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la felicidad o de la justicia, siendo entonces los problemas más bien de tipo moral127. El diseño adecuado de un sistema de representación no puede dejar de reconocer estas variables que se dan en la realidad. Y si, como hemos señalado, en América Latina se presentan ambos tipos de retos por superar, el amplio mestizaje racial y la extensión educativa han servido para contrarrestar las creencias y manifestaciones culturales impuestas durante el período colonial, lo que hace de las sociedades latinoamericanas mucho más homogéneas que hace décadas atrás. Los problemas que surgen en nuestra sociedad poliétnica pueden también superarse con un buen sistema de representación en el ámbito político, respetando las diferentes cosmovisiones.

      Pero en el caso del Perú debemos hacer un esfuerzo por alcanzar una visión de conjunto, pues si bien tenemos fotos espectaculares y hasta provocadoras, nos falta aún una buena película para saber bien cómo es el país que habitamos; de lo contrario, seguirán primando las estrategias de marketing o las protestas sin proyecto integrador.

      67 Dahl, R., La democracia, op. cit., p. 120.

      68 Greppi, A. «Representación y deliberación», en La democracia y su contrario, op. cit., p. 44.

      69 Pitkin, H. F. El concepto de representación. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1985, p. 235.

      70 Greppi, A., La democracia sin enemigos, op. cit., p. 11.

      71 Ibid., p. 12.

      72 Sobre esta materia, cuando tiene lugar el nacimiento de las repúblicas andinas al inicio del siglo XIX, ver Marie-Danielle Demelas, La invención política (Lima: IFEA e INP, 2003), quien entre otros muchos temas trata de los límites de la democracia representativa, de los problemas del sufragio y del pueblo como soberano efímero (pp. 332 y ss.).

      73 Innerarity, D., La política en tiempos de indignación, op. cit., p. 243.

      74 Ibid., p. 250

      75 Ibid., p. 265

      76 Bobbio, N., El futuro de la democracia, op. cit., p. 34.

      77 García Pelayo, M., op. cit., p. 180.

      78 Hay que advertir el problema que se presenta por la ausencia de partidos sólidos y la invocación entonces a utilizar las vías de la democracia directa. Vid. este problema en Perú y Latinoamérica en C. Meléndez en su libro El mal menor (Lima: IEP, 2019).

      79 Biscaretti di Ruffia, P., op. cit., p. 287.

      80 Garrorena, A. «Democracia, participación y representación. La crisis actual de la democracia representativa. ¿Qué hacer?», en J. L. Cascajo C. y Augusto Martin de Vega (Coordinadores), Participación, representación y democracia. Valencia: Tirant lo Blanch, 2016, p. 67.

      81 Cortina, A. ¿Para qué sirve realmente la ética? Barcelona: Paidós, 2014, p. 156.

      82 Guillén López, E., «Las enseñanzas del 15-M (El léxico constitucional frente a la crisis de legitimidad)», en La democracia indignada, op. cit., p. 10.

      83 Dahl, R., La democracia, op. cit., pp. 131 y ss.

      84 Adell, R. «El poder de los contrapoderes», en La democracia indignada, op. cit., p. 120.

      85 En una reciente encuesta urbano-rural realizada por el INP en el mes de abril de 2019, el 84 % de los encuestados desaprueba al Congreso y el 70 % apoya que se cierre. Difícil es encontrar, en cualquier país, cifras que demuestren inequívocamente un rechazo tan marcado; se discute si ese rechazo es al sistema democrático o si es consecuencia de la conducta de los políticos en general y de los parlamentarios en particular. Lo único seguro es que se trata de una manifestación que no puede olvidarse o dejarse de lado.

      86 Ilizarbe, C. «Autorrepresentación y desacuerdo: Estado y conflictividad social en el Perú», en R. Grompone (Editor), Incertidumbres y distancias. Lima: IEP, 2016, p. 390.

      87 Grompone, R. Nuevos tiempos, nueva política. Lima: IEP, 1995, p. 19.

      88 Greppi, A. «Representación y deliberación», en La democracia y su contrario, op. cit., p. 46.

      89 Ibid., p. 47.

      90 Una visión crítica de la representación política contemporánea y de las recomendaciones e influencia del neoliberalismo puede encontrarse en De Vega, P., Democracia, representación y partidos políticos, op. cit., pp. 11 y ss. Así, afirma, «seguir hablando, por ejemplo, de mandato representativo, cuando todos sabemos que los diputados obedecen las ordenes de los partidos, o continuar sosteniendo que los representantes representan a toda la nación y no intereses particulares concretos, equivaldría a seguir manteniendo un concepto de representación y de democracia representativa que […] hace ya tiempo que forma parte de la arqueología constitucional» (p. 20). Sin embargo, más adelante afirma que aquellos que preconizan a la democracia directa como única forma de democracia posible conducirá a la condena de la democracia representativa con nefastas consecuencias para la libertad de los ciudadanos. Finalmente dice «la crítica a la democracia representativa y la defensa de la democracia directa como único mecanismo de legitimidad, para lo que termina sirviendo es para construir la democracia plebiscitaria y para sustituir el Estado de partidos por la organización totalitaria del Estado-partido» (p. 21).

      91 Martí, J. L. La república deliberativa. Madrid: Marcial Pons, 2006, p. 215.

      92 Ibid.

      93 Ibid., p. 79.

      94 Zagrebelky, G. La crucifixión y la democracia. Barcelona: Ariel, 1996, pp. 105-106.

      95 Held, D. Modelos de democracia, op. cit., p. 368.

      96 Ibid.

      97 Held, D., op. cit., p. 405.

      98 Ramírez N., A. Democracia participativa. Valencia: Tirant lo Blanch,

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