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El cerebro XX. Lisa Mosconi
Читать онлайн.Название El cerebro XX
Год выпуска 0
isbn 9786075572932
Автор произведения Lisa Mosconi
Жанр Медицина
Серия Para estar bien
Издательство Bookwire
Aunque el sexo y las hormonas no ofrecen una explicación universal para nuestra salud y nuestro comportamiento, las diferencias de género en el cerebro se manifiestan de muchas maneras fascinantes, aunque comúnmente ignoradas. Esto se debe (parcialmente) a que las hormonas están hechas de nuestro ADN, y como bien sabemos, éste varía dependiendo de nuestro sexo. Sin embargo, son pocas las personas que saben que el cromosoma X es mucho más grande que el cromosoma Y, que es relativamente pequeño, al contener 1,098 genes en comparación con los 78 del cromosoma Y. Esto significa que una mujer, portando su doble X, posee más de 1,000 genes más que un hombre, muchos de los cuales son cruciales para la producción hormonal y la actividad cerebral.
LA “X” INDICA EL LUGAR: EL CEREBRO
IMPULSADO POR LOS ESTRÓGENOS
Todas las mujeres están conscientes (por lo menos a nivel intuitivo) de la comunicación constante entre el cerebro y las hormonas, incluso muchas de nosotras les atribuimos nuestro estado de ánimo. En efecto, las hormonas femeninas tienen fuertes y profundos efectos en el cerebro que van mucho más allá de los típicos síntomas del síndrome premenstrual y los múltiples altibajos asociados con nuestro ciclo.
Las hormonas son poderosas sustancias químicas que están involucradas en casi todos los procesos corporales y cerebrales, incluyendo el metabolismo celular, el crecimiento de tejidos y la recuperación de lesiones. Las hormonas mantienen la agudeza, la energía y la juventud de nuestro cerebro, mantienen la fuerza de nuestros huesos, la actividad de nuestro intestino y la potencia de nuestra vida sexual; también afectan nuestro peso, nuestra función inmunológica y la forma en que transformamos el alimento en combustible. Gracias a los múltiples roles que abarcan, nuestras hormonas influyen en todos los aspectos de nuestra fisiología y, por ende, de nuestra salud física y mental. Cuando tus hormonas están fuera de control lo sientes en todo el cuerpo, desde tus articulaciones hasta tus pensamientos. Dependiendo de si están bien o mal equilibradas, experimentaremos cambios en las funciones corporales y en aspectos como nuestro poder cognitivo, estado de ánimo, alerta mental y hasta la forma en que pensamos, hablamos, sentimos y recordamos.
Pese a que todas las hormonas son importantes, casi todas las investigaciones señalan que el 17ß-estradiol, mejor conocido como “estrógeno”, es uno de los principales controladores hormonales de la salud cerebral de las mujeres”.2 El estrógeno es el “regulador maestro” del cerebro femenino, pues desempeña muchos roles que en realidad no tienen nada que ver con la reproducción y todo que ver con la vitalidad. El estrógeno tiene un papel clave en la regulación de la producción de energía y el equilibrio de varias funciones cerebrales (homeostasis). Esto es de suma importancia para mantener la salud y la actividad de las células cerebrales (neuronas) y para fomentar la actividad cerebral en las regiones encargadas de la memoria, la atención y la planeación.
Lo que es más importante: el estrógeno es una hormona neuroprotectora, pues juega un rol defensivo crucial al impulsar el sistema inmunitario desde el cerebro, protegiendo a las neuronas de cualquier daño y fomenta la formación de nuevas conexiones entre ellas. Por ende, un cerebro bien conectado es más resiliente y adaptable. Además, curiosamente, el estrógeno funge como “el Prozac de la naturaleza”; sus niveles influyen en la producción de ácido gamma-aminobutírico (GABA) en el cerebro, una sustancia química que tranquiliza al sistema nervioso gracias a sus propiedades calmantes y promueve la liberación de endorfinas: los analgésicos naturales del cuerpo. Finalmente, todas nuestras hormonas contribuyen al flujo sanguíneo y la circulación en el cerebro, crucial para garantizar el suministro adecuado de oxígeno y nutrientes.
