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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova
Читать онлайн.Название El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov
Год выпуска 0
isbn 9786078683406
Автор произведения Galina Ershova
Жанр Документальная литература
Серия Akadémica
Издательство Bookwire
Por cierto, el poema refuta completamente las conjeturas liberales y disidentes características de Piatigorsky, quien inventaba mentiras sobre una orientación casi antisoviética en los intereses científicos de Knórosov. Semejantes cuentos se venden mejor en el Occidente, adonde como una rata de barco se dirigió vivamente Piatigorsky. Knórosov nunca tuvo el menor interés en migrar allá, despreciando francamente a todos estos «migrantes por salchichón».[8]
Los Knórosov servían a Rusia tanto en las buenas como en las malas. En 1990, Yuri Valentínovich recortó de algún periódico una imagen (desde luego tenía varias de este tipo) y me la enseñó: en el centro aparecía un oso grande, al cual de todas partes se habían prendido pequeñas bestias con grandes dientes que lo estaban destrozando. Knórosov le dio a cada una de estas bestias asquerosas el nombre de un político de aquel tiempo, comenzando con Gorbachov. Pero en ese entonces, en los primeros años de posguerra, faltaba mucho para llegar a eso…
La expedición de Corasmia. Dhikr en Mazar de Shamun-Nabi
Después de terminar en 1946 el aciago tercer curso universitario, que ya se había alargado, y después del cuarto curso, bastante exitoso, en el verano de 1947 Yuri se fue a hacer prácticas a Asia Central. Ya no se trataba de las prácticas domésticas en los alrededores de Moscú; era una práctica verdadera: la expedición de Corasmia que había organizado Tolstóv todavía antes de la guerra.[9] Inmediatamente después de la guerra, la expedición se reanudó. Le expidieron a Yuri una verdadera identificación, donde por alguna razón la fecha de entrega era posterior a la fecha del comienzo de la expedición. Al parecer, en lugar del rector, la firma se la puso la misma señora E. Manuilskaya que hacía tiempo le había negado el ingreso a la universidad.
Documento de expedición
Ha sido entregada al estudiante de la Universidad Estatal M.V. Lomonósov de Moscú a Knórosov Yuri Valentínovich. El documento testifica que él es enviado a la región de Corasmia para las prácticas laborales desde el 1 de julio hasta el 1 de septiembre de 1946.
Pasaporte XIV-РТ 732982
El rector de mgu - firma ilegible -(profesor I.S. Galkin)
Fecha: 20/VII/1946, Moscú, 9, Calle Mojovaya, 11.
Telefoto К 3-57-65
Ahora ya es bastante complicado reconstruir con detalles los acontecimientos de estas expediciones. Se han conservado los documentos de 1946; inclusive la carta del presidente del consejo regional de Kungrad en idioma karakalpako con la indicación de proporcionar a la expedición etnográfica al guía-intérprete con apellido Berdibaev. La fecha de entrega del documento corresponde a 23.09.1946, lo cual rebasa la fecha de identificación de trabajo de Knórosov.
Por primera vez, a Yuri le tocó formar parte del destacamento dirigido por la etnógrafa de Leningrado Claudia Ivánovna Zadýchnaya, una típica custodia del museo. Una vez Yuri la asustó mucho. Los tiempos eran difíciles, todos acababan de sobrevivir la guerra; por lo tanto, el sentimiento de miedo era muy fuerte y no dejaba incluso a los jóvenes estudiantes. Yuri se comportaba como si se hubiera «caído de la Luna»: no hacía caso a nadie, se dedicaba a hacer lo que le interesaba. Y peor era que le parecían interesantes muchas cosas. En pocas palabras, Zadýchnaya lo trataba con mucho cuidado, esperando cualquier truco del impredecible practicante.
