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El Tratado del Apocalipsis del beato Gregorio López (1542-1596). Iván Kopylov Sidorovich
Читать онлайн.Название El Tratado del Apocalipsis del beato Gregorio López (1542-1596)
Год выпуска 0
isbn 9786079946883
Автор произведения Iván Kopylov Sidorovich
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
La opinión sobre la fecha más temprana del Apocalipsis transmitida por la tradición patrística primordial, parece significativa porque en los tiempos modernos surgieron muchos trabajos académicos bien fundamentados que sustentaban la afirmación de que el libro del Apocalipsis había sido escrito en los tiempos anteriores a Domiciano, posiblemente durante el reinado de Nerón, por eso los datos de la tradición alternativa menospreciados por Gregorio López (y no sólo por él sino hasta por algunos autores de los siglos xix-xx como J. B. Lightfoot o G. R. Beasley-Murray) resultaron pertinentes. Recientes investigaciones históricas no son concluyentes en cuanto a persecuciones a gran escala de cristianos en los tiempos de Domiciano.[46] Interesantes son los argumentos del historiador británico Leonard Thompson, quien llegó a la conclusión de que el retrato biográfico de Domiciano dibujado por Suetonio es producto de una calumnia deliberada por parte de los Antoninos quienes, a su vez, se sentían interesados en denigrar a sus antecesores, los Flavios. Los monumentos literarios de la época de Domiciano (las obras de Estacio, Quintiliano y Marcial), los documentos oficiales (incluso la correspondencia real), y la evidencia numismática (la propaganda oficial reflejada en las monedas), fueron elementos para que Thompson se convenciera de que Domiciano no obligaba a nadie a que le llamaran Dominus et deus noster (Nuestro Señor y Dios). Ese título no se refleja en las monedas acuñadas en su época y más aún, el culto imperial, que, como se sabe, siempre había sido amenaza para los cristianos por la necesidad de rendir homenaje divino al emperador, no estaba presente en comparación con lo ocurrido en épocas anteriores, así que sería una exageración hablar seriamente sobre las persecuciones graves durante su reinado.[47]
Las investigaciones modernas no fechan tajante y categóricamente el Apocalipsis con el periodo del reinado de Domiciano –datación también cuestionada por algunos representantes de la tradición patrística temprana que Gregorio López ignoró– no podemos decir si deliberadamente o no. No creemos que la convicción de Gregorio López acerca de la aparición del Apocalipsis en la época de Domiciano podría haber sido de carácter ideológico (como lo hizo en torno de la autoría del Apocalipsis para proponerse, quizá por razones políticas, abiertamente antiprotestante). Nos inclinamos porque la datación del libro corresponde a un sistema cronológico de los acontecimientos apocalípticos elaborado por el propio Gregorio López.
Para fundamentar nuestra hipótesis, nos referimos al capítulo 17, en donde, según muchos investigadores,[48] se contiene una indicación indirecta en torno a la datación del Apocalipsis: la imagen siniestra y monstruosa de la Bestia con siete cabezas, sobre las cuales estaba sentada la gran ramera de Babilonia. Juan dice que se encontró en la condición de éxtasis profética y visionaria, diciendo: “Se me llevó en el Espíritu al desierto y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos” (Apoc. 17.3). La mujer tenía en su frente escrito lo siguiente: “Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”; estaba “ebria de la sangre de los mártires de Jesús” (17.5-6). Subrayo que la expresión “en el Espíritu” (ἐν τῷ πνεύματι) que caracteriza la inspiración profética del autor del Apocalipsis aparece como un marcador estructural que divide el libro en cuatro partes y cada vez indica el lugar de permanencia de Juan o su desplazamiento. En Apoc. 1:10 esa expresión marca la experiencia visionaria de Juan mientras estaba en Patmos; en 4.2: su levantamiento al cielo hacia el Trono de Dios; en 17.3: su traslado al desierto; en 21.10: su subida a la montaña alta.
