Скачать книгу

tiene lugar mediante la creación de cierto tipo de rituales endogámicos de autosatisfacción y la búsqueda de la visibilidad. Las mujeres atenienses tenían los rituales de Adonis por medio de los cuales reivindicaban su estatus y satisfacían el deseo reprimido.

      En los orígenes del rock, sucede algo similar: hay una búsqueda de una salida de la frialdad a través de las manifestaciones estéticas y, en medio de esa búsqueda, hay una propuesta contracultural que arremete contra los estándares triunfalistas manejados por la sociedad inglesa de la posguerra.

      El elemento clave para entender el desenvolvimiento de este proceso es la idea de la búsqueda de nuevas significaciones. Lo que buscaba inconscientemente el naciente movimiento fue hacer una relectura de todo aquello que se daba por descontado en la cotidianidad y que solo era visible para las clases burguesas: al obrero ciertas cosas (la mayoría) le estaban veladas.

      Así, dentro de los barrios marginales de ciudades como Birmingham, Sheffield, Londres y Liverpool se empiezan a dar ciertos procesos de fractura cultural que habrían de cambiar para siempre las concepciones estéticas de la tardomodernidad y la posmodernidad. Por un lado, surgen propuestas como la de The Beatles, representantes directos de la clase obrera, al menos en sus épocas de residentes en el Cavern Club. Posteriormente, el panorama inglés se ve multiplicado con bandas que proclaman el nacimiento de una nueva estética, que trasciende los límites de lo visual, para convertirse en una forma de desplegar la propia individualidad, entre ellos, The Rolling Stones, The Animals y The Who.

      Sobre estas huellas se inventa una nueva manera de concebir la cultura en el siglo XX. Hacia 1968 hay propuestas como la de Black Sabbath, quienes en búsqueda de nuevas respuestas apostaban por el oscurantismo y los temas ocultos. El aparente satanismo es el resultado de una exploración en otros parajes del sujeto; lugares que hasta ese momento habían permanecido inexplorados por las culturas populares. Desde el rock se redefine el lenguaje y las palabras cobran significado en la medida en que el receptor quiera moldearlas. En ciertos pasajes de la canción “War Pigs” de Black Sabbath (1970) puede oírse:

      Politicians hide themselves away

      They only started the war

      Why should they go out to fight? They leave their role to the poor, yeah

      Time will tell on their power minds,

      Making war just for fun

      Treating people just like pawns in chess,

      Wait ‘till their judgement day comes, yeah.

      Resulta evidente que es la clase obrera la que habla aquí. Hay una total desilusión acerca del sistema y acerca de la política de la Corona. Los estudios culturales dan cuenta de estos fenómenos y buscan acercarse a ellos. El rock se convierte en la máxima expresión de las clases de abajo. Por medio del rock la frialdad desaparece paulatinamente. Desaparece para convertirse en escándalo. Escándalo que no es otra cosa que un retrato realista de la sociedad. Cuando este retrato se convierte en manifestación social, nace la cultura del pobre.

      Sobre estas nuevas maneras de ver y “dibujar” la realidad creo que se puede ver cómo se reformula la cultura popular y el arte abre a sus consumidores de manera explícita una nueva posibilidad: la de encontrar la singularidad. Con la entrada en el mercado, la frialdad empieza a desaparecer y un halo de popularidad rodea a quienes hasta ese entonces habían permanecido en los márgenes. Los ejes de las prioridades se desplazan y las nuevas propuestas se catapultan hacia la luz. Las nuevas manifestaciones adquieren su propio brillo y visibilidad, pues buscan hacer nuevas preguntas y, a la vez, ofrecer nuevas respuestas a partir del empleo de toda una nueva gramática que involucra el vestido, el cuerpo y el instrumento. Por supuesto que el escape a la frialdad no se hace solo a través de la música. Basta pensar en las Campbell’s Soup Cans de Andy Warhol, que se convierten en la resignificación del objeto, en “el resultado de toda pretensión del sujeto de interpretar al mundo; son el resultado de la elevación de la imagen a la figuración pura sin la más mínima transfiguración” (Baudrillard, 1997, p. 26). Todo lo que alguna vez estuviera perdido en el underground entra a ser protagonista del nuevo patrimonio simbólico, de la cultura.

