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hand,

      Ah, how many cowardly rangers,

      Against one lone Mexican!16

      Paredes escribió que “Los oficiales de los Texas Rangers son conocidos como los rinches de la Kineña, o rangers de King Ranch, de acuerdo con la creencia de los fronterizos de que los rangers eran el brazo fuerte de Richard King y Jos demás ‘barones ganaderos’”.17 ¿Cuál ha sido la imagen tradicional del Texas ranger, tal como aparece retratado en la historia de Estados Unidos? Rip Ford, ranger él mismo, escribió: “Un Texas ranger puede cabalgar como un mexicano, rastrear como un indio, disparar como uno de Tennessee ¡y luchar como el mismo demonio!”.18 T. R. Fehrenbach, en 1968, escribió en su Lone Star: A History of Texas and Texans:

      Para combatir a indios mexicanos, los jefes rangers tenían que aprender a pensar como aquellos o, al menos, a comprender qué temían los mexicanos y los indios. El choque entre los angloamericanos y los mexicanos en la frontera meridional era inevitable, pero algunos de sus aspectos fueron infortunados. El contacto no benefició a ninguna de las dos razas; parecía fortalecer y resaltar los defectos de ambas. Los rangers llegaron con rectitud instintivamente teutónica, prefiriendo el honesto impacto de las balas a la astucia del cuchillo. Pero contra los mexicanos, la rudeza se convirtió en brutalidad, porque era casi imposible para el protestante anglo-celta comprender la mente hispánica. Impaciente ante la tortuosidad mexicana, el ranger reaccionó con la fuerza directa. Pero el mexicano, para ser fiel a los datos, pasó de la tortuosidad a la descarada traición; la historia atestigua que los mexicanos mataron a más texanos durante las treguas para parlamentar que en todos los campos de batalla. Cada uno de los bandos se sentía justificado a causa de las incomprensibles y despreciadas actitudes culturales de su enemigo. Los rangers parecían barbaros nórdicos, faltos de toda astucia o maña caballeresca; ellos veían a los mexicanos como traicioneros, gente mentirosa, que nunca querían hacer lo obvio, que consistía en declarar su juego y luchar.19

      Walter Prescott Webb, que era aún menos objetivo en su análisis de las diferencias culturales entre los rangers y los mexicanos, escribió del ranger: “Cuando lo vemos en su tarea cotidiana de mantener la ley, restaurar el orden y promover la paz –aun cuando sus métodos sean vigorosos– lo vemos en la posición correcta, un hombre solo entre una sociedad y sus enemigos”. Y a la inversa, escribió del mexicano: “Puede decirse sin calumniar que hay una vena de crueldad en la naturaleza del mexicano, o al menos así lo hace pensar la historia de Texas. Esta crueldad puede ser herencia de los españoles de la Inquisición; también puede, e indudablemente debe ser atribuida parcialmente a la sangre india”.20 Este tipo de razonamiento justificaba la violencia de los rangers para muchos angloamericanos; los “métodos vigorosos” eran necesarios para lidiar con “salvajes adversarios”.

      Américo Paredes da otra opinión acerca de los rangers. Los considera como representantes de los hacendados y comerciantes que controlaban el Valle del río Grande. Su tarea consistía en mantener el orden para la oligarquía. Reclutaban pistoleros que odiaban ardientemente a los mexicanos, disparando primero y haciendo las preguntas después. Paredes escribe: “El que los rangers creaban más problemas de los que resolvían es una opinión expresada por fuentes menos parciales”.21 Paredes fue uno de los primeros estudiosos chicanos en atacar a los rangers y, en consecuencia, a Webb. Expresaba los sentimientos de los mexicanos, que se basaban, en su mayor parte, en las tradiciones orales mexicanas y en sus experiencias. Sus datos refutaban los de Webb. Un ejemplo de ello es la diferente interpretación que uno y otro hacen de los hechos que rodearon el asesinato de los Cerda, prominente familia de las cercanías de Brownsville. Paredes escribe:

      Los Cerda eran prósperos rancheros de las cercanías de Brownsville, pero tuvieron la desgracia de vivir cerca de uno de los “barones ganaderos” que todavía no se había expandido. Un día llegaron de Austin tres Texas Rangers y “ejecutaron” a Cerda padre y a uno de sus hijos acusándolos de ser ladrones de ganado. El hijo más joven huyo cruzando el río, y así el rancho Cerda quedó vacío. Cinco meses más tarde el hijo que quedaba, Alfredo Cerda fue a Brownsville. Murió ese mismo día, de un balazo disparado por un ranger.22

