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para la mayoría de las personas el ADN no es tan determinante como alguna vez se pensó. Sin embargo, existen factores que están arraigados en nuestro ADN (aunque no siempre son causa de una enfermedad) que de cualquier modo pueden incrementar el riesgo de desarrollar deterioro cognitivo y demencia. Estos factores contemplan si tienes antecedentes familiares de demencia; algunas variantes de riesgo genético; y tu origen étnico.

      Antecedentes familiares

      Una vez palomeadas las casillas de (a) envejecer y (b) nacer mujer, tener antecedentes familiares de alzhéimer es el siguiente factor más importante para padecerlo (así como otras formas de demencia). Éste es el caso particular de las familias que se ven afectadas por las mutaciones genéticas que provocan enfermedades. Más adelante descubriremos cómo determinar si tú o alguno de tus seres queridos posee alguna de estas mutaciones. Sin embargo, algunos avances recientes en la investigación médica indican que optimizar nuestro cuidado médico y nuestro estilo de vida puede hacer maravillas para la salud cerebral, incluso para aquellos que poseen mutaciones genéticas que provocan enfermedades.

      Si en tu familia no existen mutaciones genéticas, si alguno o ambos padres tienen (o tuvieron) alzhéimer, se considera que tú estás en riesgo. Subrayo que, aunque uno de tus padres haya sido afectado por la enfermedad, no significa que tú también saldrás afectada; sin embargo, sí tienes una predisposición y debes prestar más atención a tu salud. Algo que también vale la pena mencionar es que implica más riesgo que tu madre haya sufrido alzhéimer a que tu padre haya padecido la enfermedad.1 Es comúnmente ignorado que las mujeres se encuentran en el centro del problema en ausencia de mutaciones genéticas. Pese a que aún no sabemos con certeza cómo los antecedentes familiares incrementan el riesgo, sí sabemos que un estilo de vida saludable puede reducir las posibilidades de desarrollar demencia incluso para quienes poseen un riesgo genético más alto.

      El gen ApoE

      Actualmente, el único factor de riesgo genético que tiene un impacto en la salud cognitiva se conoce con el nombre de apolipoproteína E, o de manera más sencilla, ApoE. Gracias a los medios de comunicación, este gen les ha dado a los médicos mucho trabajo extra, pues ha sido presentado de una manera que simplifica en exceso su influencia sobre la probabilidad de que una persona desarrolle alzhéimer. Vayamos, pues, al meollo del asunto: todos tenemos un gen ApoE que forma parte de nuestro ADN. Existen tres variantes distintas o “alelos”: épsilon 2, épsilon 3 y épsilon 4, los cuales abreviaré como ApoE-2, ApoE-3 y ApoE-4. Cada una de estas variantes tiene efectos distintos en la salud.2 La variante ApoE-2 protege contra la demencia. La variante ApoE-3 es ampliamente neutral. La variante ApoE-4 no provoca alzhéimer (sólo incrementa el riesgo de padecerlo). A pesar de esto, el ApoE-4 se ha promovido como una mutación genética peligrosa, a tal grado que algunos periodistas lo han llamado “el malvado gen del alzhéimer”, aunque innumerables portadores de ApoE-4 tienen vidas largas y felices sin ningún rastro de demencia; mientras que más de 60 por ciento de los pacientes con alzhéimer ni siquiera porta el gen ApoE-4.

      En todo caso, existen dos razones principales para tomar en cuenta el estatus ApoE de cada persona. Primero, aunque el ApoE-4 afecta tanto a hombres como a mujeres, las mujeres con ApoE-4 son más proclives a desarrollar deterioro cognitivo o alzhéimer.3 Las mujeres con ApoE-4 también son más propensas a tener un peor desempeño en términos de memoria, un mayor encogimiento cerebral y una mayor acumulación de placas de alzhéimer desde que alcanzan la mediana edad.4 Pero el motivo más importante para tomar en serio esta información es que los efectos del ApoE-4 pueden mitigarse al utilizar el programa descrito en este libro. En los próximos capítulos, destacaré todas las pruebas y recomendaciones que funcionan particularmente bien para aquellos con ApoE-4 y luego profundizaremos en cómo utilizar la información genética para decidir a qué intervenciones someternos.

