Скачать книгу

      ¿Y por qué usaba traje en su propia casa?

      ¿Y por qué me había traído aquí? Podría haberme dejado en un hospital, de nuevo ¿Qué demonios hacía ahí?

      «Le gustaste cuando te vio vulnerable, es un hombre que emana poder» pensó mi loca cabeza, debí darme un buen golpe como para pensar que, un hombre como él podía fijarse en una mujer como yo.

      «Sería divertido si supiera que eras una princesa de la mafia»

      —Ven aquí, Saskia.—demandó desde el otro extremo.

      Me estaba observando desde el otro lado.

      Caminé hacia ahí, sólo podía escuchar su voz, así que la seguí, al mismo tiempo en que me daba cuenta que olía delicioso.

      ¿Cocinaba?

      Imposible. También tenía que tener gente para eso. Lo miré de espaldas, sirviendo pechuga de pollo en trozos en un plato, sobre la isla de granito, también caro. Había ensalada, pan tostado, vino, jugo y queso.

      Joder, lo quería devorar todo.

      Joder, él realmente cocinaba.

      Se dio la vuelta y se quitó un delantal color negro y yo me quedé embobada sin explicación alguna. Lo arrojó a un lado y me entregó un plato.

      —No sabía lo que te gustaba, por favor, sírvete.

      Me temblaron las manos y él pudo darse cuenta. No sé si fue por el frío, por el susto de ese día o porque estaba nerviosa. A lo mejor era la combinación de todo.

      Se dio cuenta de mi torpeza y sin decir nada me sirvió un plato con un poco de pollo y ensalada.

      Se dirigió a la mesa que ya estaba perfectamente puesta. Era gigante. Como para dieciocho invitados. Era estúpido que fuésemos a comer ahí. Puesto que, aún no podía entender cómo seguía en ese lugar y con un completo extraño adinerado.

      Colocó todo rápidamente sobre la mesa, me sirvió una copa de vino tinto y me ayudó a sentarme. Sentirlo cerca me ponía mal. ¿Pero qué mierda me pasaba con este hombre?

      No sé si era porque le debía la vida o porque su sola presencia podía causar eso.

      Me apostaba lo segundo.

      Después de comer en silencio, en todo momento no dejó de verme. Cada movimiento que hacía era como una maratón en mi interior para no ponerme más en ridículo como ya lo había hecho.

      No sé qué pensaba de mí a estas alturas.

      —Gracias, está todo rico.

      —De nada.

      ¿Y ahora qué?

      —Quisiera que esto no fuese más incómodo de lo que es, me gustaría tener una conversación como dos personas normales, espero que sientas lo mismo—me atreví a decir. Antes de salir corriendo.

      Tomó un sorbo del vino sin quitar su mirada de mí y dejó la copa sobre la fina mesa.

      Vio la punta de sus dedos y dijo:

      —Espero que después de lo ocurrido, no regreses con tu novio—me dijo de forma irónica–.Haz que mi esfuerzo y pérdida de tiempo haya valido la pena.

      Directo a la yugular. No sabía que podía ser tan tosco al respecto pero suponía que, por haberme protegido tenía cierta preocupación.

      —Claro que no.

      Me sirvió más de vino y me di cuenta que había tomado más de lo normal. Ni siquiera me di cuenta, tampoco de lo borracha que estaba. Joder, me había emborrachado en sus narices y me lo había permitido. Al menos tenía algo en mi estómago.

      —Cuéntamelo todo—dijo mientras se acomodaba en su silla.

      —Paso, no querrás saberlo.

      —Tengo toda la noche, además pienso follarte al final.

      Comencé a toser cuando escuché esas últimas palabras. ¿Pero quién se cree qué es?

      —No eres mi tipo.

      Me sonrió fríamente. Y mis piernas se apretaron entre sí. ¿Pero qué demonios?

      —Lo soy, aunque estás muy ebria para darte cuenta de eso. De todas maneras no tienes opción. Claramente has pasado un día de mierda y solo quiero ayudarte a arreglarlo. Te haré sentir mejor.

      —¿Arreglarlo?—estoy segura que grité al decir eso—.Ni siquiera me conoces.

      —¿Acaso no has tenido un rollo de una noche? Si me dices que no, tampoco has tenido un buen orgasmo, es claramente que estás frustrada, sino, no te hubieses puesto en esa situación de pelear con tu novio en la calle, frente a todo el mundo.

      En algo tenía razón. El sexo con Atlas era aburrido, pero vamos, era mi novio, no podía quejarme. Era mi única experiencia sexual, no tenía con quién compararlo, a juzgar por las pelis porno que algunas noches me obligaba a ver a mí misma, debo decir que a mi compañero, le hacía falta ciertas técnicas que yo hubiese querido experimentar.

      Aunque con ella, su amante lo estaba haciendo ya.

      —No me conoces.

      —Y no quiero conocerte, Saskia, sólo quiero follarte, te ayudaré a que olvides todo, al menos por un rato. Un buen rato. Es evidente que lo necesitas.

      Mierda.

      —¿Acaso eres prostituto?—hice la pregunta poniéndome roja como un tomate—.Sin ofender.

      —No te pases de lista conmigo, Serdce. Porque vas a perder.

      ¿Serdce? ¿Qué significa?

      Joder.

      Joder.

      Joder.

      Estaba jodida y más en ese momento que estaba caminando hasta su habitación agarrada de su mano. Sentí una electricidad que no podía explicar. Ese vino tenía algo. No digo que me drogó, su sola presencia lo había hecho y sus palabras me habían terminado de convencer.

      Necesitaba venganza.

      Necesitaba olvidar.

      Necesitaba un orgasmo. O varios.

      Necesitaba una excusa para acostarme con ese hombre.

      —No quiero que pienses que yo…

      En cuanto la puerta de la habitación se cerró, se giró a mí con ojos impasibles y decididos y con pasos voraces, me arrinconó hacia la pared fría detrás de mí.

      Lo vi a la cara, era más alto que yo, y su aroma era embriagador al punto de nublarme la existencia, si es que eso era coherente de decir. Mis manos llegaron hasta su pecho, su respiración era normal, como si eso, no fuese algo diferente para él o lo sorprendiera al nivel de acelerar su pulso. A diferencia del mío, sentía que el corazón se me iba a salir por la boca.

      —No hago cosas como estas—dije cuando vi que estaba comenzando a desvestirse frente a mí. Cada botón que desabrochaba era como una advertencia de que, lo que venía era el vivo peligro.

      —Lo que hagas o no, no me importa en absoluto.

      Podría jurar que entre más le escuchaba hablar, más me daba cuenta de que tenía acento. Un acento único que no podía descifrar.

      —¿De dónde eres?—pregunté y dejó caer su camisa al suelo. Dejando al descubierto su torso desnudó. Completamente tatuado.

      Y sus músculos, por Dios eran sacados de una revista. Todo en él era irreal.

      Si antes pensaba que era hermoso, ahora pensaba que era una escultura, joder.

      Pero de carne y hueso.

      No podía ser eso real, ni lo que estaba haciendo. Pero al diablo, no todos los días te salvan dos veces y te acuestas con esa misma persona.

      —Soy

Скачать книгу