      El relato de Paredes no se apoya en fuentes secundarias, sino en narraciones de testigos presenciales. Marcelo Garza, de Brownsville, hombre de negocios respetado, le relató a Paredes que un ranger disparó sobre Alfredo, quien estaba desarmado, cazándolo “como a un animal salvaje”.23

      La versión de Webb está basada en fuentes de los rangers, que son semejantes a algunos informes policiacos contemporáneos. Según Webb, el ranger sorprendió a un mexicano marcando ganado perteneciente al Rancho King. El mexicano, Ramón Cerda, disparó contra el ranger, y este último disparó a su vez, matando a Ramón en defensa propia. El ranger fue exculpado en la investigación, pero los mexicanos no aceptaron el veredicto y desenterraron el cuerpo de Cerda y realizaron su propia encuesta. Encontraron que había: “‘evidencia’ [las comillas son de Webb] de que Cerda había sido arrastrado y maltratado de otras maneras. El sentimiento público estaba sumamente dividido. Los descubrimientos de la encuesta secreta, agregados a los rumores incontrolados que nacieron de ella, solo sirvieron para inflamar los ánimos de los seguidores de Cerda”.24

      Nuevamente, las fuentes de Webb fueron secundarias, y basó su conclusión de que la gente había sido enardecida, en informes de los rangers. Webb admitió que operaba un sistema de justicia doble respecto a los mexicanos y los anglos. Por lo tanto, era natural que impugnaran los resultados de la investigación, especialmente los hechos referentes a esta muerte. La familia Cerda era muy conocida y respetada, y sus tierras codiciadas por los King. Más reveladora es la información de Webb acerca de quién dio la fianza para Baker, el ranger que disparó sobre Cerda: “El capitán Brooks informó que Baker depositó una fianza por la suma de diez mil dólares, y que le apoyaban personas como los King, el mayor John Armstrong –lugarteniente de McNeely– y los hermanos Lyman”.25 El historiador se pregunta por qué Webb no analiza el apoyo de los King. No nos asombremos de que los mexicanos estuvieran enardecidos. Poco después, Baker mató igualmente al hermano menor de Ramón; Alfredo.

      La importancia del caso Cerda, es que revela el uso de la violencia para apoderarse de tierras y luego legalizar el asesinato mediante el sistema judicial. No fue un caso aislado; simplemente reflejaba la actividad de los rangers a lo largo de todo el siglo. Durante el levantamiento de Cortina, cientos, si no miles, de mexicanos fueron asesinados por ser parientes de guerrilleros o sospechosos de estar asociados con los revolucionarios. Los rangers, que operaban independientemente de los representantes de la ley tradicionales, estaban orgullosos de su eficacia para tratar con los mexicanos. El odio a los rinches ardía entre los mexicanos durante el siglo XIX. En el corrido quedaba constancia de los sentimientos populares:

      Los “rinches” son muy valientes

      no se les puede negar;

      nos cazan como venados

      para podernos matar.26

      Una explicación parcial del terrorismo de los rangers era el número muy superior de mexicanos comparado con el de los gringos habitantes del valle; estos últimos vivían en el terror de un levantamiento de masas. En 1915, cuando una banda de cuarenta mexicanos, dirigidos por Aniceto Pizaña, arrasó la ciudad de Norias en el Rancho King, la revuelta fue prontamente sofocada, pero no antes de que un reinado de terror se desatara en el sur de Texas.27 Los angloamericanos pensaban que se trataba de una conspiración, achacándola a los alemanes, a la IWW (Internacional Workers of the World), o a los japoneses. Entre 1915 y 1920, según un cálculo de Walter Prescott Webb, entre 500 y 5000 mexicanos fueron asesinados por alguaciles locales, jueces de paz y Texas Rangers. Webb escribió: “La situación puede resumirse diciendo que después de que los problemas se desarrollaron, los norteamericanos instituyeron un reinado de terror contra los mexicanos y que muchos mexicanos inocentes tuvieron que padecerlo”.28

      Paredes da el testimonio de Josefina Flores D. Garza, que fue una de las víctimas del odio de los rangers.

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