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El mejor periodismo chileno. Premio Periodismo de Excelencia 2020. Varios autores
Читать онлайн.Название El mejor periodismo chileno. Premio Periodismo de Excelencia 2020
Год выпуска 0
isbn 9789563573091
Автор произведения Varios autores
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Matías Sánchez
10 de abril
Sábado, El Mercurio
Como tanto del mejor periodismo, todo empezó con una noticia: en junio de 2019, “Emerson, de 17 años, falleció producto de infecciones en su cuerpo. Había quedado parapléjico tras participar en una persecución de carabineros. Al momento del accidente, su tuición legal estaba en manos de una supuesta traficante de drogas de La Pincoya,” según revela la introducción de este reportaje.
El joven reportero Matías Sánchez descubrió que, por años, la madre del joven había sido testigo de cómo él era usado para transportar y vender droga en la población. A pesar de que sus denuncias fueron transmitidas por los programas de protección a menores a los tribunales de familia y el Ministerio Público, nada se concretó. En una investigación que se extendió a archivos, pedidos de información oficial, funcionarios, expertos y repetidas entrevistas a los denunciantes descubrió que al menos a otros diez jóvenes habrían sido reclutados por la misma persona.
El día de su publicación fue de inmediato compartido por legiones en redes sociales. Combinaba perfectamente la investigación acuciosa, personajes inolvidables y lo mejor en los reportajes memorables: provocar emoción sin mostrar la que siente el autor. El tema era a la vez antiguo —el papel de un estado que le fallaba a los más vulnerables— y nuevo: el fenómeno del narcotráfico a nivel cercano, íntimo, extendido a casi cada casa en las poblaciones.
Por todo esto, el jurado del Premio Periodismo de Excelencia Escrito consideró que “Soldaditos del narcotráfico” merecía el premio máximo en la categoría Periodismo Escrito.
Esto dice el fallo del jurado: “Trata un tema relevante de forma original. Presenta una investigación profunda y meticulosa, excelente estructura y una escritura cuidada, con finos detalles. Este reportaje da cuenta del abandono del Estado y de cómo se perpetúa la violencia en las zonas marginadas de Chile. Revela una situación grave y sus características actuales. Muestra el poder que adquiere el narcotráfico cuando el estado y la sociedad están ausentes. Toca distintos temas (narco, Sename, pobreza, desprotección ante el poder, consumismo) y ensambla todo en un texto coherente que alarma y emociona”.
10 de abril del 2017, 10:05 horas. La audiencia, realizada en la sala 9 del tribunal de familia de Santiago, es presidida por la magistrada Constanza Feliú. En la sala también está presente Carola Ortiz. El registro de audio, que es parte de la carpeta de investigación, capta, además, a las otras personas del lugar: una dupla psicosocial de un hospital y la madre de Ortiz y su hijo Emerson.
No es primera vez que Carola Ortiz está en una situación así. Pero ese día, a diferencia de otras veces, ella está frente a la jueza para saber si será autorizada a llevarse a su hijo a su casa los fines de semana. Luego de que la dupla psicosocial termina de declarar, se produce un silencio. Antes de que la magistrada tome la palabra, transcurren 18 segundos en los cuales solo se escucha sollozar a Ortiz.
Magistrada: Cuénteme, ¿por qué está tan apenada?
Carola Ortiz: Y me pregunta…
Magistrada: Sí, le pregunto, porque no la conozco.
Carola Ortiz: Porque mi hijo está así, me lo dejaron así.
Magistrada: Tuvo un accidente…
Carola Ortiz: No, no fue un accidente.
Magistrada: Ah, no fue un accidente. Ah, perdón, estoy equivocada. Tuvo una enfermedad, por eso él quedó así.
Carola Ortiz: No, él chocó con una camioneta. Venía de una persecución.
Cuatro meses antes de la audiencia, en diciembre de 2016, Emerson, entonces de 15 años, chocó contra una camioneta mientras escapaba de Carabineros. Horas antes había realizado un
portonazo junto a la hermana de V., su tutora legal, una supuesta traficante de la población La Pincoya, en Huechuraba. En ese accidente, Emerson terminó parapléjico.
