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los artículos de la obra compilatoria Kultur, Identität, Differenz (Csáky, et al., 2004), así como los de Kulturtransfers und kulturelle Identität (Csúri, et al., 2008), más relacionados con la identidad cultural de los pueblos. En ellos se refleja el espacio centroeuropeo y austrohúngaro como complejo entramado comunicativo repleto de pluralidad y fructíferos intercambios. Sobre todo en este sentido han apuntado las investigaciones del profesor Moritz Csáky, quien en tanto que perfecto conocedor y principal adalid de la diversidad centroeuropea (Csáky, 1995), ha arrojado una visión de dicho espacio como una unidad en su conjunto (Csáky, 2009; 2010; 2011).

      En el espacio centroeuropeo se han analizado en este sentido también la configuración plural del individuo tanto teórica (Feichtinger, 2008) como literaria (Bolterauer, 2008), así como la concepción del espacio austrohúngaro en tanto que escenario de comunicación intercultural de la diversidad (Balogh & Mitterbauer, 2006) y de trasferencias culturales (Mitterbauer & Scherke, 2005) a partir del concepto del Kulturtransfer (Lüsebrink, 2005). Desde esta perspectiva se ha abierto precisamente un amplio campo de investigación que, hasta ahora, se ha centrado principalmente en la prensa (Birk, 2009) o en el impacto y recepción de autores concretos como Mór Jókai (Ujvári, 2011). Aunque ciertamente extensible a cualquier manifestación cultural o artística (Csáky, 2010), la comprensión del espacio austrohúngaro facilita la aproximación a Europa, especialmente por los símiles que se dan en cuestiones de intercambio.

      Desde comienzos de los años noventa (Vajda, 1994), una serie de obras se han aproximado a este espacio desde la reflexión de la Teoría de la Cultura. A pesar de algunas herencias del pasado, por ejemplo la polarización nacional de obras relativamente recientes sobre las nacionalidades austrohúngaras (Kiss, et al., 1997; Heuberger, 1997), todas ellas suponen una importante aproximación a Europa y al Imperio austrohúngaro desde su perspectiva más heterogénea. También parecen apuntar en esta dirección las búsquedas de Integración (Schall, 2001). De este mismo material se han ocupado también las últimas «historias culturales» de Austria (Vocelka, 2000) o de Hungría (Kósa, 1998), aunque ciertamente debe ser más en las ciudades que en las «naciones» donde hay que buscar el fenómeno de la diversidad, pues es ahí cuando alcanza su mayor importancia. A las ciudades austrohúngaras en su conjunto se ha dedicado Moritz Csáky (2010), si bien son otras muchas las obras que persiguen los vínculos entre los núcleos urbanos, por ejemplo entre Viena y Budapest (Csúri, et al., 2008), Viena y Zagreb (Barbarić & Benedikt, 1998), etc., siempre dentro de la discusiones de las tensiones entre centro y periferia (Hárs, et al., 2006).

      El interés por la diversidad se palpa también en la compilación Wiener Moderne (Nautz & Vahrenkamp, 1993) o en la obra monográfica con el mismo título de Lorenz (2007), posiblemente la más concisa y objetiva investigación hecha hasta ahora. Lorenz recoge claramente la revolución del estudio del Imperio desde la Teoría de la Cultura, así como el impacto del grupo Moderne – Wien und Zentraleuropa um 1900 (Csáky, 1995-2005), que supuso la renovación completa del estudio del Imperio austrohúngaro. Con el referido grupo de la Universidad de Graz (Csáky, 1995-2005), cuyos resultados son una inspiración importante para el concepto de Austriahungría aquí defendido, nos encontramos con un proyecto de investigación nuevo y de una labor intelectual reseñable por su revisión del Imperio austrohúngaro, así como por su intento de abarcar todo el concepto austrohúngaro en sus diferentes facetas y en su combinación entre sí. Este grupo ha publicado una obra monográfica que recopila sus resultados (Csáky, et al., 2004), así como diferentes publicaciones aún accesibles en el portal web del proyecto (Csáky, 1995-2005). El objetivo de este trabajo, volver a explicar desde la Kulturwissenschaft el Imperio austrohúngaro, lo consiguió gracias a una colaboración internacional que superó las barreras nacionales y alcanzó una cohesión interdisciplinar modélica.

