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al cementerio en un furgón cerrado, sin más acompañamiento que un coche con su hermano, Rubio, Cossío y el Sr. Flórez.

      Separadamente fue allá un centenar de personas de su intimidad.

      Un antiguo alumno suyo, arquitecto, dirigió la construcción de la fosa y otro antiguo alumno albañil hizo la bóveda.

      El tono contrasta con la sobriedad de otro medio, la Revista General de Enseñanza y Bellas Artes, que comunica la noticia con respeto no exento de cierta crítica:

      El Sr. Giner de los Ríos era una personalidad de indiscutible talento, de vasta cultura y con decidida vocación por la enseñanza, practicando la neutra en aquella Institución de la que han salido no pocos prosélitos.

      La muerte de Giner, tan sentida, dejó un hueco que nadie ocupará, ni siquiera su discípulo predilecto y más fiel seguidor, Cossío, muy afectado por la pérdida del maestro y mentor. La influencia ejercida por Giner había sido fundamentalmente humana y directa en sus discípulos y colaboradores, mucho más que doctrinal o teórica; por tanto, era insustituible.

      Más que tarea docente, la suya fue una verdadera labor de apostolado tendente a rescatar de la molicie a una juventud que

      Su trabajo formativo se concretó en dos niveles:

      a) Los alumnos de los cursos de doctorado impartidos por él en la Universidad Central tras reincorporarse a su cátedra de Filosofía del Derecho en 1881.

      b) Los niños que acudían a la escuela de la Institución, en los que encontraba una arcilla más maleable y dúctil para ensayar sus principios pedagógicos.

      Su carácter abierto y afable le ganaba voluntades y simpatías, sobre todo entre los jóvenes.

      a) Nacidos entre 1870 y 1880. Un grupo se educa en la Institución desde la segunda enseñanza: Julián Besteiro, los hermanos Antonio y Manuel Machado, Juan Uña, Pedro Blanco y Ángel do Rego. Otro grupo proviene de los doctorandos: Bernaldo de Quirós, Domingo Barnés, Fernando de los Ríos, Álvaro de Albornoz, Navarro Flores, Flores y Lemus y José Castillejo.

      b) Nacidos entre 1880 y 1890, «nietos» de Giner: Manuel Azaña, José Pijoán, Augusto Barcia, Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, Julio Camba, Eugenio d’Ors, Rivera Pastor, Ortega y Gasset, Tomás Elorrieta, Américo Castro, Salvador de Madariaga, Gregorio Marañón, García Morente, Lorenzo Luzuriaga, Jiménez de Asúa, Jiménez Fraud y Federico de Onís.

      Pero la irradiación del «estilo» gineriano fue más allá de las aulas y cuajó en lo que Luis de Zulueta denomina «comunidad espiritual», integrada por

      Sin duda, la labor de Giner fue intensa, tanto que, cuando se proclama la Segunda República en abril de 1931, muchos la aplauden como colofón glorioso de la obra del Maestro:

      En estos años el fermento está sembrado y los institucionistas ya no emplean el tono reformista de los primeros momentos; en el BILE se aprecia el cambio de orientación: en sus páginas abundan las evocaciones sobre la figura de Giner, numerosas y constantes hasta el último número en el apartado «In Memoriam», y artículos de pedagogía científica dedicados a métodos nuevos como el de María Montessori y el del doctor Ovide Decroly.

      El tema de la mujer pierde representatividad, salvo algunos artículos en defensa de la coeducación o del movimiento feminista extranjero. A partir de 1915 los avances en la educación y perspectivas laborales de las mujeres españolas son considerables (aunque no definitivos), como tendremos ocasión de ver en el capítulo tercero.

      En 1915 la JAE abre una Residencia de Señoritas en Madrid, similar a la de Estudiantes creada en 1910; en 1918 crea el Instituto-Escuela, centro de estudios primarios y secundarios de carácter mixto. En 1929 nacen los primeros institutos femeninos de enseñanza media en Madrid y Barcelona. La Asociación para la Enseñanza de la Mujer continúa ofreciendo

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