Todos estos efectos suceden en el cerebro desde el momento de la concepción, durante el desarrollo del embrión en el vientre. Con el tiempo, las hormonas circulantes desempeñan un papel importante en la diferenciación sexual del cerebro.3 Los andrógenos (hormonas masculinas como la testosterona) producen un cerebro “masculino”, mientras que la falta de esos andrógenos, con un aumento subsecuente de estrógenos (hormonas femeninas) producen un cerebro “femenino”.
Aunque estas diferencias son sutiles, si examináramos de cerca los cerebros de hombres y mujeres, como hago yo en mi trabajo, quizá podríamos advertirlas. Por ejemplo, dependiendo de la hormona que abunde más en tu cerebro (el estrógeno en las mujeres, la testosterona en los hombres), podrías producir más cantidad de ciertos neurotransmisores (los mensajeros químicos que el cerebro utiliza para señalar, comunicar y procesar información). Por lo general, el cerebro masculino produce más serotonina, el neurotransmisor que nos hace “sentir bien” y que está involucrado en el estado de ánimo, el sueño e incluso el apetito.4 En cambio, las mujeres producen más dopamina (sustancia química presente en el cerebro que regula nuestra determinación y motivación para realizar cosas y obtener recompensas).
Lo que resulta más intrigante es que algunas partes de nuestro cerebro muestren “dimorfismo sexual”, lo cual significa que están construidas de forma ligeramente distinta dependiendo del sexo.5 Por ejemplo, que hombres y mujeres vean las cosas de manera distinta resulta ser una observación tanto literal como figurada. En las profundidades de la corteza visual (la parte del cerebro que se encarga de procesar información óptica) encontramos un excelente ejemplo de por qué hombres y mujeres no siempre se ponen de acuerdo. Mientras que los hombres poseen más células M, responsables de la detección del movimiento, las mujeres tienen más células P, encargadas de detectar objetos y figuras (¿acaso esto explica la capacidad superior que tienen las mujeres de encontrar cosas en el refrigerador?).
Continuando con nuestros oídos, las mujeres suelen también escuchar mejor que los hombres, en parte porque tenemos 11 por ciento más neuronas en la corteza auditiva primaria, la parte del cerebro que decodifica el sonido. Adicionalmente, aunque los hombres tienen cerebros más grandes como consecuencia de tener cuerpos típicamente más grandes, las mujeres tienen una corteza cerebral más gruesa que parece estar más interconectada.6 En el cerebro femenino, el hipocampo (el centro de memoria del cerebro) y la amígdala (el centro emocional del cerebro) están conectados con mucha mayor firmeza a la corteza frontal, la cual se encarga del pensamiento abstracto, la planeación y el razonamiento.
Como resultado, las diferencias de género en la conectividad cerebral son particularmente notorias en el sistema límbico (la parte del cerebro que incluye el hipocampo y la amígdala que mencionamos), y eso resuena en las experiencias de amor y afecto, respondiendo así a los factores involucrados en tener una familia.7 Esta parte del cerebro es responsable de generar las motivaciones y emociones que gobiernan los instintos parentales, desde amamantar a un niño hasta protegerlo, sin olvidar el impulso de involucrarse y jugar con él. Si tienes hijos, es probable que hayas entrado a hurtadillas a su habitación por la noche para comprobar que sigan respirando o a plantarles un beso en la frente antes de dormir, o tal vez te hayas sorprendido sonriendo al pensar en leerles su cuento favorito antes de dormir, pese al hecho de que probablemente les hayas leído esa historia más de cien veces; todas éstas son señales del lóbulo límbico en acción. Los hombres también lo tienen, pero las mujeres poseen sus cualidades de sobra. De pronto, algunos estereotipos culturales que todos conocemos no nos parecen tan extraños, ¿cierto?
Cabe señalar que, hasta cierto punto el cerebro masculino y el femenino están conectados de forma distinta y muestran algunas diferencias bioquímicas, pero eso no tiene gran impacto en el comportamiento. Para ser totalmente claros, no hay nada en nuestra biología que justifique la brecha de género en temas de equidad, salario u oportunidades. Tampoco existe una