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se sitúan frente a legisladores y dirigentes partidarios electos sugiriendo la idea de que en sus preguntas y sus dudas se escuchan las voces de todos y de nadie en particular. Afirman expresar lo que se encuentra ‘en ambiente’, lo que se sabe, lo que el público se pregunta140.

      Como es obvio, en ese juego la representación política tiene poco que hacer, porque debilita la inclinación natural a asociarse para proyectar con mesura un proyecto político de envergadura; y, como la realidad enseña, salen usualmente como ganadores los oportunistas y los autoritarios.

      3. En el Perú, como en otros países de la región:

      Pero esta mala conducta de los medios, contraria a lo que dispone el artículo 14, in fine, de nuestra Constitución sobre la colaboración que deben brindar en la educación y en la formación moral y cultural de los ciudadanos, no puede hacernos olvidar que en una democracia no es aceptable la censura y, por lo tanto, toda regulación debe cuidarse de no impedir el ejercicio de las libertades básicas de información y de expresión, más aún cuando está comprobado que, con todos sus defectos y limitaciones, los medios de comunicación libres son siempre mejores que los controlados por el Estado.

      Ahora bien, en esta materia el poder de los anunciantes —pues los medios viven de la publicidad y de la propaganda— se ha incrementado muchísimo durante las últimas décadas, y ellos apoyan a aquellos partidos que protegen sus intereses. Algunos países —sin duda, la excepción— han podido superar esta situación mediante la autorregulación y medios plurales de propiedad estatal. Como tendremos ocasión de ver, la importancia de las nuevas tecnologías y de las redes ha menguado en cierta medida el poder de los medios de comunicación de masas tradicionales.

      4. Pero hay que advertir que la proliferación de aparatos tecnológicos privados ha hecho que la ciudadanía, cada vez en mayor número, se informe a través de las redes sociales y no suela recordar las fuentes de esa información, con lo que éstas pierden relevancia y autoridad, y se aplanan las necesarias jerarquías, de modo tal que un trabajo o investigación serio tiene la misma legitimidad que una noticia cualquiera. Ello empobrece los espacios de discusión y de entendimientos públicos. De ahí surge esta continua proliferación de fake news que escapan de todo tipo de regulación y no dan cuentas a nadie, eludiendo las exigencias de verificación. Como señala Blas:

      De esta forma, la celebrada desintermediación de la información se ha convertido en una esfera pública intervenida, más centralizada que nunca, un capitalismo de vigilancia, antítesis de un espacio de entendimiento colectivo llamado espacio público que resulta esencial para sostener el edificio democrático.

      No olvidemos la llamada encuestocracia, es decir, aquellos gobiernos que se rigen por las opiniones de coyuntura, método también propio de los gobiernos autocráticos, que buscan consolidar una percepción intrínsecamente autoritaria del poder, que no aceptan el debate y que ocultan actos de corrupción, atentatorios contra los derechos humanos. Algunas compañías que realizan encuestas suelen aceptar esos encargos inconvenientes para la vida democrática. Fue principalmente durante la etapa final del Gobierno de Alberto Fujimori (1995-2000) cuando se hizo uso extenso de esas prácticas, como está debidamente probado.

      7. No está en cuestión la legitimidad de origen de la representación elegida en comicios libres y limpios, pero sí la llamada legitimidad de ejercicio, esto es, el trabajo y horizonte ideológico de los representantes. Es ahí donde aparece en su dimensión sin límites identificables el concepto de opinión pública, de tanta importancia en la praxis de la democracia contemporánea, porque es indispensable preguntarnos si la opinión pública de nuestros días se origina libre y racionalmente o si lo hace constreñida por los intereses monopólicos que gobiernan los grandes medios de comunicación en una sociedad poco homogénea, fragmentada y de intereses contrapuestos. Porque si fuera de esta manera sería una ficción, pues habrá tantas opiniones como grupos existan e intereses dominantes impuestos.

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