      Desde entonces, la fusión interdisciplinar de la Teoría de la Cultura parece haberse vuelto una realidad en la investigación del Imperio austrohúngaro. Si consideramos la obra Kakanien revisited (Müller-Funk, et al., 2002), podemos certificar en ella el giro irrevocable de los estudios del Imperio y la perspectiva interdisciplinar como una apertura y una revisión a la altura de las necesidades de la postmodernidad; esta obra fue secundada por investigaciones posteriores (Kerekes, et al., 2008; Fischer, et al., 2010), las cuales se erigen en conjunto como contribuciones que no solo atestiguan el impacto de la Teoría de la Cultura, sino que además corroboran su necesidad. Herederos de este discurso son también los estudios sobre la mujer en el Imperio (Heindl, et al., 2006; Király & Millner, 2006), el significado de las creencias religiosas (Klieber, 2010) o la proliferación del fenómeno de la traducción (Wolf, 2012). La bibliografía disponible expone por tanto no solo una extensa y valiosa tradición académica, sino que recoge también el avance en paralelo de las necesidades contemporáneas de este rescate del Imperio austrohúngaro.

      De la unión austrohúngara a la europea

      Fenómenos similares a los comentados para el Imperio austrohúngaro se aprecian también en la bibliografía sobre Europa y, más concretamente, sobre la Unión Europea. La bibliografía disponible puede dividirse en dos grandes momentos: el primero partiría de los años fundacionales (1945) hasta los noventa, y el segundo se extendería desde finales del XX hasta la actualidad (Gehler, et al., 2010, p. 11).

      Entre los estudios más importantes del primer periodo, han de reseñarse aquellos sobre la historia del concepto de Europa (Chabod, 1961), los proyectos de unificación europea del periodo de entreguerras (Chabot, 1978) y la génesis del continente europeo (Dannenbauer, 1959). Para el constructo político jugaron un papel relevante las reflexiones sobre un mito hecho realidad (Rougement, 1962), los antecedentes de la historia (Foerster, 1951) o la continua búsqueda de delimitaciones geográficas del proyecto (Halecki, 1950). España, sumida en la dictadura, se mantuvo al margen de este debate, de modo que la contribución intelectual al discurso europeísta fue durante estos años de menor significado al de los demás países vecinos.

      Aunque fue en los años setenta cuando surgieron los primeros estudios universitarios sobre Europa, no fecundaría sin embargo la especialidad hasta finales del siglo XX. En estos años se ha producido un renacimiento de la investigación académica reglada sobre Europa. Esto ha sucedido en concordancia con las necesidades históricas que han llevado a una refundación del concepto político, alterado en su esencia por los acontecimientos de 1989 y, por el espacio que nos ocupa aquí, es decir, por la disolución de Yugoslavia, la Guerra de los Balcanes y las dos grandes ampliaciones del Este (2004 y 2007). La reciente incorporación de Croacia (2013) responde a las intenciones de esta nueva Europa que se perfila en el siglo XXI y al perfil de la «segunda fase» del estudio de Europa (Gehler, et al., 2010, p. 11).

      De estos avances da cuenta la bibliografía del manual dedicado al estudio de Europa de Michael Gehler y Silvio Vietta (Gehler & Bader, 2010), y también lo hace la muy abultada bibliografía en lengua española sobre la Unión Europea, Bibliografía básica (CDEM, 2008). La pluralidad de perspectivas al respecto del estudio, así como las distintas especialidades que se han centrado en su análisis dificultan una exposición detallada de su totalidad. Por ello, esta bibliografía recoge solo las referencias de las obras más importantes.

      Entre las obras históricas más recientes de esta segunda fase se deben destacar dos excelentes y muy distintas historias de Europa (Brunn, 2002; Judt, 2006). Junto a estos trabajos han sido relevantes algunos intentos de autodefinición histórica (Seibt, 2002), así como algunos títulos con un perfil más teórico-administrativo (Weidenfeld, 2008), otros centrados en los movimientos de individuos dentro de la Unión (Bade, 2000) y otros recopilando datos, fuentes y sucesos con comentarios críticos específicos (Gasteyger, 2005). En esta línea, y aunque no guarde directamente relación con el proyecto europeo, es imposible pasar por alto la obra de Osterhammel (2009); en ella se expone un campo de trabajo ingente e imprescindible para la detallada comprensión del siglo XIX, útil en el caso que nos ocupa.

      La definición de Europa se formula frecuentemente bajo el prisma de la «identidad europea» (Schmale, 2008), con la que se busca un concepto que defina la idiosincrasia de Europa, esto es, una descripción de su esencia. Este largo camino de búsqueda se divide en tres etapas,

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