Magistrada: Entonces fue un accidente. ¿Por qué dice que no?
Carola Ortiz: Porque no fue un accidente, venía de un robo. A él lo hicieron robar. Una magistrada entregó a mi hijo, a él (Emerson), a una persona que ni siquiera era de mi familia, que es traficante. ¿Entiende? Yo tengo muchos videos para mostrar cómo esa mujer le pegaba a mi hijo, cómo lo hacían trabajar, cómo él se volaba. Yo tengo muchos antecedentes de eso…
Por más de cuatro años, Carola Ortiz aseguró tener esas pruebas y denunció que su hijo era usado para vender y guardar drogas por su tutora legal, la que fue autorizada por el tribunal de familia a cuidarlo. Los programas de protección de menores recibieron las denuncias de Ortiz e informaron a diversos jueces del tribunal de familia y al Ministerio Público, según detallan los documentos. Sábado investigó las denuncias realizadas por los programas de protección y descubrió que, desde 2015, se han informado otros diez casos más de niños y adolescentes usados como “soldados” en La Pincoya, todos reclutados por la supuesta traficante.
Magistrada: Lo que les pase a los hijos es responsabilidad de los padres. Si el día de mañana tengo una hija drogadicta, va a ser porque yo no he sabido tener las herramientas suficientes, o lo que sea, para poder alejarla de las drogas. No puedo echarles la culpa a los demás.
Carola Ortiz: ¿De esa manera cuidaba a mi hijo esa mujer?
Magistrada: Pero si la que tiene que cuidar a sus hijos es usted. ¿Por qué no lo sacó de las mechas y se lo llevó a su casa?
Carola Ortiz: Porque la magistrada estaba al medio. Le dio la tuición…
Magistrada: No, no, no. ¿Qué tiene que ver la magistrada? Si yo tengo un hijo y veo que le pegan, me meto en la noche, vestida de negro, a punta y codo, lo saco y me lo llevo para mi casa.
Carola Ortiz: Saca pistola...
Mamá de Carola Ortiz: Ya, hija. Tranquila, no diga nada.
Magistrada: ¿Qué cosa?
Carola Ortiz: Ella saca pistola. Son narcotraficantes.
Ese 10 de abril del 2017, al salir de la audiencia, Carola Ortiz lloró.
—Me sentí tonta, ignorante. Yo no sé defenderme en un juicio —dice hoy a Sábado al recordar ese día.
Carola Ortiz baja el tono de su voz. Susurra. La mujer de 45 años se encuentra en su casa, en la población La Pincoya. Dice que allí, en el segundo piso, su vecina, V., la mujer a la que los tribunales de justicia le dieron la tuición de su hijo, no puede escucharla.
—Yo vivo al lado de ellos, están en la casa de la derecha —relata al teléfono.
Carola Ortiz es vendedora ambulante y madre de nueve hijos. Ninguna de las cinco parejas con las que estuvo asumió la paternidad económica ni de crianza. Ortiz, para mantener a su familia, vende envases de plásticos, escobas y palas en los alrededores de la población.
—Acá venden droga, pero está todo cerrado. Hay piedras, plantas y una cama elástica al medio de la calle para que ningún auto pueda subir o bajar. Ellos tienen dominado aquí. Ahora, con menos fiscalización, se paran hasta en la esquina, se hacen colas para comprarles drogas a los niños que venden.
—¿Quién domina esa calle?
—La V., mi vecina. Ella y su familia toman a los niños para salir a robar, para traficar. Muchos llegan a su casa buscando droga o para ser reclutados. También he visto que llegan otras mamás como yo, alegando por sus hijos. Ellos les hacen daño a muchos niños.
A los 17 años, Carola Ortiz fue mamá por primera vez, cuando recién había completado la enseñanza básica. En 2001 tuvo a Emerson. Con 26 años y cuatro hijos más, Ortiz le pidió a su abuela materna que se hiciera cargo del menor. Cuando ella falleció, Carola Ortiz retomó el cuidado y la relación con Emerson en 2009. Él tenía ocho años.
—Siempre andaba con amigos, era loco por el fútbol.