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se han perseguido sus relaciones con la literatura española en Der Turm (Rocha Barco, 2002) o Dame Kobold (Tamames, 1995). A Miguel Ángel Vega debemos parte del conocimiento de Hugo von Hofmannsthal tanto por sus artículos como por la sucinta pero más que valiosa aproximación que precede a alguna de sus obras en la editorial Cátedra (Vega, 1991). También Vega ha trabajado sobre Arthur Schnitzler (Vega, 1995). Adan Kovacsics se ha ocupado no solo de la traducción de Karl Kraus, sino también del estudio de su obra. Y una tesis doctoral dedicada a Peter Altenberg (Merck Navarro, 1999) atestigua el interés que todavía despierta este momento literario. En lengua catalana existe una monografía sobre Joseph Roth (Estelrich i Arce, 1992).

      El perfil filosófico de esta literatura lo ha desgranado Rafael García Alonso (1995), pero también Fernando Bayón tanto en sus estudios sobre la trascendencia de la obra de Musil en su consideración del «mundo moderno» (Bayón, 2006) como en sus análisis sobre la influencia de Freud (Bayón, 2007). Sobre Robert Musil en concreto y su visión del individuo han investigado también otros autores (Llinares Chover, 2003; Jalón Calvo, 2010). En el caso de Freud se ha perseguido principalmente su impacto (Sánchez, 2008).

      Se trata por tanto de los autores más importantes de la literatura de la «literatura austriaca», aunque sin especial atención a los discursos más allá de Viena o Praga. Con la única excepción de Bertha von Suttner (2014 [1889]) y algunos retratos de Leopold von Sacher-Masoch, ninguno de los autores aquí expuestos han visto la luz en lengua española. El complejo entramado de las nacionalidades en el Imperio Austro-Húngaro y especialmente su reflejo en la literatura quedan por tanto relegados a un segundo lugar o al profundo silencio. Tan solo una tesis doctoral intentó reflejar el perfil heterogéneo del Imperio (García García, 2001), aunque en su concepción heredó en exceso la cara más negativa del discurso de las naciones y nacionalidades, es decir, su consideración como problema y rasgo diferenciador, en vez de una visión conciliadora de la diversidad. Se trata no obstante de la primera obra en lengua española que se ocupó de la pluralidad de las literaturas en lengua alemana del este de Europa; en ella aparecen reflejados ya algunos de los protagonistas que aquí serán nuevamente realzados.

      Posiblemente una mayor presencia de la Teoría de la Cultura en la tradición académica en lengua española hubiera motivado una ocupación más directa con la diversidad austrohúngara. Sin embargo, la carencia de este tipo de investigaciones es ostensible. Tan solo algunos artículos aislados y publicaciones puntuales se han acercado a esta nueva orientación metodológica, algo marginada en lo que al Imperio austrohúngaro se refiere. Entre las pocas orientaciones culturales en lengua española podríamos encajar una obra que, sin estar redactada en este espíritu, ya apuntó a estas intenciones. Se trata del homenaje a la ciudad de Viena de José María Valverde (1990), que goza ya en nuestros días de autoridad clásica al hablar de la ciudad de Viena. Por su calidad e intenciones similares, puede verse como un equivalente en español de Schorske (1979).

      El estado de la cuestión tan reducido en lengua española obliga sobremanera a incorporar por necesidad materiales en otras lenguas europeas, especialmente en alemán. De esta forma, el número de volúmenes se incrementa rápidamente, pues la dedicación fue ya intensa durante los años del propio Imperio austrohúngaro, que es cuando surgieron las primeras obras importantes y decisivas. De especial relevancia fue sin lugar a dudas el Kronprinzenwerk, cuyo título real era Die Österreichisch-Ungarische Monarchie in Wort und Bild (Rudolf, 1885-1902). Fue un proyecto nacional austrohúngaro dirigido por el príncipe heredero Rudolf (de ahí su apodo), que fue publicado paralelamente en húngaro y en alemán durante diecisiete años (Vajda, 1994, p. 164). En sus veinticuatro volúmenes plantea un viaje fantástico en papel por el Imperio (Schmid, 1995, p. 104) que ha sido considerado un monumento para la historia (Voigt, 2008, p. 89):

      «Mehr und anderes als bloß ein legitimes Kampfinstrument zum Zwecke der Förderung patriotischer Gefühle, erscheint uns das Kronprinzenwerk heute als modellhafte Darstellung einer Welt (eines Kosmos, eines Universums, einer «Ordnung»), die nicht weniger wünschbar oder machbar gewesen ist, als jene andere deren Residuen wir heute noch bewohnen» (Schmid, 1995, pp. 111-112).

