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hablo ambos idiomas, además de inglés. Viajo demasiado. No querrás saber más.

      Wow, habló más de tres palabras. Eso era algo bueno.

      Retrocedió y me miró con indiferencia.

      En cuanto me di la vuelta para caminar hasta la cama, sentí sus brazos detrás de mí. Y su duro pecho chocar con mi espalda. También sentí su dura y gran erección en mi espalda baja y tragué saliva.

      —¿Qué voy a hacer contigo, Saskia?

      Mi nombre no había sonado más sexy antes que cuando lo escuché salir de su boca.

      Me encantaba su olor.

      Su voz.

      Y apenas lo conocía. O no lo conocía nada.

      —Dímelo tú, eres el que ha hecho todo hasta ahora.

      En eso tenía razón. Había controlado todo desde nuestro incidente y lo seguía haciendo. No me importaba que también lo hiciera en la cama, estaba tan jodida de la cabeza que un buen sexo no lo terminaría de joder todo.

      Me giró de repente y estrelló sus labios con los míos. No había nada que pensar, cerré mis ojos y le devolví el beso al instante.

      Menta.

      Vino.

      Peligro.

      Me levantó del suelo y me dejó sobre la cama sin despegar sus labios de los míos. Éramos una guerra de besos y de ropa. Mi camisa y todo lo demás eran despojados de mi cuerpo y estaba completamente desnuda debajo de él.

      Rayos.

      Ahora era real y más cuando la punta de su pene le hacía burla a mi sexo.

      Clavé mis dedos en su espalda cuando sentí su mano sobre uno de mis pechos y bajando hasta mi sexo, al encontrarse con mi clítoris se detuvo.

      —¿Te encuentras bien? —preguntó. —Al momento en que se ponía un preservativo.

      Asentí.

      —Necesito escucharte que estás bien porque lo siguiente que quiero escuchar solamente serán tus gemidos, no tendrás permitido hablar.

      La madre que lo parió.

      —Estoy bien.

      Y sonrió en mi boca al darse cuenta de lo húmeda que estaba.

      Gemí en protesta y comenzó a masajearlo. Se volvió a presionar sobre mí y sentí su erección enterrarse en mí de golpe y grité de placer.

      —Entonces tengo el control, señorita Saskia.

      ¿Señorita Saskia? Me hizo reír cuando dijo eso. Al mismo tiempo en que me di cuenta que reírse en su cara era como una abofeteada directa. Me miró serio y me arremetió de nuevo con más fuerza y se volvió a detener.

      Lo que me dijo no había sido una pregunta. Estaba dando por hecho que tenía el control y realmente lo tenía.

      —Yo… ¿Cómo te llamas?

      Necesitaba saber su nombre. Si me iba a correr ahí mismo y quería que gritase su nombre, necesitaba saberlo. O lo que estábamos haciendo era completamente loco. Ya lo era, pero no saber su nombre, me llenaba de mala leche.

      Salió dentro de mí y buscó con sus dedos mi jugo. Se llevó los dedos a la boca y cerró sus ojos complacido.

      Era lo más caliente que alguien había hecho frente a mí y por mí.

      Me quedé embobada esperando lo que podía seguir. Porque estaba segura que íbamos a estar un buen rato retándonos.

      —¿Vas a decirme tu apellido? —contraatacó con otra pregunta.

      Podía decírselo y no pasaría nada... No era que mi apellido fuese un pecado o una bomba nuclear. Ya le estaba dando mi cuerpo, no habría diferencia en que le dijera mi apellido.

      Mi jodido apellido falso

      —Humphrey—susurré con vergüenza.

      Si era mitad ruso él lo sabría. Y su mirada lo comprobó.

      —No es algo por lo que deberías avergonzarte, Serdce. Claramente ese no es tu apellido, lo puedo oler.

      No sabía lo que esa palabra significaba. Lo buscaría después en el traductor. Ahora lo importante era que sabía otra cosa de mí, además del sabor de mi sexo.

      —No estoy avergonzada, es solamente que no te conozco…

      Volvió a dedicarme una mirada en represalia y continuó moviendo sus dedos dentro de mí al mismo tiempo en que su pulgar apretaba duramente mi clítoris.

      Me estaba matando ahí mismo, jamás nadie me había tocado de esa manera y ya lo de nosotros era demasiado raro y casi cliché, en el sentido de que todo con él parecía ser primera vez.

      —¿Qué decías? —se burló en mi cara. Me importaba una mierda, me estaba dando el placer que necesitaba en esos momentos.

      En cuanto volví a gemir, él me cubrió la boca con un beso y exploté. Me corrí duro y susurrando palabras incompletas, no sabía su nombre y por mucho que me hubiese gustado gritar su nombre, no lo conocía y no se merecía que lo dijera de esa forma.

      —Joder…—terminé de decir.

      —Boca sucia—estaba segura que eso había sonado como represalia. Si no le gustaban los tacos, pues de malas, me gustaba decirlos a cada momento ya sea en placer o no. Era una mujer segura de sí misma, pero él me hacía dudar de todo.

      Cansada de mi propio placer y sin poder hablar lo vi separarse de mí, se volvió a llevar sus dedos a la boca y cerró los ojos con fuerza y aspiró duro.

      Me sonrojé.

      Vi cómo su pene goteaba y se me hizo agua la boca. De nuevo, me volví a sonrojar.

      Bastó su mirada desafiante para darme cuenta de lo que quería. Así que me acerqué a él y antes de tomarlo con mi mano, me detuvo cuando puso una mano en mi cabello y lo hizo puño.

      ¿Acaso no era eso lo que quería? La vena de su cuello estaba hinchada y sus fosas nasales se abrieron. No podía saber si estaba molesto o demasiado excitado que podría explotar.

      —¿Qué ocurre? —le pregunté viéndolo desde abajo, su pene palpitó bajo mi tacto y él se estremeció. Estaba a su merced y era una imagen demasiado sumisa para mi gusto. Pero lo más justo era que le tocara a él su placer.

      —Si dices que es tu primera vez con un extraño—pronunció.—Entonces yo también te daré algo que no le he dado a nadie.

      Me sentía especial por compartir algo, aunque no sabía todavía lo que era. Era un hombre bastante seguro de sí mismo como para hacer algo como eso con una extraña.

      —Abre—me ordenó.

      Abrí mi boca tal cual obediente y acercó su pene hacia mi boca. A eso se refería, nadie le había dado sexo oral, o una extraña. Se me hizo extraño, pero no me quejé. Devoré su pene con maestría y lo escuché gruñir, buscó de nuevo mi sexo cuando puse el culo en pompa y volvió a meter los dedos dentro de mí, era la combinación perfecta, pero estaba segura que no quería más sus dedos por mucho placer que me dieran.

      De pronto me había llegado una nota mental sobre enfermedades de transmisión sexual y tuve pánico, porque yo misma le había quitado el preservativo. Y ese pensamiento me mandó a la realidad cuando escuché su voz decir:

      —Espero estés limpia—había sonado como una amenaza—Porque cuando me corra en tu boca voy a comerte y te correrás, me pedirás que pare y luego voy a tomarte muy duro, tan duro, que no sabrás cómo te llamas.

      Exagerado.

      Me preparé para lo mejor y peor, peor eran mis pensamientos y lo mejor era el placer que me estaba prometiendo dar.

      —Lo estoy—fue

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