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“el bendito apóstol Pablo mismo, siguiendo el orden de su predecesor Juan, pero sin nombrarle, escribe a siete iglesias […]. Porque también Juan, aunque escribe a siete iglesias en el Apocalipsis, sin embargo, escribe a todas”.[43] Si según la opinión del autor anónimo del Fragmento,[44] san Pablo seguía “el orden de su predecesor Juan”, eso quiere decir que todas las obras de san Juan, incluso el Apocalipsis, fueron escritas durante los años cuando san Pablo estaba vivo. Según la cronología tradicional, san Pablo murió como mártir entre los años 64-67,[45] es decir, en los tiempos de Nerón; así que se nota que el autor del Fragmento implícitamente afirma que el Apocalipsis también fue escrito en aquellos tiempos o antes.

      Las investigaciones modernas no fechan tajante y categóricamente el Apocalipsis con el periodo del reinado de Domiciano –datación también cuestionada por algunos representantes de la tradición patrística temprana que Gregorio López ignoró– no podemos decir si deliberadamente o no. No creemos que la convicción de Gregorio López acerca de la aparición del Apocalipsis en la época de Domiciano podría haber sido de carácter ideológico (como lo hizo en torno de la autoría del Apocalipsis para proponerse, quizá por razones políticas, abiertamente antiprotestante). Nos inclinamos porque la datación del libro corresponde a un sistema cronológico de los acontecimientos apocalípticos elaborado por el propio Gregorio López.

      Luego el autor del Apocalipsis continúa: “Y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo” (17.10). Aquí también existe una opinio communis entre todos los comentaristas e investigadores según la cual esos siete reyes representan los emperadores romanos. La cuestión es: ¿con qué personas concretas se tienen que relacionar esos siete reyes y cómo enumerarlos? ¿Qué personaje histórico encabeza la lista?

      Ahora veamos qué modelo adopta Gregorio López en su sistema de contar los emperadores. Para entender su concepto se tiene que tomar en cuenta que López emplea un modelo de la escatología que prece­de al triunfo de la Iglesia, según el cual, todos o casi todos los acontecimientos apocalípticos ya se habían cumplido, nada más la segunda venida de Jesucristo y el último juicio se darían en el futuro. López no sólo rastrea toda la historia del imperio romano basado en el texto del Apocalipsis, sino también hace coincidir la historia de la Iglesia cristiana en el mundo romano como la historia de persecuciones, cuando la sangre de los mártires regía los fundamentos de la Iglesia futura, prefigurando y profetizando su triunfo en este mundo. Por eso Gregorio López especifica una reserva significativa, afirmando que no se debe empezar a contar los emperadores con Julio César ni con Augusto, lo que nos hace suponer que él sabía perfectamente sobre las formas de contar los emperadores basándose en Suetonio o Tácito para “identificar” las siete cabezas de la Bestia con los siete emperadores. Al negarse a ver a Julio César u Octaviano como aquellos que personifiquen la primera cabeza de la Bestia, López propone empezar a enumerar desde Tiberio como primer perseguidor, porque durante su reinado fue crucificado Jesucristo:

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