      Los estudios culturales vuelven su atención hacia procesos culturales que se gestaban lenta pero sólidamente en medio de la invisibilidad. En el caso del rock, con el camino abierto en los Estados Unidos por personajes como Chuck Berry y, posteriormente, Elvis Presley, los británicos entran con fuerza en el mundo de la cultura popular. Aunque sean los estudios culturales los que por primera vez hayan tenido estas manifestaciones populares como objeto de estudio, nunca más se podrá volver a hablar de rock en términos británicos: para fines de los setenta será una manifestación popular de envergadura mundial, que rompía, incluso, con las berreras del lenguaje.1

      Este, consideramos, es el legado principal de los estudios culturales. Se trató de una corriente capaz de ver que la cultura se construía no solo en los salones de las prestigiosas universidades, sino también en los diferentes procesos de interacción social y allí donde la carga simbólica cobraba un significado mucho mayor que la erudición proveniente de los libros.

      Con el rock se da un fenómeno del que nunca se había tenido plena conciencia, al menos en el campo del arte: la posibilidad de estar en posesión de un arte sin tener que dar razón de lo que se hace. En otras palabras, “el rock es la primera música que puede localizarse en la ruptura de la armonía entre el sujeto del saber y el sujeto de la experiencia” (Godzich, 1999, p. 109). Aquí hay uno de los elementos centrales de la nueva gramática a la que nos referíamos algunas líneas más arriba. Ya no se necesitan conocimientos técnicos muy elaborados para hacer música. Para mediados de los sesenta muchos jóvenes obreros compusieron canciones de dos acordes que habrían de transformarse en clásicos del rock de todos los tiempos. El rock acabó definitivamente con la idea elitista de la música. Sin embargo, aquí podría objetarse que el blues, padre del rock, ya era una música popular que no requería la experiencia académica para darse; esto es cierto. La diferencia con el rock fue que encarnó los ideales de toda una generación que deseaba distanciarse de los modelos convencionales, que deseaba huir de la cultura del progreso y la enajenación de la sociedad posindutrial. El rock se transformó en un producto cultural de consumo masivo, en un escape a la frialdad de los cuerpos y en la única respuesta a la búsqueda desenfrenada de la singularidad. Woodstock fue mucho más que un concierto, fue la manifestación clara de que los cuerpos de muchos jóvenes ya no eran cuerpos fríos. Fue la muestra de un escape a la marginalidad, de un ser-en-la-cultura.

      Por supuesto, no hace falta un gran trabajo de exégesis para darse cuenta de que el sistema quería ser partícipe de esto. La nueva onda contracultural que se venía con el auge del rock era algo digno de ser fotografiado, filmado y grabado. Al igual que las Soup Campbell de Warhol, el rock se convirtió en el amo del juego. Ya no era el sujeto quien se acercaba al objeto (el rock) para conocerlo. Parecía ser el rock el que estaba allí para ser visto y consumido. En un vertiginoso movimiento dialéctico, el rock pasó de ser una de aquellas modestas manifestaciones culturales en las que se detenían los estudios culturales a una increíble industria de proporciones mundiales. The Beatles pasaron del Cavern Club en la pequeña Mathew Street de Liverpool a la televisión nacional de los Estados Unidos en cuestión de muy poco tiempo. No importó. A pesar de todo, el rock seguía siendo un lugar de escape y de resistencia. Creemos que sigue siéndolo, aunque conviva con las lógicas del consumo y la producción en masa.

      El rock es, sin duda, una de las manifestaciones estéticas y culturales más interesantes de los últimos tiempos que evidencia de manera contundente cómo desde allí se dan importantes procesos de construcción cultural. En efecto, como lo decíamos, el rock se ha convertido en un fenómeno de alcances planetarios: hoy por hoy, se hace rock en muchos idiomas y sus formas de mostrarse como manifestación estética han sugerido un sin igual sincretismo entre referentes locales y globales. América Latina ha sido uno de los campos más prolíficos en lo que se refiere a estos sincretismos. Países como Argentina y México han sido pioneros en la producción de rock en español y, desde los noventa, en Colombia, el género

Скачать книгу