de colonización campesina, donde se reunieron conocidos y desconocidos, para «tumbar monte» y volver cultivables las tierras; inicialmente sobrevivieron con los recursos naturales de la región (pescado) y sembrando plátano y yuca, para después ir recreando los conocimientos agrícolas y la herencia cultural de sus lugares de origen y poco a poco crear una economía campesina que contribuyó al desarrollo de la región. Así, boyacenses, tolimenses, santandereanos, antioqueños, chocoanos y caribeños, entre otras colonias, llegaron para quedarse y, aun en medio de condiciones extremamente difíciles, aferrarse a una tierra con un gran potencial de producción, rica en madera, agua y pescado, con la cual se identifican y defienden.

      La recolonización: perdimos y aprendimos

      Aunque el proceso de colonización no se dio al mismo tiempo y en

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