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Solo se lo diría a un extraño. Varios autores
Читать онлайн.Название Solo se lo diría a un extraño
Год выпуска 0
isbn 9786124838323
Автор произведения Varios autores
Жанр Языкознание
Издательство Bookwire
Patear el tablero a los 19 años, dejar de estudiar Derecho en la Católica y mandar a la mierda a mis papás para salir de la cueva de Platón fue como parir lava.
Me crecieron la barba y el pelo más de lo que hubiera imaginado que podrían crecer, y comencé a correr. Mis mejores amigos eran los lustrabotas de la plaza. Ellos me dieron cama en sus casas. Al principio, me daba un poco de asco dormir en esas sábanas, felizmente tenía mi sleeping.
Desde entonces, mis camas nunca han sido las mismas y su valor ha ido transformándose.
En Sepahua, por ejemplo, mi cama fue una estera encima de la tierra. Seis meses viviendo con esos yaminahuas en la selva me enseñaron que la cama es cualquier lugar donde recargas tus sueños y energía. Esas esteras fueron partícipes de los vómitos de todos los viernes de ayahuasca y chirisanango.
En el dorm universitario de Seúl, mi cama fue el espacio del miedo, de la oscuridad y soledad. De la nostalgia secuaz que atestiguó mi cambio de piel. Ahí conocí el pánico y aprendí a controlarlo.
Llegadas las arrugas y la vida imparable de viajes y hoteles por trabajo, perdí el rumbo de mis camas hasta que, en Macondo, un bar de mala muerte en Tailandia, un italiano me dijo:
—Tu cama es tu casa y tu casa es donde lavas tu calzoncillo.
Después mi cama fue el cubil al que entraba escapando de afuera. Ese espacio acogedor que invitaba a ser tomado, como la casa tomada de Cortázar. Llena de pies, brazos y sobre todo codos y rodillas pueriles. Era como si en vez de dos, tuviera mil hijos desperdigados en esa king size que terminaban dejándome siempre al borde de la cornisa.
Ahora, mi cama es un altar. Cómplice de sueños y placeres. Tendida a la perfección cada mañana por mí, antes de salir a correr. Inmensa, para sostener todas las fantasías y todos los fetiches, pero al mismo tiempo tierna, para contener las tardes de películas con mis hijos.
Estar encima de ella no es difícil, cualquiera puede estarlo. Lo imposible es estar dentro, porque el abrazo de sus sábanas es el abrazo de mis historias en todas mis camas.
Tres
A confesión de parte, relevo de pruebas:
Generales de ley:
Seudónimo: Óscar Gabriel Lustau Flores, DNI 08213836, domiciliado en la calle Guanahaní 155, San Isidro, de estado civil casado y nacido el 8 de noviembre de 1968 en la ciudad de Austin, Texas, EE. UU.
Historial médico:
Demasiadas fracturas y endodoncias, dos hernias y un fallido infarto de miocardio.
Antecedentes penales:
No registra antecedentes penales a la fecha de emisión del presente certificado.
Declaración:
Sr. Comisario, me presento ante usted y me declaro:
Abogado de profesión, caricaturista de vocación y, de ocupación, constructor.
Arquitecto y decorador sin estudios ni título, pero en ejercicio constante.
Alguien que trató toda una vida de perder sobrepeso y ahora no puede encontrarlo.
Padre biológico desde los 22 años y emocional desde hace poco.
De ancestro judío y casado con palestina, vivo en conflicto permanente conmigo mismo.
Analizado por la misma psicóloga desde hace 30 años.
Optimista hasta la irresponsabilidad. Iluso, entusiasta e hiperactivo.
Sin ninguna conciencia de mi edad y limitaciones físicas o intelectuales, me planteo retos que difícilmente puedo lograr.
Buen pobre, pero mejor rico.
Fiel por miedo, y con miedo a ser fiel.
Sometido como hijo a mis padres y como padre a mis hijos.
No creyente en la extensión de la vida, pero sí en vivirla mientras uno esté vivo.
Finalmente, esperando la muerte para así darle sentido a todo lo vivido.
Cuatro
Dicen que Dios solo da a las personas lo que pueden manejar. Bueno, yo me cago en Dios, Alá, Yahveh y la puta que los parió.
