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      37 Grady McWhiney & Sue McWhiney, eds., To Mexico with Taylor and Scott, 1845-1847, Waltham, MA: Praisell, 1969, 3. Letter from Ulysses S. Grant to Fiancée Julia Dent, julio 25, 1846. John Y. Simon, The Papers of Ulysses S. Grant, Vol. 1, London: Feffer & Simons, 1967, 102.

      38 Abraham Lincoln’s “Spot Resolutions”, Resolution and Preamble on Mexican War: “Spot Resolutions”, The Abraham Lincoln Papers at the Library of Congress, diciembre 22, 1847, http://memory.loc.gov/cgi-bin/query/r?ammem/mal:@field(DOCID+@lit(d0007000)).

      39 Glenn W. Price, Origins of the War with Mexico: The Polk-Stockton Intrigue, Austin: University of Texas Press, 1967, 7.

      40 quoted in Arvin Rappaport, ed., The War with Mexico: Why Did It Happen?, Skokie, IL: Rand McNally, 1964, 16. President James Polk’s State of the Union Address, diciembre 2, 1845. Joint Session of Congress, State of the Union Address, 29th Congress, First Session, diciembre 2, 1845, http://www.presidentialrhetoric.com/historicspeeches/polk/stateoftheunion1845.html. James K. Polk, “Message on War with Mexico”, mayo 11, 1846, http://www.pbs.org/weta/thewest/resources/archives/two/mexdec.htm.

      41 Ibid., 16.

      42 Justin H. Smith, The War with Mexico, Vol. 2, Gloucester, MA: Peter Smith, 1963, 310.

      43 Ramon Eduardo Ruiz, The Mexican War: Was It Manifest Destiny?, New York: Holt Rinehart and Winston, 1963, 1.

      44 Ruiz, op.cit., p.1.

      45 Según Chamberlain, Taylor recaudó más de un millón entre los habitantes de Nuevo León y Tamaulipas.

      46 Abiel Abbott Livermore, The War with Mexico Reviewed, Boston, MA: American Peace Society, 1850, 8.

      47 Ibid., 11.

      48 Ibid., 12.

      49 T. B. Thorpe, Our Army on the Rio Grande, cit. en Abiel Abbott Livermore, The War with Mexico Reviewed, Boston, MA: American Peace Society, 1850, 126.

      50 Alfred Hoyt Bill, Rehearsal for Conflict, New York: Knopf, 1947, 122.

      51 John Y. Simon, The Papers of Ulysses S. Grant, Vol. 1, London and Amsterdam: Feffer & Simons, 1967, 102.

      52 Livermore, op. cit., 140.

      53 Ibid., 147-48.

      54 Smith, vol. I, 550, nota 6.

      55 Ibid., vol. II, 385, nota 18.

      56 Livermore, op. cit., 160.

      57 Samuel E. Chamberlain, My Confessions, New York: Harper & Row, 1956, 75.

      58 Ibid., 87.

      59 Ibid., 88,

      60 Ibid., 174.

      61 Ibid.

      62 Ibid., 176.

      63 Ibid., 177.

      64 Alfonso Zabre, Guide to the History of Mexico: A Modern Interpretation, Austin: Pemberton Press, 1969, 300.

      65 Dexter Perkins and Glyndon G. Van Deusen, The American Democracy: Its Rise to Power, New York: Macmillan, 1964, 237.

      66 Wayne Moquin et al., eds., A Documentary History of the Mexican American, New York: Praeger, 1971, 185.

      67 Lynn I. Perrigo, The American Southwest, New York: Holt, Rinehart and Winston, 1971, 176.

      68 Moquin, op. cit., 181.

      69 Compilation of Treaties in Force, Washington, DC: Government Printing Office, 1899, 402, cit. en Perrigo, The American Southwest, 176. The Querétaro Protocol, mayo 26, 1848, Protocol of Quéretaro en Rodolfo F. Acuña and Guadalupe Compeán, eds., Voices of the U.S. Latino Experience, Westport: Greenwood, 2008, 113-4.