El sistema de la expedición de Corasmia era así: primero todos los estudiantes iban a las excavaciones con Tolstóv; luego, después de las excavaciones se realizaba un trabajo independiente en tres grupos etnográficos. En esta expedición, Yura Knórosov y Mira Gueffen quedaron en el mismo grupo, donde había ocho personas más. Los estudiantes se dirigieron a Uzbekistán en tren, en el vagón coche-cama más barato. Había costado mucho trabajo conseguir los boletos; además, había más pasajeros que lugares, incluso tomando en cuenta los estantes superiores destinados para el equipaje. Dormían por turnos. Algunos estaban acostados; otros estaban parados, esperando su turno. Después de que Yuri cediera modestamente su lugar a alguien, le propuso a Mira… ir a beber cerveza. La chica estaba apenada: ella nunca en su vida había tomado cerveza, ni siquiera la había probado, y respondió: «No creo, me da un poco de miedo…» Knórosov, con mucha autoridad, dijo: «No se preocupe. Yo le enseñaré…»
Así es como había comenzado la expedición. Knórosov, burlándose, llamaba las excavaciones «obras de suelo». Los participantes han conservado unos brillantes recuerdos acerca de la etapa arqueológica y acerca del cortejo de Yuri a Galina Látysheva (futura especialista en historia de Moscú). Galina era amiga de Mira y era como siete años mayor que ella. Es decir, ella era coetánea de Yuri y él la «cortejaba». Según la opinión de la mayoría, lo hacía «de una forma puramente platónica». Yuri acompañaba a las chicas a todas partes. Mira recuerda que las acompañaba «incluso cuando necesitábamos ir al baño. Se nos dificultaba mucho explicárselo. Era más fácil llevarlo con nosotras…» Yuri no era una persona conflictiva, pero Galina le contaba a Mira que ellos a veces podían terminar discutiendo…
Los paseos entre las excavaciones con «el silencioso andar de tigre», al cual se necesitaba acostumbrarse, eran inolvidables. Mira Gueffen los recordaba de una forma pintoresca: «Una vez por la noche vi cómo salió del saco de dormir y acechaba con su paso de tigre al horizonte masculino…» Knórosov realmente tenía una extraña forma de caminar. Mucho después mi esposo, Guillermo Ovando, que logró organizar por primera vez el viaje de Knórosov a Guatemala, lo llamó Pantera Rosa por su forma de caminar. El nombre se lo había dado por analogía con el conocido personaje de las caricaturas. Realmente este andar «de felino» se manifestaba particularmente en Knórosov cuando estaba «en libertad», en algún lugar, en un viaje, cuando se sentía libre y feliz.
En la expedición de Corasmia, Yuri estaba verdaderamente feliz: no solamente se encontraba en Asia Central, sino en su profundo interior; había mazares donde se llevaban a cabo los verdaderos dhikr… Corasmia era un lugar increíble. Allí se entrelazaban las culturas más antiguas; no solo la preislámica, sino también la prezoroástrica. Y todo esto lo podía ver con sus propios ojos. Él se lo contaba a sus «compañeros», quienes escuchaban todo esto con la boca abierta. Como lo recordaba Mira Gueffen, los estudiantes normales eran «más ignorantes que una bota militar», sabían muy pocas cosas fuera de aquel curso que les impartían en la universidad. Yura era una persona completamente independiente en todo. En aquel entonces, en Corasmia Yuri tenía un amigo y fiel ayudante: su compañero de curso Misha Metelkov. Él era mucho mayor que los demás, incluso era mayor que Yura; ya casi tenía 40 años. Por lo tanto, las jovencitas estudiantes lo miraban como un «verdadero anciano». El propio Misha Metelkov estaba muy interesado en tener tal preceptor como Yuri, ya que el tema de su tesis estaba relacionado con los ritos funerarios. Siguiendo la manera de Yuri, sus compañeros de curso le habían propuesto un tema de investigación a Metelkov: «El papel del cementerio en la vida del difunto». Pero Mijaíl ya había vivido su vida y no se enojaba por eso. Es extraño, pero el propio Knórosov y otros inevitablemente mencionaban que Metelkov había vivido poco. Probablemente esto se deba a las heridas recibidas durante la guerra, aunque en esos tiempos no acostumbraba quejarse de ello. La muerte de Metelkov conmovió mucho a todos sus compañeros de curso, quienes se acordaron de Mijaíl durante toda su vida… Knórosov ¡hasta me lo contaba a mí medio siglo después!
Mijaíl Metelkov era un maravilloso fotógrafo e iba tras Yuri literalmente a todas partes fotografiando con placer todo aquello que Yuri observaba durante estas salidas conjuntas. ¡Esto era una verdadera vida! Y le quedaba tan poquito para poder disfrutarla… Pero en aquel momento Metelkov se sentía como una persona subordinada al genio y lo gozaba sinceramente.
No se puede decir que la jefa de la expedición compartiera estos sentimientos. La pobre custodia del museo tenía