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que ver con la estructura y el funcionamiento de nuestro cerebro). Por desgracia, el resultado de muchos estudios científicos comúnmente se ha manipulado para dar a entender que un género, el masculino, es mejor o intelectualmente superior que el otro. Quizás hayas oído hablar de la idea de que “ser brillante para las matemáticas es un fenómeno masculino”, un prejuicio que ignora que los hombres han tenido acceso a la educación superior por un lapso mayor que las mujeres, sin mencionar que existen mujeres matemáticas brillantes, a pesar de tales obstáculos: Ada Lovelace, Emmy Noether y Katherine Johnson, por mencionar sólo algunas. La realidad de las cosas es que hombres y mujeres poseen la misma capacidad intelectual, aunque obtengamos nuestros resultados a través de rutas neuronales medianamente distintas.

      Dicho esto, desde una perspectiva puramente biológica, los hombres y las mujeres son hasta cierto punto distintos. Dicha diversidad produce riesgos a la salud y vulnerabilidades específicas para cada género. En particular, algo mucho más cercano a mi investigación y que debemos considerar con urgencia es que cada vez aparecen más textos que muestran que los cerebros masculino y femenino envejecen de manera distinta, en parte debido a los cambios en la cantidad y la calidad de las hormonas.

      Nuestro cerebro atraviesa una serie de transiciones hormonales a lo largo de nuestra vida, a medida que pasamos de la infancia a la pubertad, y finalmente a la pérdida de la fertilidad y el comienzo de la menopausia. Mientras que en la pubertad hay una explosión de poder hormonal, la pérdida de fertilidad en las mujeres puede ser un golpe más duro de lo anticipado. Si consideramos al estrógeno como combustible para el cerebro (y no para producir bebés), la magnitud del cambio se hace mucho más evidente.

      EN EFECTO, “TODO ESTÁ EN TU MENTE”

      Como se menciona al principio de este libro, mis colegas y yo nos hemos enfocado en la salud cerebral de las mujeres a medida que envejecen. Con “envejecer” no insinúo que hayan adquirido el estatus de “adulto mayor”; me refiero a cualquier mujer que haya superado la adolescencia. A lo largo de los años, hemos llevado a cabo diversos estudios de imágenes cerebrales en mujeres sanas de entre veintiuno y ochenta años, y los hemos comparado con estudios de hombres sanos de las mismas edades. Medimos múltiples factores, empezando por la forma en que el cerebro procesa la glucosa, su fuente principal de combustible. Realizamos pruebas para la detección de las placas del alzhéimer y también revisamos la existencia de atrofia cerebral y cualquier evidencia de derrame cerebral o problemas vasculares. Luego monitoreamos a estas pacientes a lo largo del tiempo, algunas de ellas por un par de años, otras por hasta quince o veinte años.

      Cuando hacemos un inventario de las diferencias que confrontan hombres y mujeres, existe una distinción evidente durante el periodo crucial de la mediana edad: las mujeres se encuentran en el proceso de sortear la menopausia, los hombres no. A medida que avanzamos, nuestro trabajo reveló varios hallazgos, de los cuales el más impactante fue que el deterioro de la fertilidad femenina, con la llegada de la menopausia, tiene un efecto enorme en nuestro cerebro. Resulta que la menopausia afecta muchas más cosas que la fertilidad de las mujeres. Para la mayoría de las mujeres, los cambios hormonales desencadenan una serie de síntomas menopáusicos bien conocidos, como bochornos, sudoraciones nocturnas, perturbaciones del sueño, depresión y episodios de pérdida de memoria. Aunque relacionamos estos síntomas con nuestros ovarios, en realidad tienen su origen en otro lugar: el cerebro. Las fluctuaciones hormonales, un sello distintivo de la menopausia, provocan la pérdida de un elemento protector clave8 en el cerebro femenino. Se sabe que la disminución hormonal acelera el proceso de envejecimiento.9 En todo el cuerpo, a medida que envejecemos, las hormonas que desarrollan músculos y huesos disminuyen, mientras que aumentan aquellas que descomponen tejidos. El resultado es que nuestras células experimentan más desgaste con menor acceso a su reparación. La piel se arruga más, el cabello se reseca, los huesos se vuelven más frágiles. Por desgracia, lo mismo puede ocurrir en nuestro cerebro, debilitando nuestras neuronas y haciendo que nuestro cerebro se vuelva más vulnerable al envejecimiento y la enfermedad.

