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Lo que nunca fuimos. Mike Lightwood
Читать онлайн.Название Lo que nunca fuimos
Год выпуска 0
isbn 9788413753041
Автор произведения Mike Lightwood
Жанр Языкознание
Серия eLit LGTBI
Издательство Bookwire
—Pues… No sé. —Me esforcé por pensar películas que parecieran más adultas y mencioné los primeros títulos que se me pasaron por la cabeza, películas que conocía por mi hermano pero nunca me había molestado en ver—. Matrix, El Señor de los Anillos… Star Wars. Esas cosas, ya sabes.
De repente, su rostro se iluminó.
—¡¿Qué dices?! ¡Me flipa Star Wars! ¿Cuál es tu favorita?
«Mierda. Me va a pillar».
—No sé, es difícil elegir —me apresuré a mentir—. La primera, supongo.
—¿De cuáles? ¿De las originales o de las precuelas?
—¿Qué?
—Sí, ya sabes. ¿La primera de las antiguas o de las nuevas?
—Eh. ¿De las nuevas?
En realidad, no tenía la menor idea de lo que me estaba preguntando. Me di cuenta de que le había dado la respuesta equivocada al ver su ceño fruncido, pero ya era tarde.
—¿En serio? —preguntó extrañado—. ¿Tu favorita de la saga es La amenaza fantasma?
—Bueno, a ver. —Me estrujé el cerebro, tratando de encontrar una salida convincente—. Yo tampoco diría que es mi favorita. Es que me gustan todas.
Eso ya pareció tranquilizarlo un poco más.
—Entonces, ¿te parece si hacemos el trabajo sobre Star Wars? —me propuso entusiasmado—. Siendo algo que nos gusta a los dos, va a estar chupado.
No sabía en qué jardín me estaba metiendo, pero ya me había quedado sin opciones.
—Me parece bien.
En ese momento, la profesora pidió silencio para hablar.
—Quedan menos de cinco minutos de clase, así que podéis ir recogiendo las cosas. El miércoles quiero que me contéis el tema que habéis elegido para que os dé el visto bueno.
El empollón oficial de la clase, Rafa, levantó la mano, y la profesora le dio la palabra.
—¿Para cuándo es el trabajo?
—El proyecto será para hacerlo durante todo el trimestre. La última semana antes de las vacaciones de Semana Santa la vamos a dedicar a las exposiciones orales.
—¿Vamos a hacer todo el trabajo en clase? —preguntó Rafa, apuntando lo que sin duda debía de ser la fecha en su agenda—. Porque si necesitamos ordenadores o lo que sea…
—No, también tenemos que avanzar materia —le recordó la profesora—. Vamos a dedicar un día a la semana para trabajar en el proyecto, pero la mayor parte tendréis que hacerla en vuestras casas o en la biblioteca.
Tragué saliva. ¿En serio iba a tener que quedar con Rubén fuera de clase para hacer el trabajo? Si me lo hubieran dicho aquel mismo día al levantarme de la cama, no me lo habría creído.
—Podrías venirte a mi casa un día de estos —sugirió Rubén mientras recogía sus cosas, y las palabras hicieron que el corazón se me detuviera por un instante—. Si quieres. Así podemos ver alguna de las pelis y empezar con el trabajo.
Tragué saliva varias veces más antes de contestar, tratando de deshacerme del molesto nudo que sentía en la garganta.
—Vale.
A esas alturas, ya no podía dar marcha atrás. Sin embargo, la perspectiva de ir a su casa me emocionaba y aterrorizaba a partes iguales.
Capítulo 2
No me ha reconocido. No puedo creer que no me haya reconocido.
—Oye, ¿estás bien? —pregunta al verme pasmado, como si hubiera visto un fantasma.
Y en cierto modo así es, porque ahora mismo estoy viendo a un fantasma que no esperaba volver a ver en mi vida. Concretamente, un fantasma del pasado. Un fantasma que llegó a mi vida cuando menos lo esperaba y dejó un rastro imborrable a su paso.
Pasamos dos trimestres enteros juntos. Me grababa capítulos de Embrujadas en un CD, que prácticamente era lo más romántico que podías hacer a mediados de los 2000. Y yo le hacía galletas que aprendí a preparar para él. Fui a su casa en incontables ocasiones, y él también fue a la mía más de una vez. Fue el primer chico del que me enamoré. El primer chico que me cogió la mano. ¿En serio no se acuerda de mí?
¿Y en serio me duele tanto?
—Sí… Perdona —respondo al fin, tratando de recomponerme—. Es que es mi primer día aquí y estoy un poco atolondrado con todo esto. Me llamo Eric.
Por un momento me parece ver una expresión extraña en su rostro al oír mi nombre, pero al segundo estoy seguro de habérmela imaginado.
—Encantado, Eric.
Me tiende la mano para saludarme, como si no nos conociéramos. Esa mano que tantas veces soñaba con acariciar durante mis noches de insomnio. Esa mano que tan solo toqué en ocasiones contadas, aunque todas se me quedaron grabadas a fuego en la memoria. La observo durante un instante, dudoso, pero entonces extiendo la mía para tomársela.
Y ahí está. Esa electricidad que había entonces. Solo habían sido chispas cuando nuestras manos se rozaban por accidente, pero el día que me la tomó al fin sentí una verdadera corriente eléctrica que nos atravesaba por completo. Ha pasado mucho tiempo, pero no he sido capaz de olvidarla. Y, ahora, casi quince años después, todavía siento que parte de esa corriente eléctrica aún vive entre nosotros. Es como si se detuviera el tiempo por un momento, o tal vez simplemente sea un momento muy largo que transcurre en lo que parecen ser solo unos segundos.
—Profe, ¿nos vamos? —nos interrumpe la voz de una niña, rompiendo el momento.
Tal vez sí que estaba siendo un momento demasiado largo.
—¡Sí! —Bajo la mirada y veo a una niña con media melena de pelo oscuro, mirándonos con curiosidad—. ¿Cómo te llamas, guapa?
—Soy Nora. ¿Nos vamos ya, profe? Me aburro.
Me echo a reír ante su iniciativa. Para ser tan pequeña, es muy insistente, y eso me deja claro que voy a tener que controlarla bien en clase si no quiero que acabe dominándome.
—Claro, cariño —respondo, tendiéndole la mano. Consulto el móvil de nuevo; ya se me han olvidado los demás nombres—. Marta, Fayna, Gabriel y Elías. Venid conmigo, ¿vale?
—Bueno —dice Rubén con una sonrisa que no sé cómo interpretar—. Ya nos vemos.
—Eh… Sí, ya nos vemos —acierto a responder—. Hasta el jueves.
Me llevo a los cinco niños hacia el aula del fondo, con cuidado de no perder a ninguno por el camino. En realidad, no he preparado gran cosa para hoy, tan solo unos juegos de presentaciones para conocernos mejor y aprenderme sus nombres. Y me alegra que sea así, porque no soy capaz de quitarme a Rubén de la cabeza durante toda la hora.
¿Qué posibilidades había de que acabáramos los dos aquí? Estamos a cientos de kilómetros del instituto donde estudiábamos juntos y hemos acabado los dos en el mismo colegio, y además con los mismos niños. Y, aunque ya estoy mucho más cerca de los treinta que de los quince, peligrosamente cerca, no puedo evitar sentirme de nuevo como un adolescente. Como si volviera a ser ese adolescente que apenas comenzaba a descubrir el mundo y conoció el amor cuando todavía no estaba preparado, si es que alguien lo está alguna vez.
Cuando