      70 Antonio de la Peña y Reyes, Algunos Documentos sobre el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, México, DF: Sec de Rel. Ext., 1930, 159, cit. en Richard Gonzales, “Commentary on the Treaty of Guadalupe Hidalgo”, en Feliciano Rivera, ed., A Mexican American Source Book, Menlo Park, CA: Educational Consulting Associates, 1970, 185.

      71 Walter Prescot Webb, The Great Plains, Grosset & Dumlap, 1931, 125-26.

      CAPÍTULO 2

      Remember the Alamo: la colonización de Texas

      El estereotipo del texano con botas de altos tacones, sombrero blanco y actitud bravucona simboliza para la mayoría de los mexicanos y otros latinoamericanos todo lo que era y sigue siendo malo en Angloamérica. Su traje, por ejemplo, representa el robo de la tierra y el patrimonio de los vaqueros (el cowboy mexicano). En realidad, el cowboy angloamericano aprendió su oficio e imitó el traje del vaquero mexicano. Además, el cowboy texano está estereotipado como un bravucón rudo y agresivo que odia a los mexicanos. En resumen, se ha convertido en el estereotipo no solo de la colonización de Texas y el suroeste, sino también de la colonización económica angloamericana de toda Latinoamérica. Los sentimientos individuales con respecto a los anglo-texanos son intensos y, muchas veces, se traducen en sentimientos de odio ciego. La expresión de esos sentimientos es a menudo bastante cruda, como, por ejemplo, en el dicho: “Viertes agua caliente sobre un anglo-texano y obtienes mierda instantánea”. Indudablemente, el legado de la conquista provocó esta actitud, pero el amargo conflicto entre los anglos y los mexicanos en el territorio ocupado ha aumentado la animosidad.

      Como analizamos en el capítulo 1, las hostilidades texano-mexicanas no terminaron después de 1836. México se negó a reconocer la República de Texas. El problema de los prisioneros de guerra seguía candente. Según el historiador texano T. R. Fehrenbach: “El trato dado a estos soldados era vergonzoso según cualquier norma y generalmente ha sido ignorado por los historiadores norteamericanos. Cualesquiera que fuesen las indignidades de Santa Anna, no se debieron a Juan Nepomuceno Almonte, a su estado mayor o a los soldados rasos a las órdenes del presidente. Muchos murieron en cautividad y, eventualmente, todos fueron repatriados en malas condiciones”.1

      La cuestión de las fronteras también seguía siendo un problema. Los texanos exigían que la república incluyera toda la tierra hasta el río Grande, mientras que los mexicanos decían que la frontera estaba en el río Nueces. En los años siguientes, el territorio entre estos dos ríos siguió siendo disputado. Mientras tanto, aumentaba la inmigración angloamericana a la República de Texas. Para escapar a la discriminación de los anglos, cuyo chauvinismo se había intensificado con la victoria y que seguían considerando a los mexicanos como enemigos, estos se vieron obligados a avanzar cada vez más hacia la porción intelectual de la nueva república. Un número importante de ellos se estableció en los territorios disputados.

      En los años anteriores a la anexión por Estados Unidos, los texanos combatieron activamente a los indios y también lanzaron su ofensiva diplomática contra México. El presidente Mirabeau B. Lamar soñaba con expandir la república, y en 1839 y 1840 aprovechó los problemas de México con Francia. Presionó para llegar a un arreglo en la cuestión fronteriza, ofreciendo a México 5 millones de dólares si aceptaba el río Grande como frontera territorial. En 1841 intervino en los asuntos internos de México firmando un tratado con Yucatán, estado del sudeste de México, que pretendía independizarse de México. Aquel mismo año Lamar envió contra Nuevo México la desastrosa Expedición Santa Fe como parte de un plan para añadir esta zona a la república (véase

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