Yo no quería ser madre de una hija con discapacidad. La gente se refiere a ella como especial, algunos incluso la llaman retrasada. Qué definición de mierda; o, como dirían los más nobles de mis amigos, qué definición tan políticamente incorrecta. Aunque, ¿sabes qué? Yo también soy políticamente incorrecta. ¿No lo parezco? Pues permíteme explicarte.
Soy inadecuada porque he imaginado muchísimas veces (más de las que quisiera) cómo hubiera sido mi vida sin ella. Soy censurable por seguir sin aceptarla tal cual es. Pásenme el libro de reclamaciones: solicito cambio de modelo por uno sin mutación genética. Soy egoísta porque todos los días sueño con regresar a mi vida de ejecutiva exitosa, con agenda rebosante, directorios en el Club Empresarial, almuerzos en La Carreta y una independencia incuestionada. Soy envidiosa porque, cuando me cruzo a una mamá que lleva de la mano a su hija, impecable, con el tutú de ballet rosado y el moño alto y prolijo, quisiera ser ella. Soy la culpable de que mi hijo mayor tuviera que decirme, a sus escasos diez años y ahogado en desesperación:
—¿Qué puedo hacer para que seas feliz?
Soy incongruente porque, a pesar de transitar por todas estas emociones inmorales, dedico todo mi tiempo a que la vida de mi hija sea lo más normal posible. Y quizás nada de lo que haga sea suficiente. Tal vez no aprenda nunca a leer o escribir, a amarrarse los pasadores, a sumar o a restar. Pero nunca tendrá una sola duda de lo mucho que es amada, tan amada que logra que todos los días me olvide de mis ganas de salir corriendo.
Cinco
Soy un carpintero sin herramientas, un abogado sin expedientes. Soy amante de los proyectos sin terminar, de las ideas que nunca abandonaron la libreta. Soy un caminante curioso. Soy los silencios de mi papá y la verborrea de mi mamá. Soy la casa de Benavides y todos los perros que en ella habitaron. Soy Mefisto, el rottweiler de mi tío Henry. Soy Pecoso, el cocker spaniel, y también soy el día en que se escapó. Soy todos los parques de La Aurora. Soy la calle Simón Salguero. Soy una infancia telemaníaca, con un televisor de señal abierta. Soy Panamericana y Frecuencia Latina, que va para arriba. Soy El Chavo del 8 y Gokú. Soy Kevin Arnold y Winnie Cooper. Soy La historia sin fin, el sensei Miyagi y la patada de la grulla. Soy mi abuela, meine Omi, que, preocupada, desenchufaba la tele y me daba un libro. Soy esos libros, las novelas de Astrid Lindgren y los cuentos de los Hermanos Grimm. Soy Hansel, pero no soy Gretel. Soy los veranos eternos con mis primos en la casita de Punta Hermosa. Soy Pedro, Sonia y todos los helados que me fiaron. Soy la señora María y sus sánguches de pollo deshilachado con una hilacha más que la competencia. Soy esa mayonesa que a algunos mandaba al baño. Soy esas madrugadas en las que yo no pescaba nada y mi viejo llenaba un cesto con tramboyos y pintadillas. Soy algunos amigos que considero hermanos y algunos profesores que considero maestros. Soy lo que recuerdo y lo que he preferido olvidar. Soy todo eso, pero también soy el camino que me queda por andar, las chicas que me falta conocer, los triunfos que quiero saborear y las derrotas que tendré que aceptar.
Seis
Mamita, Luigi no quiere ir a ver a la bebita. Dice Kike que no es de nuestra familia porque está muy gordita. Yo sí quiero ir. Tiene muchos pelos, ¿no? Seguro se va a poner más bonita. En algún día. Ponle Silvia, como mí.
*****
Mamá, soy Kike. La Silvia no hace sus tareas y cuenta muchas mentiras. Ayer le dijo a la profe del Carmelitas que ella no tenía papá. Hoy casi le saco la mugre al Luigi porque me dijo “gringo”, pero me aguanté para que me preste sus chipunes. Amo mucho a tu bebita. Es mi hermana preferida.
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Maa,