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La protohistoria en la península Ibérica. Группа авторов
Читать онлайн.Название La protohistoria en la península Ibérica
Год выпуска 0
isbn 9788446049562
Автор произведения Группа авторов
Жанр Документальная литература
Серия Fundamentos
Издательство Bookwire
A esta referencia transmitida por Estrabón se suma la creencia de que Gadir fue fundada hacia el 1100 a.C., ochenta años después de la Guerra de Troya, según recoge el historiador latino Veleyo Patérculo (Hist. Rom 1: 2, 3); sin embargo, la arqueología no ha sido capaz hasta la fecha de asegurar una cronología tan antigua para la fundación de este importante enclave. Este hecho resulta, en cierto modo, previsible, en tanto los relatos que nos transmiten la fundación de ciudades durante la Antigüedad tienden a estar cargados de un fuerte sentimiento legendario que sirve de revulsivo para elevar la importancia de la ciudad dentro del contexto histórico de su fundación.
Los recientes estudios geomorfológicos llevados a cabo en la actual localidad de Cádiz han permitido reconstruir su antigua paleogeografía, por lo que actualmente conocemos que, en torno al 1000 a.C., Cádiz era una isla, realidad que algunos autores romanos describieron. Según las fuentes, el archipiélago de Gadeira estaba conformado por tres islas (fig. 7): Erytheia, donde se localizaba el hábitat, Kotinoussa, la isla de mayor tamaño en cuyo extremo oriental se levantó el templo al Melkart (en la actual isla de Sancti Petri) y, por último, la isla de Antípolis, la actual San Fernando; pero además, al cambio de su morfología se suma la existencia de la actual ciudad de Cádiz sobre los restos de esta histórica fundación. Si bien hasta hace pocos años no podía fecharse la presencia oriental en Cádiz con anterioridad al siglo VIII a.C., las recientes intervenciones llevadas a cabo en el solar del Teatro Cómico permiten retrasar la cronología a finales del siglo IX a.C., momento al que pertenecen los restos constructivos de dos calles y varias casas documentadas en estas intervenciones.
Fig. 7. Mapa de las Gadeira.
La fundación de Gadir inaugura una primera etapa de contactos cuyos mecanismos apenas nos son conocidos. La única referencia recogida por las fuentes antiguas, concretamente por Heródoto (IV, 196, 1-3), autor griego del siglo V a.C., nos informa de un sistema denominado «comercio silencioso o invisible» en el que no existe ningún tipo de interacción, pues los comerciantes fenicios dejaban sus mercancías en la costa y los indígenas depositaban a cambio tanta cantidad de oro como considerasen por el valor de la mismas. Si los fenicios no consideraban que la cantidad era adecuada, se retiraban a sus naves a la espera de que los indígenas añadieran más cantidad de oro; así hasta quedar satisfechos.
Fig. 8. Planimetría del Periodo II – Fenicio A y distribución de los grupos estructurales y unidades domésticas del Teatro Cómico (Cádiz) (según Gener y otros, 2014).
Los cartagineses cuentan también la siguiente historia:
En Libia, allende de las Columnas de Heracles, hay cierto lugar que se encuentra bien habitado; cuando arriban a ese paraje, descargan sus mercancías, las dejan alineadas a lo largo de la playa y acto seguido se embarcan en sus naves y hacen señales de humo. Entonces los indígenas, al ver el humo, acuden a la orilla del mar y, sin pérdida de tiempo, dejan oro como pago de las mercancías y se alejan lo bastante de las mismas. Por su parte, los cartagineses desembarcan y examinan el oro; y si les parece un justo precio por las mercancías lo cogen y se van; en cambio, si no lo estiman justo, vuelven a embarcarse en sus naves y permanecen a la expectativa. Entonces los nativos, por lo general, se acercan y siguen añadiendo más oro, hasta que los dejan satisfechos. Y ni los unos ni los otros faltan a la justicia; pues ni los cartagineses tocan el oro hasta que, a su juicio, haya igualado el valor de la mercancía, ni los indígenas tocan las mercancías antes que los mercaderes hayan cogido el oro.
