Скачать книгу

que su adiestramiento intelectual sea escaso y además inútil pues carece de perspectivas profesionales, que su educación estética caiga en el ridículo y que su instrucción cívica no exista, dejando campo para la más atroz mezquindad. Concluye afirmando: «No puede, en rigor, la educación actual de la mujer llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión»[88].

      Esta situación ha de corregirse reconociendo a la mujer un destino propio, con deberes naturales para consigo misma antes que con una hipotética familia que, en el peor de los casos, ni siquiera llega a existir. En virtud de este destino su educación ha de ser tan extensa como la del hombre y sus perspectivas profesionales tan amplias como acredite su competencia.

      Considera propias también ciertas ocupaciones en la administración pública (museos, archivos, bibliotecas…), y pide la pronta apertura de la Escuela de Industrias Artísticas de Toledo, la creación de una Escuela de Grabado en la Calcografía Nacional y la admisión de mujeres en las Escuelas de Artes y Oficios.

      Concepción Arenal, que no estuvo presente en el Congreso, envió un informe sobre varios puntos; en el tono sobrio que le es característico, la reconocida penalista se pronunció a favor de la educación femenina sin recortes:

      Añade que la mujer es especialmente apta para actividades como la enseñanza y, de las demás, no debe excluírsela a priori, excepción hecha de la carrera de las armas. La enseñanza secundaria es mejor proporcionársela en casa dado el ambiente poco recomendable que reina en los institutos, y la superior puede seguirse por libre o asistir a clases siempre que los estudiantes aprendan a guardar el debido respeto a sus compañeras.

      Por último, Concepción Arenal defiende la necesidad de la educación física femenina y la extensión de la higiene en oposición a una tradición que exalta la inmovilidad y el horror al cuerpo humano como fuente de ignominias.

      Las conclusiones aprobadas por el Congreso fueron menos radicales: aun siendo casi unánime la opinión favorable a la enseñanza de la mujer en todos los grados, hubo divisiones a la hora de tratar el tema de la escuela mixta. Los resultados de la votación final fueron los siguientes:

      ¿Debe ser igual la educación de los dos sexos? A favor 302 votos, en contra 247, abstenciones 99.

      ¿Debe facilitarse a la mujer la cultura para el ejercicio de todas las profesiones? En pro 260 votos, en contra 290, abstenciones 98.

      La mujer ¿debe tener la exclusiva de la enseñanza de párvulos? En pro 407, en contra 175, abstenciones 66.

      La mujer ¿podrá ejercer la Medicina y la Farmacia? En pro 473, en contra 105, abstenciones 70.

      ¿Deberá capacitarse a la mujer para ciertos destinos y servicios públicos, como beneficencia, prisiones, correos, telégrafos, teléfonos, ferrocarriles, contabilidad, archivos y bibliotecas? En pro 432, en contra 130, abstenciones 86.

      ¿Debe existir el sistema de coeducación de los sexos? En pro 267, en contra 293, abstenciones 88.

      Paradójicamente el Congreso reconoce a la mujer su derecho a instruirse hasta el mismo nivel que el hombre pero sin abrirle paso a todas las profesiones; le concede la atribución de ejercer la docencia en todos los grados, dejando bajo su exclusiva competencia la escuela primaria, salvo en el caso de establecimientos mixtos o incompletos; se pronuncia en contra de la coeducación, sólo admisible en los estratos primarios y, por último, reivindica para ella el ejercicio de una serie de profesiones liberales y funciones de la administración que se consideran especialmente adecuadas.

      Aun no siendo total el éxito, el peso de los institucionistas en la votación final se hace notar en ciertos puntos, salvo el intocable de la coeducación: era el refrendo a lo que ellos defendían en sus obras escritas y en sus escuelas. No puede menospreciarse tampoco, a la altura de 1892, el influjo del entorno: hay un no demasiado largo pero sí importante camino recorrido desde 1868 y las primeras iniciativas reformistas en el terreno de la educación de la mujer española; el arraigo de la Restauración permite, sobre todo a los gobiernos liberales, sacar adelante medidas favorables a la educación general y a la femenina en concreto. Cerca

Скачать книгу