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categorías de raza, clase y género, así como abordar cuantitativa y cualitativamente los temas que se trabajan en el fanzine relacionarlos con el Medellín de los ochenta y, finalmente, examinar el discurso del fanzine desde la perspectiva de la juventud punkera. Josefina Cingolani se acerca a la escena rock de la ciudad de La Plata y analiza el proceso de construcción de la tradición del rock local. El capítulo no busca reconstruir la historia del rock en la ciudad, sino describir y analizar el modo como esa historia es relatada por diversos actores, colocando el foco en analizar cómo se construye esa narrativa desde el presente hacia el pasado, tratando de reconstruir las representaciones que allí operan. Con este objetivo, la autora acude a un muy interesante y variado corpus de fuentes provenientes de periódicos de tirada nacional y local, revistas especializadas, documentales, fuentes secundarias de páginas web, programas radiales, blogs, notas en otras revistas y distintas producciones académicas, que serán presentadas y referenciadas oportunamente. En busca de acercarse al problema de la memoria y la política, Juan David Cárdenas y Mauricio Lozano se acercan al rock latinoamericano pensándolo en un contexto político en el que el continente está girando hacia la derecha ideológicamente, donde las lógicas del mercado han cooptado la escena musical y donde la relación entre rock y política, desde las causas, la militancia, el sentido y las letras de las canciones, parece ser cada vez más superficial, más distante. Los autores se preguntan ¿cuál es el lugar del rock y de los artistas del género de la región como elementos de activismo y denuncia social y política? ¿De qué manera el rock es un dispositivo de producción de memoria y tiene una potencia política en tiempos de neoliberalismos y posturas políticas extremas? El trabajo aborda estas preguntas de la mano de bandas insignes de la escena latinoamericana como Los Prisioneros, Kapanga, Los Violadores, entre otras. Cerramos el libro con un capítulo que, al igual que varios que el lector encontrará, aborda el problema de la nostalgia. Alexis Castellanos y Diana Galindo analizan las materialidades que produce un fenómeno como el rock, en un sentido amplio. Esto implica pensar todo un sistema de objetos, como instrumentos musicales, impresos de diversos formatos, indumentarias, accesorios, figuras coleccionables, entre otros. Ellos analizan las lógicas del comercio que se mueven a través de la venta de este tipo de bienes en sitios web, redes sociales y comercio local, así como las prácticas de coleccionismo por partes de los fans y las estrategias de exhibición expográfica enfocadas en este tipo de público. Como caso de estudio, se analiza la recepción del metal y los principales subgéneros asociados (heavy metal, death metal, thrash metal, glam metal y black metal). Para ello, utilizan herramientas analíticas de los estudios sobre cultura material y propuestas como la teoría activa de la materialidad, a través de instrumentos como entrevistas presenciales o vía web, y la observación participante en grupos de redes sociales. Se evidencia que los objetos operan como dispositivos que construyen sentido y aportan a la individualidad-colectividad, tras lo cual se convierten en marcadores de valores estéticos, culturales e identitarios. Asimismo, el estudio encontró un revival permanente, a modo de culto a la nostalgia, que es visible en la adquisición, el coleccionismo, el uso y la exhibición de este tipo de productos. Estos hallazgos sugieren que no se puede pensar la cultura material de una forma acrítica como si se tratase de una producción autónoma, ahistórica y separada de las relaciones sociales, pues la materialidad no es algo propio de los objetos, sino que se construye a partir de las interacciones entre todos los entes que inciden en su constitución.

      Esperamos que este libro sea un aporte valioso para todos los interesados en el rock y que abra el camino para pensar el rock desde Colombia y América Latina. Este es un libro lleno de músicos y de música. Esta es una escena que merece ser pensada y vivida, no es la “escena underground que pagó tu papá y que tú te creíste que era verdad”. El rock no ha muerto, vive después del final.

       Referencias

      Arango-Lopera, C. A. y González, D. (2019). Ciudad cantada, de-cantada e imaginada: el territorio urbano y el conflicto en las canciones de rock. En S. Roncallo-Dow, J. D. Cárdenas Ruiz y J. C. Gómez Giraldo (Eds.), Nosotros, Colombia: comunicación, paz y (pos)conflicto. (pp. 95-112). Bogotá, Colombia: Universidad de La Sabana.

      Baudrillard, J. (1997). La ilusión y la desilusión estéticas. Caracas, Venezuela: Monteávila.

      Garay, A. de. (s. f.). Del rock al dance: el consumo musical de los jóvenes urbanos. Recuperado de http://www.uam.mx/difusion/revista/nov99/garay.html

      García-Canclini, N. (1990). Culturas híbridas. Ciudad de México, México: Grijalbo.

      Gaviria, V. (Director). (1990). Rodrigo D: no futuro [Película]. Colombia: Focine.

      Godzich, W. (1999). Souvenirs, Souvenirs! Memorias de un no-rockero. En L. Puig y J. Talens (Eds.), Las culturas del rock. (pp. 103-122). Valencia, España: Pre-textos.

      Heath, J. y Potter, A. (2005). Rebelarse vende: el negocio de la contracultura. Bogotá, Colombia: Taurus.

      Mattelart, A. y Mattelart, M. (1997). Historia de las teorías de la comunicación. Barcelona, España: Paidós.

      Sennet, R. (1994). Carne y piedra: el cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Madrid, España: Alianza.

      Notas

      1 Resulta interesante, a propósito de la expansión que vive el rock, recordar ciertos pasajes de las historias de Mafalda, del caricaturista argentino Quino. La historia tiene lugar en los sesenta y se hacen muchas alusiones a The Beatles, quienes son presentados como el producto de moda y como un denominador común en el gusto de las generaciones más jóvenes. Manolito, el único de los amigos de Mafalda que no gusta de The Beatles, es marginado por los demás en múltiples oportunidades. Por otro lado, y en lo que se refiere a las barreras del lenguaje, parece interesante notar cómo la no comprensión de las líricas no resulta un obstáculo para el consumo de rock. Basta pensar en los jóvenes de los barrios marginales de Medellín, por ejemplo, que consumen punk, como lo muestra la película Rodrigo D: no futuro, de Víctor Gaviria (1990).

      2 Usamos la expresión masificar para dejar claro que el género no nace en los noventa en Colombia. Desde los sesenta había grupos, como la Banda Nueva, que hacían rock en el sentido estricto del término. Hay varios capítulos de este libro que dan cuenta del fenómeno.

       Ricardo Durán Paredes

      Cuesta trabajo imaginar una antesala peor para alguna década: Colombia vivió en 1989 toda suerte de violencias que tuvieron origen en las guerrillas, en el paramilitarismo, en el narcotráfico e, incluso, en las fuerzas del Estado. Vimos explotar un avión cargado de pasajeros en pleno vuelo, presenciamos un gigantesco atentado contra el edificio del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), otro contra la sede del periódico El Espectador, y fuimos testigos de los asesinatos de José Antequera (dirigente de la Unión Patriótica [UP]), Jorge Enrique Pulido (periodista), Luis Carlos Galán (candidato a la Presidencia por el Nuevo Liberalismo), además de ver morir a decenas de jueces, magistrados, militares y policías. Todo esto sin considerar la aterradora cantidad de víctimas que en las regiones iba dejando el conflicto armado.

      Fueron doce meses infernales en los que ni siquiera fue viable el torneo de fútbol profesional colombiano, que no tuvo campeón tras el asesinato del árbitro Álvaro Ortega. Como resulta apenas obvio, en 1989, la esperanza no figuraba en el vocabulario de ningún colombiano, y nuestra música no fue ajena a la tragedia.

      Durante

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