Otra referencia a estos contactos la encontramos en el Periplo conocido como del Pseudo-Escílax, en el que se refleja la existencia de unos contactos esporádicos, si bien más constantes que los reflejados por el comercio «silencioso», pues en este caso existe una relación directa entre ambas partes dentro de un territorio neutral, evitando de ese modo que una de las partes salga más beneficiada que otra:
Los comerciantes son fenicios. Cuando llegan a la isla de Cerne fondean sus barcos de carga y levantan sus tiendas en Cerne. Pero el cargamento, tras haberlo descargado de sus naves, lo transportan en barcas pequeñas hasta tierra firme. Los etíopes se encuentran en tierra firme. Con estos mismos etíopes es con los que se comercia. [Los fenicios] venden [sus mercancías] a cambio de pieles de gacela, leones y leopardos, así como de pieles y colmillos de elefante y de animales domésticos… Los comerciantes fenicios les traen ungüentos, piedra egipcia…, vajilla ática y coes… Estos etíopes se alimentan de carne, beben leche y el vino lo hacen en abundancia con sus propias viñas aunque también se lo traen los fenicios. [Los etíopes] tienen también una gran ciudad, hasta la que también navegan los comerciantes fenicios. [Periplo de Pseudo-Escílax, 112]
El tercer y último sistema de contacto estaría representado por la elección de un lugar específico para llevar a cabo las transacciones comerciales, lo que supondría la existencia de un contacto continuado y estable que debió efectuarse una vez afianzadas las relaciones entre indígenas y fenicios, momento que se corresponde con la fundación de los primeros asentamientos coloniales arcaicos, como así deja entrever la arqueología en casos como Toscanos, donde ha sido localizado un gran almacén destinado a la conservación de los excedentes. Estos centros reciben comúnmente el nombre de factorías y pueden estar representadas por un solo edificio, más o menos aislado, o estar dotado de viviendas, almacenes, espacios públicos, zonas portuarias, etc. Estos pequeños establecimientos habrían servido también para fomentar las relaciones sociales entre los fenicios y las jefaturas indígenas, culminadas seguramente en el establecimiento de matrimonios mixtos que servirían para afianzar los lazos de unión entre ambas comunidades; o al menos eso podemos deducir gracias a la presencia de algunos tesoros y materiales de factura mediterránea hallados en el interior de estos lugares. Esta fórmula, ensayada en otras zonas colonizadas del Mediterráneo, reportaría a los jefes indígenas privilegios en los intercambios comerciales, mientras que los fenicios se aseguraban la importación de materias primas de zonas donde les era difícil acceder, tanto por desconocer el territorio circundante y las comunidades que lo poblaban, como por la incapacidad para adentrarse en lejanas tierras para adquirir directamente esos productos. Por ello, el mutuo beneficio de indígenas y fenicios contribuiría al rápido desarrollo y a la consolidación de una sociedad mixta, al menos entre las jefaturas, que, con el tiempo, se convertiría en Tarteso.
Aunque la fundación de Gadir es considerada la más antigua de las colonias conocidas en el Extremo Occidente, es cierto que la huella fenicia es algo más antigua en el caso de Onuba, la actual Huelva, hecho que vendría a refutar el segundo viaje de los tirios recogido por Estrabón; sin embargo, aún no tenemos evidencias arqueológicas que permitan ratificar la existencia de un asentamiento colonial bajo la ciudad actual. La intervención arqueológica efectuada en el solar de Méndez Núñez-Plaza de las Monjas, permitió documentar un interesante lote de cerámicas entre las que se pueden destacar las producciones sardas, griegas e itálicas fechadas en el siglo IX a.C. Lamentablemente, este conjunto de cerámicas carece de un contexto arqueológico que permita conocer la secuencia estratigráfica y la funcionalidad del ámbito del que proceden; no obstante, su sola presencia