      Otros riesgos genéticos

      Más de veinte “riesgos genéticos” o variantes genéticas adicionales se han vinculado a un mayor riesgo de desarrollar alzhéimer.5 Sus asociaciones no son tan fuertes como las del ApoE y necesitan establecerse con mayor firmeza. Sin embargo, vale la pena prestarle atención al hecho de que la mayoría de estos genes tiene un efecto similar en nuestro cuerpo y en nuestro cerebro: influye en nuestra respuesta a la inflamación. Como discutiremos más adelante, en el apartado de “Riesgos médicos”, la inflamación crónica suele afectar más al cerebro femenino que al masculino, un dato que debe tomarse muy en serio.

      Origen étnico

      Si se ha hecho tan poco por abordar las disparidades de género en temas de salud mental, se ha hecho mucho menos por reconocer que las mujeres de color se encuentran en una desventaja mucho mayor. Las mujeres afroamericanas son dos veces más propensas a sufrir derrames cerebrales y a desarrollar alzhéimer u otras formas de demencia6 que las mujeres blancas. De igual manera, en contraste con las mujeres blancas, las de origen hispano son 1.5 veces más propensas a desarrollar demencia, cardiopatías y diabetes.7

      Trágicamente, lo que se sabe sobre el diagnóstico, el manejo y el tratamiento de estas condiciones se basa casi exclusivamente en estudios con gente blanca, sobre todo hombres. Las personas afroamericanas e hispanas conforman sólo entre 3 y 5 por ciento de los participantes en ensayos clínicos de alzhéimer, lo cual limita aún más nuestra capacidad para desarrollar intervenciones más específicas. Sin embargo, existe un esfuerzo continuo de producir datos de alta calidad en minorías raciales y étnicas para entender y tratar mejor cualquier riesgo mayor. En los próximos capítulos revisaremos la mejor evidencia que existe hasta el momento.

      RIESGOS MÉDICOS

      Existen varios factores que han sido vinculados a un mayor riesgo de desarrollar deterioro cognitivo y alzhéimer en mujeres que en hombres. Éstos incluyen factores específicos sobre todo para las cardiopatías, la obesidad y la diabetes. Adicionalmente, la depresión durante la mediana edad puede tener un impacto en la memoria y en el estado de ánimo, y se cree que incrementa en las mujeres el riesgo de padecer alzhéimer. También existe cada vez más evidencia de que haber sufrido alguna lesión cerebral traumática o varias conmociones cerebrales tiene efectos negativos más duraderos en la salud cognitiva de las mujeres. La enfermedad tiroidea es otro gran riesgo, junto con infecciones e inflamación crónica.

      Viendo el lado positivo, todas estas condiciones pueden identificarse con facilidad y comúnmente mitigarse, si no es que revertirse por completo, mediante el cuidado médico adecuado y los cambios al estilo de vida descritos más adelante. Cuanto más pronto los afrontes, mejor, porque puedes cambiar tu futuro literalmente.

      Cardiopatías

      En muchos países, las enfermedades cardiovasculares (un término paraguas para muchas condiciones que afectan al corazón, como el derrame cerebral, la angina de pecho y los ataques cardiacos) es la principal causa de muerte tanto en hombres como en mujeres. También es un gran factor de riesgo para desarrollar deterioro cognitivo y demencia, donde hasta 25 por ciento de los casos de demencia se atribuye a derrames cerebrales y ataques isquémicos transitorios (TIA, por sus siglas en inglés) o “miniderrames cerebrales”.8

      Aunque por lo general los hombres suelen sufrir más padecimientos cardiacos que las mujeres, una vez que una mujer llega a los cincuenta años, o la edad natural de la menopausia, su riesgo de padecer cardiopatías es igual al de un hombre de la misma edad. Por si esto fuera poco, los ataques cardiacos son más severos en mujeres que en hombres. En el año posterior a un ataque al corazón, las mujeres tienen más de 50 por ciento de probabilidad de morir que los hombres. En los siguientes cinco años, el 47 por ciento de las mujeres morirá, desarrollará insuficiencia cardiaca o sufrirá un derrame cerebral, en comparación con el 36 por ciento de los hombres.

      ¿A qué se debe esto? Una teoría es que, antes de la menopausia, el estrógeno mantiene bajos los niveles del colesterol malo (LDL), mientras mejora los del colesterol bueno (HDL), protegiendo así las arterias de las mujeres de la acumulación de la placa que contribuye al padecimiento de ataques cardiacos y derrames cerebrales. La caída en los niveles de estrógeno y el aumento en el colesterol LDL durante la menopausia son dos elementos clave que aumentan el riesgo de cardiopatías en mujeres, aunque se requiere mayor investigación

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