Los comentaristas de la época patrística y los investigadores modernos identifican a la mujer con Roma y su poder imperial. Gregorio López coincide con la tradición (tanto la anterior como la posterior) cuando dice: “La muger es Roma; la bestia vermeja, su imperio vermejo, con la sangre que derramó de Christianos”.[49] Todos los comentaristas antiguos y modernos y los investigadores académicos opinan que los siete montes sobre los cuales estaba sentada la mujer son las siete colinas de Roma, mientras Gregorio López vincula las siete cabezas de la Bestia con las siete colinas de Roma: “Estas cabezas que tantas veces has oído son siete montes, sobre los quales está asentada Roma, cuyos nombres son Capitolino, Palatino, Marmar Manapoli, Citorio Cavalo y Tarpeyo Aventino, Celio Esquilino, Viminal o Quirinal”.[50]
Luego el autor del Apocalipsis continúa: “Y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo” (17.10). Aquí también existe una opinio communis entre todos los comentaristas e investigadores según la cual esos siete reyes representan los emperadores romanos. La cuestión es: ¿con qué personas concretas se tienen que relacionar esos siete reyes y cómo enumerarlos? ¿Qué personaje histórico encabeza la lista?
En la época romana hubo dos formas de hacer la lista de emperadores. Suetonio, el autor de la serie de biografías “Las vidas de doce Césares”, dio a Julio César el primer lugar. Este último, aunque no haya sido emperador en el sentido convencional de la palabra era el fundador de la dinastía imperial. Tácito sigue otro algoritmo, enumerando los emperadores desde Octavio Augusto. La razón de esta forma de contar parece convincente, aunque Julio César se considere como el fundador de la casa imperial; de todos modos después de su asesinato dio inicio la guerra civil y Octavio se asocia con la llegada de la paz a Roma, ya que él, según Tácito mismo, teniendo el nombre de princeps (nomine principis) recibió bajo su autoridad toda la sociedad destruida por las discordias civiles.[51]
Si aplicamos el modelo de Suetonio, los primeros cinco emperadores de la Revelación, es decir aquellos que ya “han caído”, serán Julio César, Augusto, Tiberio, Calígula y Claudio. Por lo tanto, el emperador que “es” tendrá que ser Nerón; es decir, el libro de la Revelación podría haber sido escrito en sus tiempos. Si recurrimos a Tácito y a su manera de enumerar los emperadores, los cinco que han caído tendrán que ser Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón; en este caso aquel que “es” habrá de ser Galba. Si admitimos que la herida de muerte que traía la bestia en una de sus siete cabezas en Apoc. 13:8, se refiere al suicidio de Nerón; entonces, la manera de contar los emperadores aplicada por Tácito parecerá la más razonable y justificada. Al aplicar el sistema de Tácito en la enumeración de los emperadores en Apoc. 17.10, uno llega a la conclusión de que Nerón es el quinto rey que ha caído y Galba debiera haber sido el emperador que ocupaba el trono en el tiempo cuando Juan escribió su Apocalipsis, es decir, desde junio del 68 hasta enero del 69.[52]
Ahora veamos qué modelo adopta Gregorio López en su sistema de contar los emperadores. Para entender su concepto se tiene que tomar en cuenta que López emplea un modelo de la escatología que precede al triunfo de la Iglesia, según el cual, todos o casi todos los acontecimientos apocalípticos ya se habían cumplido, nada más la segunda venida de Jesucristo y el último juicio se darían en el futuro. López no sólo rastrea toda la historia del imperio romano basado en el texto del Apocalipsis, sino también hace coincidir la historia de la Iglesia cristiana en el mundo romano como la historia de persecuciones, cuando la sangre de los mártires regía los fundamentos de la Iglesia futura, prefigurando y profetizando su triunfo en este mundo. Por eso Gregorio López especifica una reserva significativa, afirmando que no se debe empezar a contar los emperadores con Julio César ni con Augusto, lo que nos hace suponer que él sabía perfectamente sobre las formas de contar los emperadores basándose en Suetonio o Tácito para “identificar” las siete cabezas de la Bestia con los siete emperadores. Al negarse a ver a Julio César u Octaviano como aquellos que personifiquen la primera cabeza de la Bestia, López propone empezar a enumerar desde Tiberio como primer perseguidor, porque durante su reinado fue crucificado Jesucristo: