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que extraigamos partes de nuestra materia gris. Los medicamentos también han demostrado ser bastante decepcionantes. Algunos de los mejores ejemplos de esto provienen justamente del tratamiento del alzhéimer, cuya tasa de fracaso farmacológico es de 99.6 por ciento.13

      Hasta ahora no hemos encontrado una cura para el deterioro cognitivo y la demencia. Existen algunos medicamentos aprobados por la FDA, como los inhibidores de acetilcolinesterasa (Aricept, Exelon, Razadyne) y memantina (galantamina), que ayudan a disminuir los síntomas por algunos años. Sin embargo, son incapaces de detener el avance de la enfermedad y de ninguna manera suponen una cura. También cabe mencionar que el medicamento más utilizado para combatir el alzhéimer, Aricept, parece funcionar mejor en hombres que en mujeres.14

      Una nueva generación de fármacos modificadores de la enfermedad, diseñados para actuar como vacunas, ha estado en desarrollo desde hace algún tiempo. Éstos están diseñados para eliminar las placas del alzhéimer (amiloides) del cerebro, o evitar que sean depositadas ahí. Actualmente, se han llevado a cabo seis estudios de fase 3, nivel considerado el punto de referencia de los ensayos clínicos, pero todos han fallado.15 El problema es que el fracaso de los ensayos clínicos no se debe a que los medicamentos no tengan el efecto esperado. De hecho, las vacunas amiloides sí funcionaron: tras unos años de tratamiento, las placas cerebrales habían desaparecido.16 No obstante, los pacientes no mejoraron. El tratamiento no disminuyó el déficit cognitivo y, en algunos casos, pareció empeorarlo.

      Algunos científicos argumentan que la eliminación de las placas es la estrategia correcta, pero que el momento no ha sido el adecuado. Cabe la posibilidad de que arrancar el tratamiento durante la fase inicial del alzhéimer, cuando la enfermedad aún está bajo control, produzca mejores resultados. Varios ensayos clínicos están probando vacunas para la prevención del alzhéimer si los resultados de estos estudios son positivos, nos dotarán de un arma increíble en nuestra guerra contra la enfermedad. Si no lo son, entonces regresaremos a nuestro punto de partida.

      LA REALIDAD: ¡EL CUIDADO Y LA PREVENCIÓN EXISTEN!

      Y AMBOS DIFIEREN POR GÉNERO

      Gracias a las últimas investigaciones, podemos aprovechar la recién descubierta ventana de oportunidad para identificar, abordar y actuar respondiendo a nuestros factores de riesgo antes de que aparezca cualquier síntoma.

      Alentados por la nueva ola de datos que muestran que la prevención del alzhéimer es factible, cada vez es más común para los proveedores médicos brindar cuidado clínico directo para mejorar la salud cerebral, reduciendo así el riesgo de padecer alzhéimer, con algunas prácticas centradas en la evaluación de riesgos y en la intervención temprana. Los ensayos clínicos más recientes17 han proporcionado evidencia convincente de que la reducción de riesgos puede ayudarnos a conservar nuestra función cognitiva durante la vejez. En vista del actual fracaso de los medicamentos para el alzhéimer como una opción viable, este hallazgo nos ofrece la alternativa que tanto hemos buscado: renueva la esperanza y nos motiva a hacer lo necesario para protegernos y desarrollarnos a lo largo de todas las etapas de nuestra vida.

      Ésta es una excelente noticia, sobre todo para las mujeres, dado que existen pruebas convincentes de que el cerebro femenino puede beneficiarse de prácticas específicas en términos médicos y de estilo de vida, permitiéndonos inclinar la balanza a nuestro favor. Estas intervenciones son más seguras y se toleran mejor que los medicamentos, con lo cual ofrecen resultados igualmente efectivos e incluso mejores. La clave está en personalizar el tratamiento dependiendo de los riesgos y las necesidades de cada paciente. En el siguiente capítulo analizaremos algunos de los factores de riesgo que más afectan el cerebro femenino, y cómo abordarlos.

      Capítulo 3

      Riesgos únicos para la salud cerebral

      de la mujer

      Uno de los avances más alentadores en el campo de la salud y el bienestar de la última década ha sido el reconocimiento de que centrarse en la singularidad de los pacientes abre la puerta a estrategias más efectivas para la prevención y el tratamiento de las enfermedades. Esta noción es la base sobre la cual se erige la “medicina de precisión”, un enfoque novedoso que analiza un espectro amplio de determinantes de salud que van más allá de las predisposiciones genéticas para incluir elementos como la forma en que viven los pacientes, dónde trabajan, a qué tipo de toxinas están expuestos, cuánto estrés tienen en su vida y varios aspectos adicionales de su historia clínica pasada y actual. Con esa conciencia, uno puede atender riesgos específicos y la forma en que interactúan entre sí antes de tiempo.

      La salud cognitiva pertenece a este mismo marco de referencia. Nuestra capacidad para pensar con claridad y mantener una mente aguda es producto de las interacciones entre una variedad de factores que, aunque contemplan la edad y la composición genética, también sufren el impacto del entorno y del estilo de vida, así como de las condiciones médicas coexistentes como la obesidad, la diabetes y las cardiopatías. Para las mujeres es crucial vigilar nuestras hormonas, además de darnos tiempo para manejar mejor nuestra salud. El cerebro de las mujeres experimenta alteraciones desencadenadas por cambios hormonales, los cuales pueden hacernos vulnerables al envejecimiento y al deterioro cognitivo. Aunque ésta no es una verdad absoluta para todas las mujeres, este riesgo puede reducirse mediante la medicina preventiva y haciendo modificaciones específicas en el estilo de vida.

      Ya contamos con muchas herramientas necesarias para evaluar factores de riesgo genéticos y no genéticos del envejecimiento cerebral y la demencia. Al asociar esta información con nuestras elecciones en términos de estilo de vida, tendremos en nuestras manos la clave para contrarrestar y reducir estos riesgos. Al considerar nuestra singularidad biológica y ser proactivos con las alternativas específicas para nuestras necesidades básicas, podríamos superar lo que hasta ahora se creía insuperable. Y en vez de conseguirlo mediante cirugía o fármacos, lo lograremos a través de la prevención.

      Nuestra individualidad biológica incluye, por supuesto, ser mujeres. Las investigaciones han mostrado cómo las mujeres experimentamos las cardiopatías de forma radicalmente distinta a los hombres, lo cual deriva en diferentes síntomas y resultados. Debemos estudiar la salud mental de forma similar. El cuerpo, el cerebro y la vida de las mujeres difieren de los de los hombres en maneras diversas que interfieren con la salud cognitiva y el estado de ánimo a nivel general, y que pueden desencadenar la pérdida de memoria y la demencia.

      El campo del alzhéimer ha proporcionado la evidencia más clara de que el cerebro femenino requiere un cuidado distinto al masculino al destacar la existencia de bases biológicas únicas que sustentan esa disparidad de género. Ahora está claro que hombres y mujeres recorren caminos distintos hacia la demencia. Varios científicos hemos identificado más de treinta factores genéticos, médicos, de estilo de vida, culturales y sociales que tienen un impacto distinto sobre el riesgo de deterioro cognitivo dependiendo del género. Gracias a una serie de aspectos únicos del cerebro femenino, algunos de estos factores incrementan el riesgo de forma más dramática en mujeres que en hombres, mientras que otros sólo aumentan el riesgo en las mujeres. Curiosamente, se ha visto que los cambios hormonales en los años previos y posteriores a la menopausia actúan como mecanismos subyacentes clave que pueden activar estos riesgos, así como predisposiciones existentes. Para muchas mujeres, la menopausia es el punto de inflexión donde los riesgos médicos pueden convertirse en verdaderos problemas de salud. También es el momento en que nuestro cerebro se vuelve particularmente vulnerable a los estresores de nuestro entorno y estilo de vida. Aunque quizá no todos estos riesgos sean aplicables a tu realidad en este momento, es de vital importancia que todas las mujeres entiendan con qué deben tener cuidado para garantizar su bienestar a futuro y para ayudar a otras mujeres a protegerse.

      En este capítulo, analizaremos los riesgos genéticos, médicos, hormonales y de estilo de vida que tienen un mayor impacto en las mujeres. A continuación se describen algunos de los principales factores y se explican a detalle a lo largo de todo el libro, acompañados de recomendaciones efectivas para minimizar y, aún mejor, erradicar sus efectos negativos en nuestro cerebro. Porque la realidad es que la pérdida de memoria no tiene que ver con la edad; en gran medida, está determinada por las elecciones que hacemos y las experiencias

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