      Para la mayoría de las mujeres, estas alteraciones se manifiestan como molestos bochornos y cambios en el estado de ánimo. Sin embargo, para otras, los cambios hormonales disminuyen potencialmente la capacidad del cerebro de resistir enfermedades como el alzhéimer.

      Esto resulta evidente al observar las imágenes del cerebro que aparecen en la figura de la página siguiente. La imagen del lado izquierdo muestra el “metabolismo” cerebral o los niveles de actividad en una mujer sin ningún indicio de menopausia, una etapa conocida como premenopausia. La imagen del lado derecho, en cambio, muestra la actividad cerebral en una mujer posmenopáusica. La escala de grises refleja la actividad cerebral; el color gris claro indica mayor actividad, mientras que el color gris oscuro indica menor actividad. A nivel general, la imagen de la mujer posmenopáusica se ve más oscura, lo cual significa que su metabolismo cerebral es mucho menor que el de la mujer premenopáusica de la izquierda. Esto no se trata de un caso aislado. Así se veía el cerebro “promedio” después de la menopausia. En algunas mujeres estas reducciones eran bastante pronunciadas, con una disminución de más de 30 por ciento de la actividad cerebral. De manera alarmante, se reportaron hallazgos similares en mujeres en etapa perimenopáusica (casi menopáusica), quienes también mostraron reducciones significativas. Por otra parte, los hombres de la misma edad mostraban cambios mínimos y, en muchos casos, ninguno.

      FIGURA 1. MENOPAUSIA: ACTIVIDAD CEREBRAL

      PREVIA Y POSTERIOR

      Algo mucho más preocupante fue que algunas mujeres en proceso de transición hacia la menopausia también mostraron un incremento en la acumulación de placas amiloides, una marca distintiva del alzhéimer.10 Adicionalmente, estas mujeres exhibieron un deterioro metabólico progresivo y un encogimiento de los centros de memoria del cerebro. Estos hallazgos son alarmantes, ya que comúnmente se presenta un patrón similar de cambios cerebrales en pacientes en las etapas iniciales del alzhéimer.

      El momento de aparición también apunta a un mayor riesgo de desarrollar alzhéimer en el futuro. Uno de los hallazgos más impactantes con que han tropezado los científicos es que el alzhéimer se implanta en el cerebro décadas antes de que se presente el primer síntoma. En específico, el alzhéimer comienza con cambios negativos en el cerebro al inicio de la mediana edad, cuando estamos en nuestros cuarenta y cincuenta años… y no en la vejez.11 Esto puede sorprender a algunos, así que permítanme aclararlo: siempre hemos asociado al alzhéimer con la vejez porque ésa es la edad en que la enfermedad ha logrado causar el daño suficiente para que aparezcan síntomas cognitivos consistentes. En realidad, la enfermedad lanzó su ataque muchos años antes.

      De cierta manera, el alzhéimer es como la caída de la bolsa de valores. No surge de la nada (aparece al final de una larga secuencia de factores económicos interrelacionados). De igual forma, el alzhéimer no aparece súbitamente como un resfriado. Al igual que las cardiopatías o el cáncer, estas condiciones no surgen de la noche a la mañana. Más bien, el alzhéimer es resultado de una serie de eventos genéticos, médicos y de estilo de vida12 presentes a lo largo del camino. Sus efectos impactan el cerebro sobre todo en la mediana edad, con síntomas que aparecen a medida que envejecemos (un proceso que empieza mucho antes en el cerebro de algunas mujeres, durante la transición hacia la menopausia).

      Así que, si alguna vez algún médico bienintencionado te dijo que tus síntomas estaban sólo en tu mente, he aquí la prueba de que todo lo que has estado experimentando es científicamente válido y factible y, lo que es más importante, ¡nos brinda la oportunidad de hacer algo al respecto! Quisiera aclarar que la menopausia no “provoca” alzhéimer. Como evento, la menopausia es más parecida a un detonante mediante el cual se anula el superpoder del estrógeno y las hormonas que lo acompañan, y el cerebro tiene que encontrar nuevas formas de funcionar con eficiencia. Es justo en este momento, cuando el cerebro está ocupado en readaptarse, que aumenta el riesgo de que otras complicaciones se conviertan en verdaderos problemas médicos. Para muchas mujeres, los cambios cerebrales asociados a la menopausia provocan pérdida de memoria e incluso disminución cognitiva; para otras, cambios sin precedentes en el estado de ánimo, ansiedad y síntomas

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