      «Más que simplemente un mero elemento combativo de legitimación para despertar los sentimientos patrióticos, el Kronprinzwerk («Obra del príncipe regente») se nos presenta hoy como una representación modélica de un mundo (un cosmos, un universo, un «orden») que no sería menos deseable o realizable que el de los residuos que habitamos».

      La investigación ha puesto a esta obra hoy en día en su sitio (Zsitzen, 1999) y ha visto en ella, a pesar de su eminente contenido ideológico, un testimonio importante que refleja la heterogeneidad defendida y planteada en este trabajo, ya que con el Kronprinzenwerk se quiso asentar el fundamento para el presente y el futuro del estado plurinacional (Bendix, 2010, p. 295). Más que por las informaciones que arroja, resulta especialmente atractiva por el espíritu conciliador y tolerante que se esconde detrás de la publicación. Independientemente de la intencionalidad política, desde la dirección se quiso que todos tuvieran cabida en esta obra magna. Este tipo de actuaciones no fueron hechos aislados, ya que en esta línea se explican también los volúmenes dedicados al Imperio austrohúngaro del manual Deutsch-Österreichische Literaturgeschichte (Castle, et al., 1899-1937); en ellos, la diversidad prima por encima de todo, independientemente de la búsqueda intencionada de la presencia del alemán en la región. Esta historia de la literatura, redactada bajo la influencia del positivismo, se concibió como un regalo para el Emperador. Y aunque en ella las naciones aparecen divididas según los provincias del Imperio, el balance global denota una sorprendente cohesión de su contenido (Rinner, 1992). Se diferencia así incluso de posteriores historias de la literatura, más centradas en la singularidad geográfica. Esta obra es el resultado de varios años de trabajo. Y gracias a ella tenemos noticia y acceso a muchos autores plurales que, de no ser por esta enumeración, estarían hoy en día completamente olvidados. Muchos de estos son el objeto de trabajo de la presente investigación, pues nadie mejor que ellos puede responder a una invitación como la de Kajtár de revisar interculturalmente la literatura austrohúngara (Kajtár, 2007).

      Diversos estudios contemporáneos valoraron y explicaron el Imperio austrohúngaro desde una perspectiva de gran utilidad para nuestros días, especialmente por el hincapié que se hizo en la cuestión nacional, por ejemplo en su traducción en cifras (Klun, 1876) o en su descripción enciclopédica (Umlauft, 1883). Este espíritu plural se recogió igualmente en los documentos oficiales (K. k. Ministerium für Cultur und Unterricht, 1884) y en documentos pedagógicos y didácticos ya desde los primeros años tras el Compromiso (Markus, 1871). Al margen del carácter generalista y aglutinador de estas obras, más en el espíritu del Kronprinzenwerk surgieron igualmente un sinfín de «retratos nacionales» del Imperio. Se publicaron volúmenes monográficos dedicados a los húngaros en general (Löher, 1874) y en concreto a su literatura (Schwicker, 1889), a los croatas (Staré, 1882), a los italianos (Chlumecky, 1906), a los rutenos y polacos de Galitzia (Franzos, 1876), etc. Entre estas obras tampoco faltaron las reflexiones sobre el nacionalismo alemán (Anónimo, 1899), que no en pocas ocasiones por cierto siguieron abogando por una especie de personalidades o sujetos híbridos (Dux, 1880).

      La proliferación bibliográfica fue por tanto desde los primeros años muy intensa, lo que ha motivado la división del estudio del Imperio en diferentes momentos. Entre las diversas propuestas que se han arrojado, la más operativa en principio parece ser la de Cole (2004). Cole habla de cuatro periodos que estipula en cuatro momentos históricos que se superponen casi en su totalidad con el periodo de Entreguerras, la Postguerra de la Segunda Guerra Mundial, los años de la separación del continente y el rumbo reciente hacia una Europa cada vez más cohesionada. En todos y cada uno de ellos, las investigaciones al respecto han demostrado unas preocupaciones particulares y, en cierto modo, una orientación en la selección de sus diversos temas según su momento de redacción.

      La primera fase (1918-1945) fue la heredera del sentimiento de pérdida, fracaso y desencanto. Especialmente dentro de esta primera fase, aunque también de la segunda, predominaron las reflexiones histórico-ensayísticas sobre el periodo, más que los estudios empíricos y teóricos. La producción de estos años responde principalmente a posturas melancólicas de los autores que vivieron

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